A raíz de la lectura de «Cumbres borrascosas», de Emily Brontë (Editorial Tres Hermanas) me han dado ganas de releer a la menos nombrada de las hermanas, Anne. Así que me he zambullido en su obra más conocida, decidida a incorporarla en el ciclo del desván de los libros perdidos. Para aquéllos que la hayan leído y los que no, aquí va: «Agnes Grey», de Anne Brontë; espero que les guste.
Una Brontë temerosa y discreta
«Agnes Grey» relata la historia de una joven nacida en una familia pobre que, ante las dificultades económicas de los suyos, decide embarcarse en la vida adulta convirtiéndose en institutriz. Esto la lleva a enfrentarse de golpe con una vida adulta en la que no todo es color de rosas. Agnes debe aprender a gestionar el desprecio que vive por parte de otras personas que la consideran inferior, para no perderse en la desolación, a la vez que se ve obligada a cuidar de sí misma y evitar caer en la desesperación. Y en ese arduo camino descubrirá sentimientos que no sabía que venían con ella y tendrá que trabajar su mundo interior para no corromperse al verse rodeada de personas que no piensan ni viven conforme a sus ideas.
Pese a que las Hermanas Brontë parecen venir en un paquete indivisible y a lo poco que se nos habla sobre el estilo literario de cada una de las tres escritoras, como lectores estamos obligados a discernir entre unas y otras puesto que en cada una hay una forma de acercarse a la escritura muy particular y seríamos muy estúpidos si no disfrutáramos de los matices que nos ofrecen.
En el caso de Anne, y sobre todo en esta «Agnes Grey», la historia no presenta grandes emociones; nos encontramos con muchas reflexiones que pueden servirnos para comprender la época y las cosas a las que debían enfrentarse aquellas mujeres que no estaban dispuestas a aceptar las reglas del patriarcado y las diferencias de clase; sin embargo, no vamos a vivir, como sí ocurre con Charlotte y Emily, una historia inquietante, con elementos románticos y tenebrosos, con relaciones explosivas y sentimientos encontrados.
En Anne la historia se centra en la descripción de paisajes, en la materialización de ideas concretas, en interesantes guiños a la poesía anglosajona (la forma en la que introduce citas de autores como Byron, Milton o Thomson es exquisita) y en proponer escrupulosamente una serie de ideas relacionadas con la espiritualidad y la religión. El aporte, por tanto, de Anne a la literatura parece más teórico, más centrado en reflexionar en torno al tiempo y a la religión que a contar una historia interesante que nos sacuda el piso.
Una novela sobre la fuerza interior
La inspiración de Agnes, el gran ejemplo de su vida, lo recibió de su madre que, habiendo nacido en una familia acomodada, renunció a todas esas comodidades y a esa vida para casarse con un párroco muy humilde. Sus padres estuvieron en contra de esa unión e intentaron de muchas maneras persuadirla, incluso retirándole la herencia, pero ella no estaba dispuesta a renunciar a su libertad y a su deseo.
A lo largo de la vida familiar, deben atravesar numerosas situaciones de pobreza, sin embargo gracias a la fuerza espiritual y al gran empuje que los une, consiguen solventar con buen humor y mucho trabajo estas dificultades. En determinado momento, sin embargo, la crisis los golpea aún más fuerte y entonces Agnes decide convertirse en institutriz; ya tiene la edad adecuada para ganarse la vida y desea colaborar con la economía familiar. Sus padres y su hermana mayor intentan impedírselo, haciéndole ver que es aún muy pequeña y que no está preparada para emanciparse. pero Agnes es una joven fuerte y decidida e insiste tanto en su idea, que consigue convencerlos.
Así es como Agnes se pone en marcha y atraviesa la frontera que divide esa infancia de niña consentida con la madurez. Su primer trabajo es con los Bloomfield, una familia adinerada que tiene tres niños caprichosos con los que la joven no consigue entenderse. En este primer trabajo descubre que el mundo es un sitio cruel donde no va a encontrar esa contención que caracterizó su primera infancia; este aprendizaje es duro, pero le sirve para tomar decisiones más saludables.
Después llegará a casa de los Murray, que tienen cuatro hijos, y Agnes se encargará de la educación de las dos mujeres, Matilda y Rosalie, y, pese a que la situación también es solitaria y estresante, la joven institutriz ha aprendido algunas cosas y continúa desarrollando su temperamento con calma y equilibrio. En esta época conocerá a Weston, un ayudante del párroco del pueblo, con quien entabla una relación cercana, en la que evidentemente ambos desean algo más. En este punto se nota una clara diferencia con respecto a Emily y Charlotte; en ellas probablemente esta relación habría revolucionado completamente el hilo de la historia, pero en Anne sólo es un elemento más que se presenta y se va desarrollando sin grandes sobresaltos y que no se resuelve hasta la última línea del libro.
Tenemos aquí una novela que reflexiona en torno a las diferencias de clase de una forma precavida y puntillosa, que viene apoyada por una escritura meticulosa, poética y con ciertos tintes de misticismo. Sin duda, Anne Brontë no podía faltar en este ciclo de libros rescatados, de obras monumentales y necesarias.
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