Hace tiempo que quiero escribir sobre ellas. Las admidoro y considero que hacen una labor muy necesaria. Me refiero a las chicas de Yo No Fui, una cooperativa que realiza labores de tipo social y cultural en Buenos Aires ayudando a las presas a encontrar su lugar en el mundo cuando el sistema las deja en libertad con una mano adelante y otra atrás. Desde hace tiempo quiero escribir sobre ellas y voy a aprovechar la intervención de Liliana Cabrera y Verónica Manquel en el programa de radio «Mujeres de acá» para hacerlo.
Talleres para la movilización
Que ya no hay alternativa, que la vida se termina cuando se cierran las puertas. Esta podría ser la primera impresión que se tiene de lo que sucede cuando alguien es privado de su libertad. Sin embargo, las mujeres que se hallan reclutadas en las cárceles argentinas suelen tener hijos y familiares a su cargo, por lo que no pueden bajar los brazos. En ese camino durísimo que implica el estar privadas de su libertad, sin embargo, hay una pequeña luz: encendida desde hace más de una década por la organización Yo No Fui.
El trabajo de las voluntarias de Yo no fui es acompañar a las mujeres en el proceso de reinserción social, ofreciéndoles no sólo apoyo emocional sino también con propuestas de capacitación que puedan hacer más real la situación laboral cuando salen de prisión.
Todos los proyectos y talleres tienen como objetivo fundamental promover la autogestión y dar herramientas para desarrollar la capacidad de independencia y de productividad. Entre ellos hay uno que me interesa especialmente desde hace tiempo. Un ciclo de escritura creativa que sirve para incentivar a las mujeres a pensarse fuera del sistema. Sobre este taller se hizo hace unos años un documental maravilloso llamado «Lunas cautivas».
Los talleres tienen como principal objetivo, como cuenta Liliana, ofrecer herramientas desde la educación para que al salir las mujeres cuenten con otras alternativas que les permitan pensarse fuera de la cárcel y reconstruir su vida.
Ese pensarse fuera de la cárcel es importante porque el poder prepararse para una vida afuera resulta uno de los objetivos más necesarios en esta situación. El poder ilusionarse con una vida mejor contando con nuevas herramientas y recursos para poder mantener a sus familias y salirse de la nociva relación que el sistema quiere imponer sobre las personas que pasan por este tipo de experiencias.
El boicot y la violencia institucional
Pese a que vienen dando este taller desde hace ya bastante tiempo, cuenta Liliana Cabrera que cada vez les ponen más trabas para que las chicas puedan acceder a ellos. La burocracia se interpone para evitar que las clases se desarrollen con normalidad. Y aquí viene algo que dice mucho de la sociedad en la que vivimos.
Para poder participar en los talleres cada presa debe redactar un papel, es decir, dejar por escrito que desea participar, y eso antes de comenzar. Pero eso no es suficiente, para poder asistir a cada clase depende de una larga lista de gente que tiene que dar el «okey» para poder hacerlo. Hay que atravesar una larga cadena de mando para que una persona pueda participar en los talleres, aunque se dictan dentro de la misma cárcel.
Existe un boicot hacia los talleres culturales. Justamente porque lo que ofrecen ayuda a formar personas combativas, dispuestas a pelear por sus derechos. Son talleres de introspección y movilización que, evidentemente, hacen ruido en un sistema de estructuras arcaicas y malsonantes jerarquías. En este programa, flotó por el aire una pregunta interesantísima: ¿harían ese boicot si los talleres estuvieran enfocados a lo doméstico?
Y es que, los talleres que ofrecen desde Yo no fui tienen poco que ver con los que brinda el servicio institucional, donde la enseñanza está cargada de estereotipos de género. Armado de muñecas y bolsitas, talleres de costura y tejido, son algunas de las plazas a las que pueden acceder las presas mientras están recluidas para formarse. Esto deja en evidencia el tipo de formación que el Estado está dándole a esas personas para que después puedan reinsertarse en la sociedad.
Los talleres de escritura de Yo no fui forman parte de un proyecto mucho más amplio, hermoso y potente que resulta vital para muchísimas mujeres que sol olvidadas por el sistema, y que a las demás nos permite creer en que una sociedad diferente es posible. ¡No dejen de apoyar este valiosísimo trabajo, por favor!
Comentarios1
Claro que otro mundo es posible si cada persona aporta lo mejor de sí y además colaboramos con las demás personas poniéndolo en práctica.
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