En estos días, con la gran controversia que ha surgido en torno a las nefastas declaraciones de la atleta rusa y los comentarios en torno al beso del equipo de atletismo de este país, en los Juegos Olímpicos de Moscú, he querido escribir sobre un autor ruso, para que no olvidemos las preciosas cosas que este país tiene para ofrecernos.
Lamentablemente los humanos caemos en eso, cuando hay algo que no nos gusta de un lugar tendemos a menospreciarlo todo. Y esto no es para nada justo. Tampoco lo es en este caso. Sobre todo, teniendo en cuenta todo lo que esta tierra nos ofrece en cuestiones literarias.
L@s rus@s tienen algo que me enamora. Creo que no he leído un solo autor que no me guste. Comenzando por el inmenso Dostoyevski y llegando a la actualidad en voces como la de Elena Artamonova y Anna Starobinets. Este país parece poner en ellos una semillita especial que los convierte en autores sorprendentes… Quizás tiene que ver con mi admiración por ciertos aspectos de esta nación.
En el artículo de hoy, reivindicando las cosas positivas de este país (alejándonos del sexismo y el pestilente autoritarismo de Putin) escribiré sobre una de las obras de Ivan Turgueniev.
La infancia, decisiva para el comportamiento adulto
Iván Turgueniev nació el 9 de noviembre de 1818 en Oriol, en lo que entonces era el Imperio ruso. Y falleció en Francia el 3 de septiembre de 1883.
Es un importante autor que ha cultivado fundamentalmente los géneros de la novela y el teatro. Se lo considera de relevante importancia dado el carácter europeísta de su obra, que en mucho difiere del que tuvieron otros autores del siglo XIX, pertenecientes a su misma generación.
Como muchos de los autores rusos conocidos nació en el seno de una familia adinerada. Su padre era un importante coronel del ejército del Imperio. Su madre, una mujer muy firme y recia que murió de forma temprana. Iván y su hermano Nikolái se criaron desde entonces con su abuela, Varvara Petrovna Lutovínova, de un carácter todavía más autoritario que su madre. El trato abusivo y las penurias que Iván tuvo que sufrir en esta etapa pueden verse claramente reflejados en el pesimismo de su obra.
Su infancia se vio marcada por una figura femenina de tipo abusivo y dictatorial y la absoluta ausencia de la figura masculina. De esta experiencia puede entenderse la enorme dificultad que encerraba para el autor mantener una relación amorosa estable, lo cual se ve claramente reflejado en la mayoría de sus obras; sobre todo en «Primer amor».
Javier Marías dice en «Vidas escritas», a propósito de este escritor:
Primer amor y la psicología de los personajes
«Primer Amor» es un relato breve de lectura sencilla en la que se relatan las emociones de un joven adolescente que, al conocer a Zenaida, una joven de unos años más que él, se siente profundamente apasionado.
A lo largo de la narración el autor reflexiona sobre el dolor que conlleva la pasión y el amor. Y, más aún, la inmensa ruptura que vive un individuo al abandonar los tiernos años de la infancia y adentrarse en la vida adulta. La pérdida de la inocencia y de toda posibilidad de felicidad.
Es sumamente interesante cómo Iván encara las descripciones de los personajes; al punto de conseguir que te metas en la mentalidad del protagonista y consigas empatizar con su tristeza, su melancolía y sus arrebatos.
Al internarnos en la vida del autor, comprendemos mucho más de esta historia donde las mujeres se presentan como seres autoritarios e inconmovibles; como lo era la madre del protagonista (igual que la de Iván), la princesa y su hija, de quien el joven Voldemar se enamora.
Por otro lado, podemos encontrar la decepción del propio autor respecto a la figura paterna. Podría decirse que esta es una de sus obras más autobiográficas, aunque no directamente permite acercarse a la psicología del propio autor, a sus dolores y a sus miedos.
Lo que a simple vista parece una aventura amorosa infantil que roza la cursilería, es en realidad un profundo análisis de cómo se puede transformar la vida de un individuo si se deja arrollar por sus sentidos y no es capaz de medir sus acciones, protegiendo su integridad emocional.
Una de las cosas más interesantes de muchos autores rusos es la capacidad para retratar las emociones de los personajes. Y como bien supieron hacerlo Tosltoi o Chejov, no es Turgueniev la excepción; consigue plasmar el perfil psicológico de cada uno de los protagonistas y representar las emociones con una claridad asombrosa que, pese a las mil diferencias que lo separan de algunos de sus compatriotas, no puede evitar sus raíces.
Siempre me he preguntado qué tienen los autores rusos para gozar de esta particularidad. No tengo una respuesta; pero siguen asombrándome sus creaciones como el primer día.
«Primer amor» es una bonita historia con rasgos melancólicos y tiernos que nos reportarán a otras etapas de nuestra vida, posiblemente. Pero creo que es mucho más que eso. Se trata de un interesante libro para aprender a trabajar sobre la personalidad de los sujetos en la escritura.
¡De lectura imprescindible para los amantes de la creación literaria!
Comentarios1
Es cierto, amiga Tes... en Rusia parece que se sembrara "una semillita especial que los convierte en autores sorprendentes"... Gracias por recomendarnos el libro "Primer amor", de Iván Turgueniev. Un abrazo, Nhylath
¿Verdad que sí? Si te gusta la literatura rusa te recomiendo la lectura de Chejov y Pushkin, creo que también son imprescindibles. Descontando a los inmensos Dostoyevski y Tolstói 😉
Un abrazo enorme.
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