Algunas razones para leer «Olga», de Bernhard Schlink


 
 
¿Cómo escribir contra la guerra, contra el colonialismo y el clasismo a través de una historia que cuestione todo lo que somos? Eso es lo que se propone Bernhard Schlink en su libro «Olga» (Anagrama).
Es una lectura que ya tiene unos años pero que ha llegado a mí gracias a un bello intercambio lector con Verónica Hernández, de cuyo blog ya te he hablado en otras recomendaciones. Esta novela merece nuestra atención, y te traigo dos buenas razones para no perdértela.
 
 

Una mujer a mitad de camino de la guerra

«Olga» es una mujer que ha tenido que valerse por sí misma toda la vida. La conocemos de niña, recorriendo el piso de una vecina del pueblo que cuida de ella mientras su madre está trabajando. Es una niña observadora y bastante callada, que de a poco va armando una noción de la vida: sus ojos le permiten entender que no tiene (ni tendrá) las mismas oportunidades que otras niñas de su edad, nacidas en cunas aristocráticas. A partir de ese momento se va formando su identidad de clase.

La historia avanza y nos permite descubrir en Olga a una joven que está dispuesta a luchar contra las injusticias e imposiciones de la época (estamos en la primera mitad del siglo XX). En ese contexto se enamora de Herbert, un joven lleno de sueños, deseoso de una vida en otro lugar, de grandes hazañas. Entre la necesidad de Olga de afirmarse en su independencia y de Herbert de volar hacia sus diversos destinos se va construyendo entre ellos una relación que se sostiene en la expectativa del deseo a través de la distancia.

Con un realismo descarnado y una ternura electrizante, Schlink nos ofrece una historia que adhiere a la nostalgia de un tiempo distinto y que busca ofrecernos una reflexión sobre cómo nuestra forma de mirar a los otros no siempre coincide con lo que verdaderamente son.

La perspectiva que toda historia necesita

Uno de los puntos fundamentales de la historia es el planteo formal. Si bien el tono del relato es bastante directo y no hay solapamiento temporal ni ambigüedades, Shlink nos ofrece una estructura que nos invita a pensar la historia desde diversas perspectivas a lo largo de toda la lectura. Esto hace que nuestra forma de entender, de juzgar y de querer al personaje varíe, que de alguna forma podamos encontrarnos con ella desde diferentes ángulos y podamos comprender sus actitudes a través de esta mirada caleidoscópica.

Lo más interesante de esta estructura es que Shlink no busca sorprendernos ante los sucesos. Porque siempre está adelantándose y dejando pistas para que podamos entender o atar cabos acerca de lo que sucederá. Esta forma de trabajar la narración me ha interesado especialmente porque me parece que aporta todavía más realismo y nos permite asumir la veracidad de la historia con mayor intensidad.

La última parte, donde encontramos las cartas que Olga ha enviado a Herbert en los períodos en los que han estado separados es sumamente exquisita: porque nos permite adentrarnos como nunca en el espíritu del personaje, que ha permanecido en silencio o sin pronunciarse del todo durante el resto de la historia.

«Olga» es una novela con una narración hipnótica que nos invita a viajar a través de la historia de Europa entre la primera y la segunda guerra mundial, y comprender esa dicotomía política tan presente en aquel momento, entre el colonialismo y la aceptación del otro como sujeto libre y con igualdad de derechos. Sin duda, una lectura que puede servirnos para reflexionar también sobre las grandes injusticias cometidas por los poderosos contra los débiles, y para acercarnos a la semilla del neoliberalismo, cuyas más graves consecuencias estamos viviendo en la actualidad. No dejes de leerla.



Debes estar registrad@ para poder comentar. Inicia sesión o Regístrate.