Me había topado con intensos poemas de Carlos Marzal en varias ocasiones y no hubo una sola de esas veces en las que su escritura no me llegara; no obstante, por esas cosas de la vida, aún no le había dedicado un artículo. Tras la lectura de Ánima mía supe que esto tenía que cambiar.
Mirar, eso es lo que hace Marzal en este libro: asoma su cabeza por una ventana, la de la vida, para contarnos lo que ve, lo que experimenta. Y este libro es el resultado de una mirada profunda hacia el origen de las cosas y de la poesía. Una mirada que se ve vacía de certezas y con tantas preguntas como luz es capaz de entrar por ese hueco. ¿Será la poesía ese espacio en el que podamos resolver nuestras inquietudes más profundas?
Sanar en la escritura
Entre la escritura y la existencia existe una relación de simbiosis; lo que no somos capaces de soportar de la vida, lo canalizamos a través del arte, y así, dice el poeta, nos curamos. Por otra parte, aquello que podemos experimentar y disfrutar con toda nuestra existencia, no hace falta escribirlo: en este punto Marzal plantea la escritura como un punto de fuga a través del cual se trabajan las emociones que han tropezado con la realidad. Unos poemas más tarde dirá que hace falta buscar nuevas formas; decir las cosas que ya entendimos con el cuerpo a través del arte, para conseguir darle a las experiencias un matiz de importancia en nuestra propia existencia.
Y la poesía es sin duda ese universo en el que se pueden canalizar las experiencias y los pensamientos: la poesía no es una hoja en blanco en la que se depositan las ideas y sentimientos, sino una hoja tan machada que necesita del color de la sangre para vivir. La poesía repite poemas sobre los mismos temas, incluso en los mismos autores; no obstante, renace en cada uno como si fuera nueva.
De alguna forma la poesía se convierte en ese espacio donde se nombra sin rodeos a la muerte para darle credibilidad y es por eso que Marzal expone:
Tres palabras para definir la obra
Si tres palabras sirvieran para definir el color de este libro serían: memoria, vida y naturaleza. Creo que es una obra tan intensa que sólo tamañas palabras, cargadas de significado podrían unirse a ella.
Digo que memoria sería una buena palabra para definirlo porque cada uno de estos poemas parece funcionar como un recuento de lo vivido, como un viaje a través de la historia de la humanidad y del desarrollo de los temas filosóficos más relevantes. Cada poema parece capacitado para señalar con certeza todo aquello que duele y que nos va formando como personas y como hacedores de poesía.
Este libro es también una exaltación a la vida, y en ella a la escritura, donde se pone de manifiesto que si bien la filosofía y los razonamientos pueden servir para comprender el mundo, la única forma de hacerlo propio y de transformarlo es a través de la escritura, de un acto que nazca de una zona más profunda, más íntima y por ende, más comprometida. Pero posiblemente he elegido la palabra vida como identitaria de este libro por los colores en torno a los que giran los diversos poemas.
Por último, en Ánima mía Marzal reflexiona sobre preguntas fundamentales de la vida y se enfrenta a esa pared puesta por las leyes de la naturaleza; cuyo accionar va modificando nuestro entorno sin que podamos hacer nada para evitarlo. Y es a través de la escritura que se puede llegar, sino a comprenderlas al menos a aceptar esas leyes y continuar viviendo aunque sepamos que la muerte acecha, amando aunque estemos convencidos de que el amor es un sueño y recordando aunque sepamos que nuestra memoria no tiene la última palabra.
La necesidad de un lenguaje extranjero
En la búsqueda de un lenguaje que pusiera en evidencia el choque de frontera, entre nuestras posibilidades y las imposiciones que se gestan de esa leyes naturales, Marzal va acercándose a diversos usos que a priori pueden resultar algo extravagantes, pero que me parecen escogidos con precisión y valentía.
Es un libro en el que el poeta hace uso de ciertas estructuras arcaicas y de la hipérbaton de forma reincidente y esto que para un lector moderno puede parecer molesto es sin duda lo que le da a este libro el carácter que necesita. El poeta intenta acercarse a la identidad profunda de las cosas, desentrañar su origen para aceptar sus consecuencias, por tanto tiene sentido que escoja este lenguaje donde se viaja de ida y vuelta al significado de los términos, intentando quitarle a las palabras su significado para volver a descubrirlo a través de la poesía.
Todo el poemario, por otra parte, se encuentra lleno de preguntas: posiblemente sea esta poesía la que más me emocione, a la que le encuentro más sentido. Si ya sabemos lo que diremos, ¿para qué decirlo? ¿qué sentido puede tener el arte en general y la poesía en particular si no es el de ayudarnos a entender la vida a través de la pregunta constante?
Termino con una frase contundente de Marzal y los invito a leer este poemario que no tiene pérdida alguna.
Comentarios1
Excelente comentario sobre Carlos Marzal y sus obras
¡Muchas gracias! Espero que disfrutes leyéndolo.
Besos.
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