Estos días se cumplen cincuenta años del fallecimiento de una de las plumas más ilustres de la literatura española de todos los tiempos. Nos estamos refiriendo al escritor alicantino Azorín, figura clave de la llamada Generación del 98.
Las confesiones de un pequeño filósofo (1904), La isla sin aurora (1944) o María Fontán (1943) son algunas de sus obras más significativas. Las mismas son muy conocidas de este autor, cuya biografía y bibliografía en parte están llenas de curiosidades o singularidades que no han llegado al gran público. Para muestra estos ejemplos:
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Su verdadero nombre era José Augusto Trinidad Martínez Ruiz.
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En sus primeros compases literarios, sobre todo, no dudó en publicar numerosos escritos con seudónimos. En concreto, entre los más peculiares están desde Fray José hasta Juan de Lis.
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Siempre fue muy activo en materia política. Precisamente, comenzó siendo anarquista, republicano y federalista lo que llevó a trabajar en periódicos de gran prestigio como “El País”, que era anticlerical y republicano. Sin embargo, fue expulsado del mismo por la virulencia con la que defendía ciertas ideas.
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Curiosamente con el paso de los años se considera que dio un giro radical a su pensamiento político, pues pasó a escribir en el periódico monárquico “ABC” e incluso a tener amigos y cierto acercamiento con el franquismo.
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Su obra El pasado (1955) se la dedicó a Ramón Serrano Suñer, ministro de Interior y cuñado de Franco, por haberle ayudado a regresar a España tras la Guerra Civil. Y es que cuando esta estalló se marchó con su esposa a Francia.
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Le apasionaban los autores del llamado Siglo de Oro Español, tales como Calderón de la Barca, Francisco de Quevedo, Lope de Vega, Miguel de Cervantes…
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Aunque muchos lectores no lo saben, llegó a escribir una obra de teatro “a la limón” con el conocido dramaturgo Pedro Muñoz Seca. Nos estamos refiriendo a El Clamor (1928), que le llevó a ser expulsado de la Asociación de la Prensa. Y es que contaba la historia de unos periodistas que, dispuestos a todo para aumentar las ventas de su medio, deciden simular un secuestro.
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Según distintos historiadores y estudios de la literatura, fue el autor que nos ocupa el que tomó la determinación de llamar al grupo del que formaba parte Generación del 98.
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De manera indudable sentía debilidad por el teatro, pero tenía una idea al respecto del mismo que hizo que sus obras de dramaturgia no consiguieran demasiado éxito. Y es que quería eliminar el aire “provinciano” de ese arte para “elevarlo” un poco más, pero la sociedad no estaba aún preparada para ello.
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La literatura y el periodismo fueron sus pasiones, pero quizás hasta que llegó el cine a su vida. Y es que, en el momento que lo descubrió, pasó a ser su máxima afición, su hobby preferido, su ilusión. Tanto es así que algunas publicaciones que recogen frases que pronunció Azorín determinan que llegó a afirmar de manera tajante lo siguiente:
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