Sobre Antonio Ortuño escribo hoy, para agregar un poco de información a la biografía publicada por Julián Pérez Porto, y a la entrevista que le hizo Verónica Gudiña que pueden leer aquí. Y aprovecho para adelantarles que muy prontito publicaré la reseña de esta joya.
Más allá de la Generación Inexistente
Ortuño pertenece a la «Generación inexistente», que reúne a los autores mexicanos nacidos en torno a los años setenta. La falta de un referente generacional que les sirva como punto de partida y la desilusión respecto a la novela, a la gran novela mexicana, son dos de los rasgos que comparten los escritores que caminan en la circunferencia de esta etiqueta.
Otra cosa en la que se acercan es en la necesidad de contar la vida de una forma más desenfadada y mirando de lleno a la literatura que se produce fuera del país. En ese sentido, la narrativa de Ortuño da buena cuenta de ello, tomando características de la narrativa de otros autores latinoamericanos y acercándose también a la escritura que cultivan los autores españoles nacidos en torno a esos mismos años. De todas formas, hay en él una frescura poco usual y eso que me impresionó en unos cuentos que le leí hace un tiempo, parece ser otro de los rasgos que pervive en «La vaga ambición».
Antonio Ortuño nació en Guadalajara en 1976 y es autor de las novelas «El buscador de cabezas», «El rastro» y los cuentarios «El jardín japonés» y «La Señora Rojo», entre decenas de otras obras. Ha sido finalista del Premio Herralde de Novela y Ganador del V Premio de Narrativa Breve Ribera del Duero.
Dicen que Ortuño «arroja veneno» en su narrativa y consigue enfocarse en una trama dura para retorcer las palabras hacia la acidez, hasta corroernos en lo más profundo. Estoy de acuerdo, y sin embargo para entender hasta qué punto es necesario leerlo. Y volver a leerlo.
«La vaga ambición» y el oficio de la escritura
En «La vaga ambición» Ortuño se abraza a ese tipo de escritura siniestra, como una forma de resistencia ante la vida. Lo hace construyendo un protagonista-escritor que a su vez es el autor escondido en uno de los cuentos, que va deshilvanando el oficio a medida que vive y que parece seguir escribiendo como único método de supervivencia, aún cuando parece no tener unos objetivos claros. Un autor, que como lo expresa Ortuño tiene una características sobresaliente:
Resulta llamativo que siendo la naturaleza de la escritura un tema tan trillado, todavía despierte en nosotros ese deseo de recontarla, releerla, revivirla. En el caso de Ortuño lo hace desde una nueva forma de mirar el oficio. Según el jurado del Ribera, «La vaga ambición» aporta una mirada humorística que ayuda a desarrollar el tema con inteligencia y claridad. ¡Cómo resistirse! ¿No?
Ortuño cuenta que la construcción de «La vaga ambición» es el producto de un juego que se impuso como escritor: el escribir una colección de relatos individuales que pudieran leerse y ampliarse en conjunto. Relatos que se alimentan de ciertos hechos autobiográficos pero que han sido enriquecidos de imaginación para convertirse en ficción. Otra cosa que expresa Ortuño es que detesta los textos protagonizados por escritores y que se encuentran llenos de referencias literarias por eso escogió una forma más vulgar o cotidiana de mostrar el oficio.
«La vaga ambición es un libro que está dando mucho de qué hablar (pueden chequear notas, entrevistas e información aquí) y del que también tengo muchas ganas de contarles más (y será muy pronto). Lo malo de todo esto es que no haya presentación en Málaga de esta joya. ¡Grrr, amigo Casamayor!
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