¿Por qué es tan famoso?

Varias veces me he preguntado por qué algunos escritores de fina pluma, de pensamiento selecto, no han llegado a ser reconocidos como debería ser, ni siquiera en sus propios países y mucho menos en el extranjero. Y pensé que los gustos del lector tienen también -a veces- caminos insondables.

Una cara presencia poética, Gabriela Mistral, Premio Nobel de Literatura, tiene su público en España, es cierto, pero no goza de la fama del autor de La tregua.

Mario Benedetti nació el 14 de setiembre de 1920, en Paso de Toros, en Tacuarembó, Uruguay. Su poesía es fluida, llega a todas las mentes en forma caudalosa, se diría. Acaso esa es la razón de su reconocimiento. Por otra parte, debe considerarse que lo que cuenta nos pasa de alguna manera a todos. ¿Quién no se siente identificado con los sentimientos de aquel oficinista que intenta apostar al amor nuevamente, pues la soledad y la incomprensión familiar superan largamente las pocas fuerzas de su corazón lastimado?

En sus poemas toca lo absurdo de la tiranía militar, reivindica los placeres pequeños, pero placeres al fin, de la cotidianidad. Benedetti da, en definitiva, un brusco cambio de timón a la poesía y la despoja de su armadura para hacerla más bella, más humana, más blanda, más reconocible en los amores de los adolescentes y en las melancolías de los hombres y de las mujeres que se distancian a pesar de amarse.

A mí, particularmente, me encanta el lenguaje poético del autor de Hagamos un trato.

A los catorce años, comenzó a trabajar en una empresa dedicada a repuestos para neumáticos. Conoció el exilio porque expuso hasta el límite su pensamiento mientras otros escritores optaban por callarse. No. No ganó el Premio Nobel de Literatura. Mejor, acaso.

Supo interpretar los sentimientos y los afanes de distintas generaciones, lo que habla de su visión nítida del mundo que a muchos intelectuales, artistas, escritores y poetas se les presenta nublado o cubierto de mensajes incomprensibles.