Hoy voy a tomarme el pequeño atrevimiento de salirme de los temas programados y voy a hablarles de un autor que he tenido el inmenso agrado de conocer en su estado más humano, más coloquial. Es un reconocido cuentista, poeta y novelista, nacido en Argentina pero que reside en Granada desde hace muchos años. Su nombre es Andrés Neuman y presentó ayer en la ciudad donde vivo su último libro, que se titula: «Hacerse el muerto», que, a propósito, les recomiendo mucho.
Quedé alucinada no sólo con su sentido del humor, que es por demás conocido a través de sus obras, sino también por su frescura y su espontaneidad a la hora de enfrentarse a un público. Sin aires, sin eufemismos ni solemnidades, hablando como si se tratase de una reunión de amigos, siendo él mismo y sonriendo con esa sonrisa casi infantil, que sería capaz de conquistar a cualquiera.
El humor, ingrediente imprescindible
En esta obra, Andrés explora la tragicomedia y crea una fusión explosiva entre ficción y realidad y entre dolor y humor. Al preguntarle por qué ha escogido este registro tan amplio para su último libro expresó que le interesaba plasmar el ánimo que nos domina a cada instante; como tenemos altibajos emocionales constantemente, que pasamos de la risa al llanto y de la desesperación al más absoluto optimismo, le pareció que su libro debía constar de todas esas emociones, mezcladas de forma armoniosa.
Según Andrés, el humor no expresa el alma de alguien que se la pasa riendo o es feliz, sino que ayuda a menoscabar el dolor, a darle un sentido y a entenderlo. Visto de ese modo se comprende por qué en «Hacerse el muerto» pueden encontrarse tanto relatos sumamente graciosos y suspicaces, como lo son «Conversación en los urinarios» (uno de los mejores) o «Vidas instantáneas»; como otros capaces de arañarte el alma y dejarte vagando en los rincones más inhóspitos de tu propia memoria, como son los relatos titulados «Estar descalzo», «Una silla para alguien» o «Madre atrás».
Por otro lado, explicó que cada vez le gustan más las historias que muestran contradicciones, las considera necesarias (aclara que no es lo mismo contradicción que incoherencia y que hay que saber distinguir hasta dónde). Le interesan las historias que como lector le obligan a preguntarse ¿qué debo hacer: reírme o llorar, relajarme o distenderme? Por eso escribe de esta forma, porque le interesa mantener despierto al lector.
La comprensión de las pérdidas a través de la escritura
Este libro permite entrever sentimientos profundos, puros y un infinito dolor que supura, que intenta acomodarse a la consecución de los días y que sólo a veces lo consigue, como en «Madre música».
Andrés contó que siempre estuvo en contra de la literatura sensacionalista, que no le gusta la gente que intenta mostrar su dolor para recibir miradas de compasión, por eso no estaba seguro de escribir esos relatos tan personales, como lo son aquellos que hablan de su madre y de su larga e insoportable enfermedad. Sin embargo, necesitaba hablar de ello y por eso los incluyó en el libro.
Agregó que cuando los escribió no le resultó difícil, fue como una especie de catarsis, pero cuando tuvo que corregirlos flaqueó en repetidas ocasiones, y, de hecho, tardó cuatro años en sentir que estaban listos. El proceso, como podemos intuir, fue sumamente doloroso pero a la vez permitió que se liberara de un peso que llevaba dentro.
Quizás la palabra preferida de Andrés sea atreverse: a explorar formas nuevas de escritura, a mostrarse tal cual es, sin formalismos, y a desnudarse delante de todos los que deseen leerlo. En «Hacerse el muerto» lo consigue de una forma increíble, mostrando lo que más dolor causa, que es la pérdida de un ser intensamente querido, pero sin dejarnos sin el gramo de risa necesario para vivir.
El hombre detrás del escritor y las corrientes literarias
Andrés no sólo es un escritor que sabe hacer un buen uso del humor, como persona, en el diálogo también sabe hacerlo, y llega a confundirse al escritor con el hombre (cualidad que aplaudo, sin lugar a dudas).
Tanto en los relatos como cuando habla en público, noto que no exagera, que utiliza la cuota de humor en su cantidad justa y, gracias a ello, consigue un equilibrio envidiable. Esto sumado a que sabe fusionar a la perfección dolor, desesperación, humor, desquicie, locura y análisis con diferentes matices, me lleva a afirmar que es un escritor-músico: atento a los sonidos, a que el resultado sea armonioso y nada sea llevado a un punto de la insistencia y la exageración que resulte molesto.
Por último, para comprender un poco más cuál es el modo en el que Andrés ve la literatura (como una necesidad que surge de la pasión), contarles lo que dijo cuando debió exponer la razón por la cual no se hallaba, como sí lo hacen otros de sus contemporáneos, dentro de una corriente o «generación literaria».
Expresó que prefiere no pertenecer a ningún grupo, donde debés mantener cierta linea, donde no podés ser vos mismo al cien por ciento, porque de ese modo te salís de lo estipulado por el grupo. Entre risas, dijo que las corrientes prefería dejarlas para el mar, y agregó que pertenecer a un grupo es peligroso porque puede quitarte cierta individualidad ultra necesaria para escribir.
Les recomiendo que no se pierdan este fantástico libro, publicado por Páginas de Espuma, así como tampoco la poesía de Andrés Neuman.
Comentarios1
¡Qué bien que gente tan joven abra nuevos caminos literarios mostrándonos precisamente ese enmarañado devenir de nuestro cambiante humor de cada día! Prometo leerle!
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