Hay noticias que se merecen un alto el fuego y una mirada directa sobre la realidad. Que a Remedios Zafra le den el Premio Anagrama de Ensayo es un notición; que se le reconozca su intensa y profundísima labor enfocada a pensar la vida y los cambios que las nuevas tecnologías provocan en nuestras relaciones, me parece una maravilla. Por eso quiero escribir sobre lo que su voz me causa, sobre lo mucho que me conmueve cada una de sus páginas y sobre lo feliz que me hace compartir mundo con mujeres guerreras como ella. ¡Tenemos que escribir más sobre Zafra! ¡Tenemos que admirarla y quererla más, mucho más!
Entre creación y precariedad
Según han informado los miembros del jurado al otorgarle a Zafra el Premio Anagrama de Ensayo, en su libro «El entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital», la autora hace un análisis sobre las nuevas formas y colores que ha adquirido la creación expuesta a los cambios tecnológicos y la devaluación que la creación ha sufrido en favor de la visibilidad. Un tema interesante y reincidente en su obra, donde las repercusiones de nuestras decisiones y nuestras búsquedas personales en la cadena productiva son protagonistas.
Aparentemente, la autora también reflexiona en torno a la autocensura que nos imponemos al relacionarnos únicamente (o preferentemente) con gente que piense igual a nosotros, lo que nos condena a alimentar nuestros tabúes, nuestros prejuicios y nuestras certezas sin cuestionarlos jamás; posicionándonos frente a las cosas de un lado o el otro, sin dudar de nuestra verdad. Asimismo, el papel de la comunicación en las redes consiste en aplastar a aquellas personas que piensan diferente sin generar espacios de dialogo y discusión.
En Zafra el ensayo adquiere una nueva dimensión: su sensualidad para trabajar el lenguaje y su capacidad para ir más allá de lo convencional haciendo de lo simbólico materia es impresionante; al leerla presenciamos una escritura revolucionaria, capaz de modificar las bases del propio género. Desde sus «(H)adas. Mujeres que crean, programa, ‘prosumen’, teclean» hasta «Ojos y capital», pasando por sus novelas «#Despacio», «Lo mejor (no) es que te vayas» y «Los que miran» ha sabido construir un universo propio auténtico, profundo, intimista y colectivo: uno de esos mundos que transforman el propio, en el que te sumerges y te sientes en casa.
La nueva mirada sobre el mismo mundo
Convertir el tiempo en algo productivo. Esta sentencia podría resumir la profundísima labor de Zafra quien a través de su carrera ha intentado responder a las inquietudes fundamentales de nuestra vida: ¿para qué estamos y de qué forma utilizamos esto que tenemos —cuerpo/vida— para cambiar nuestra realidad? Al leerla encontramos respuestas para aprender a capitalizar nuestro tiempo de la mejor manera, que nunca es la económica.
Ya desde su libro «(H)adas. Mujeres que crean, programan, prosumen y teclean» (Páginas de Espuma), en el que analizó las diversas formas que adquiere el tiempo cuando lo gastamos en aquello que nos llena, Zafra ha intentado a lo largo de su pensamiento trazar una línea que explique cómo vivimos y de qué manera nos afecta la existencia.
Hay en su obra, trabajos como «Netianas», que se acercan a la personalísima forma de relacionarnos-amarnos donde las nuevas tecnologías y los lenguajes algorítmicos proponen nuevas formas de expresividad y comunicación. También se ha volcado intensamente por entender el estrecho vínculo que existe entre capitalismo, visibilidad y libertad, en un trabajo magnífico, el ensayo de nuestro tiempo, que se llama «Ojos y capital» (Consonni). Y enlazado con este maravilloso ensayo compuso «Los que miran» (Fórcola), una novela exquisita sobre la pérdida y la reconstrucción en un mundo de postureos. Una lectura imprescindible para conocer en profundidad la capacidad de emocionar y hacernos pensar que tiene Zafra.
Zafra, el ensayo como género fronterizo
¿Cuál es el secreto para componer una obra con características tan peculiares? Desde mi humilde punto de vista Zafra ha sabido desarrollar dos habilidades imprescindibles en la escritura: la sensibilidad por el lenguaje que suena (y dice lo que no dice) y el rechazo por los muros y las barreras de contención que imponen distancia entre los géneros literarios.
«No me gustan los compartimentos cerrados» expresa en esta entrevista que publicamos hace un tiempo. Así, ha sabido dar vida a un universo literario e intelectual extraordinario que nos guia e ilumina a todos aquellos que andamos a tientas en este mundo loco.
Ha quedado una mirada algo subjetiva y amorosa de la obra de Zafra; me es muy difícil escribir sobre ella de forma imparcial. ¡Que vivan las brujas como Zafra, capaces de saltarse las fronteras de lo íntimo e invadir nuestros cuartos propios de luz y vida! ¡Leanla, por favor, mucho, como a nadie!
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