Alejandro Hermosilla: «El mal fue una de las elecciones positivas de dios. Sin Satanás no hay Cristo»

Alejandro Hermosilla dice en la primera parte de esta entrevista que no se propuso escribir contra los tabúes sexuales; sin embargo, al leer «El jardinero» de Alejandro Hermosilla (Jekyll & Jill) nos vemos obligados a reflexionar sobre ciertas creencias o teorías inamovibles en torno a nuestra sexualidad y, al mismo tiempo, descubrimos un lenguaje que se aferra al decir incorrecto, sin importar sus consecuencias. Es evidente que la literatura está cambiando, y en cierta forma, los nuevos tiempos vienen acompañados de censura; parece como si en nuestra tradición literaria existiera más libertad en el decir que en nuestros tiempos. Eso dice Alejandro y en esta segunda parte de la entrevista hablamos sobre los mecanismos de perversión de la humanidad y la importancia de recuperar una literatura libre, porque la única forma de conseguir que algo trascienda, es convertirlo en objeto de interés para el arte, como le ocurrió al jardinero de su vida que se inmortaliza en esta historia.
 


 
P—Una de las cosas más hipnóticas para mí ha sido encontrarme por un lado con un lenguaje que hace hincapié en nombrar en detalle los rincones que procuramos esconder (con la dificultad que eso implica en la escritura) pero por el otro que ofrece en cuanto a la trama cierto hermetismo. ¿Qué hay de apología a adoptar una mirada díscola frente a la vida —que conjugue nuestras luces y nuestras miserias—?

R—Pues el libro en cierto modo es una ejemplificación de cómo el poder funciona cuando no tiene límites ni ataduras. Las mayorías absolutas y las dictaduras no actúan de manera tan diferente a como lo hacían los condes medievales. Únicamente tienen que disimular más y están obligadas a esconder sus miserias. Pero si tuvieran carta libre, no dudo que nuestros gobernantes mataran a quien se les opusiera sin dudarlo. En ese sentido, entiendo que El jardinero al mostrar la crueldad del poder puede ayudar a desobedecerlo o dudar de él y, por tanto, puede ser considerado un texto díscolo. Sí. Estoy de acuerdo.

P—Hay en tu escritura un algo oscuro que se funde con la normalidad de la vida. ¿El mal está más cerca de lo que creemos?

R—El mal fue una de las elecciones positivas de dios. Sin Satanás no hay Cristo. El mal soy yo. Eres tú. Somos todos. Basta con que recordemos lo que deseábamos hacer cuando alguien intentó humillarnos o vejarnos. Cuando sentimos injusticia en nuestras carnes. Creo que pocas obras han sabido explicar la naturaleza del mal con tanta perspicacia como El otro de Robert Mulligan.

P—Usas “Los cantos de Maldoror” como puntapié inicial de la trama, y vuelves a ellos en la oscuridad y en una escritura contra lo que la humanidad defiende. ¿Es tu escritura una forma de revelarte contra esa actitud superficial que nos invita a adoptar el sistema?

R—Creo que todo artista es rebelde. Todo escritor lo es. La cuestión radica en desde dónde y hasta dónde está dispuesto a llevar esa rebeldía. A mí me interesaba en este caso la rebeldía metafísica. Por eso me agarré de Los cantos de Maldoror. Porque abrazándome a su estela podría intentar hacer algo que trascendiera la actualidad. De hecho, cuando escribo un libro intento no leer literatura moderna. Al final suelo hacerlo porque soy muy inquieto, pero si es posible, leo libros de otras décadas y otros siglos porque me interesa situarme más allá de mi tiempo. Me interesa llegar al presente desde la eternidad. Tal vez de ahí se deduzca una rebelión contra el sistema. Aunque no es deseada sino que más bien sale de manera natural.

P—¿Es la necesidad de vencer a nuestro “creador” lo que nos convierte en seres dañinos, como le ocurre a Maldoror?

R—Si te soy sincero, yo no deseo vencer al “creador”. Al contrario, deseo honrarlo. No sé bien qué nos hace dañinos. Tal vez no aceptar nuestras miserias e imperfecciones. Cuando yo era más joven, encontraba el mundo mejor. Recuerdo que era un valor positivo, confesar tus imperfecciones. Pero ahora no es así. Todo el mundo parece querer tener razón y está seguro de tenerla. Tal vez esto proceda del ateísmo. La lógica y la razón no admiten ser vencidas. El corazón sí. Y como nuestra civilización está llena de nihilistas y ateos que no creen en dios, lo lógico es que no admitan tampoco fallas en su comportamiento.

P—Bataille, Kafka, Rilke… Pasan muchísimos autores y libros por aquí. A simple vista no tienen mucho en común, ni en sus búsquedas ni en sus estéticas. ¿Por qué has decidido reunirlos?

R—No estoy de acuerdo en que no tengan mucho en común. Creo que todos son místicos del lenguaje. Por eso están todos reunidos en mi libro. Porque juntos todos ellos componen una oración religiosa o un canto satánico. Lo que quieras. Pero al fin y al cabo, sus libros eran experiencias, límites. Rezos. En este sentido, no veo ninguna diferencia entre Blanchot o Kafka. Ellos eran místicos. Escribían en castillos, en púlpitos. Sus libros son catedrales, iglesias. Eran sagrados. Y hoy en día el ingenio ha sustituido a lo sagrado. Como yo quería recuperar lo sagrado en mi libro, pues los cité.

P—¿Qué es la literatura? ¿Qué ha supuesto para ti tu acercamiento a ella?

R—Para mí la literatura como el arte en general, ha sido un medio de respirar, de vivir. Si te fijas, en mi página web, Avería de pollos, elogio al 90 por ciento de los artistas que cito porque es gracias a muchos de ellos que estoy en pie. Hay personas muy importantes en mi vida. Pero los artistas también lo han sido. Leer Crimen y castigo en mi adolescencia dio sentido a mi existencia. Y por eso me tomo tan en serio la literatura. Tanto que no empecé a publicar hasta los 40 años. Cuando sentía que podía dar algo excitante a la gente. Algo maduro aun siendo vanguardista y tal vez un poco complejo.

P—Ya no se escriben libros así, Hermosilla. ¿Por qué jugarse tanto el pellejo justo ahora en que vivimos tiempos de censura y de un resurgimiento pavoroso de la ultraderecha?

R—Creo que esto te la he respondido anteriormente. Porque a mi la literatura me ha salvado la vida. Por tanto, ¿qué miedo voy a tener? En realidad, lo terrible para mí sería engañar a la literatura. Hacer libros comerciales para conseguir éxito dejando de lado el arte. A eso sí le tengo miedo. Por otro lado, ahora mismo ya no sé si hay escándalos. ¿Hay escándalos en el mundo del arte? Creo que no pues todo está manipulado. Pero si un libro mío provoca un escándalo pues bienvenido sea. Será una manera de que lo conozca más gente. Y en cuanto a la ultraderecha, no me provoca menos miedo que la ultraizquierda ni más reparos. Conozco gente de izquierdas que son auténticos sátrapas y gente de derecha que ayuda a los necesitados. En cualquier caso, cuanto más dictadura y más miedo, más sentido tiene la escritura.

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