Aprender a leer poesía sin morir en el intento

Leer poesía es algo que a muchos de nosotros nos alivia la carga de la rutina. La poesía es capaz de arrancarnos la infelicidad, de contagiarnos la alegría y de volver más feliz nuestra existencia. De hecho, intuyo que ni tú ni yo, querido lector, sabríamos qué hacer sin este maravilloso arte.

Leer poesía para poder amarse

La forma en la que nos acercamos a la poesía, en la que nos sentamos a leer un poema o nos paramos frente a una imagen poética habla mucho de cómo nos vemos a nosotros mismos. Hasta se podría armar una frase similar a «dime cómo lees poesía y te diré cómo te conoces«. La pasión por la poesía sin duda puede denotar un claro apego a la vida y a las maravillas que nos rodean.

La forma en la que leemos indica cómo nos leemos. Muchas personas se acercan a la lectura parados a una distancia que le impide al texto llegar a rozar su epidermis, sus experiencias. Otras, se dejan envolver por las palabras y que estas las conduzcan a lo más hondo de sí mismas para encontrarse. Ambas lecturas son totalmente válidas y cada cual escoge aquella que le produce más placer y enriquece más.

Creo que leemos de la misma forma que nos leemos o deseamos explorarnos. Y, por mi parte, prefiero mimetizarme con los textos y dejar que las imágenes se apropien de mis propias figuras y modifiquen mi experiencia, mis certezas y la forma en la que me enfrento y concibo el mundo.

Formas de acercarse a un poema

Para leer un libro de poesía es conveniente hacer dos tipos de lecturas complementarias: la general (para comprender el formato del libro y las intensiones del autor) y la individual (para comprender cada poema como un artefacto único).

En la primera lectura realizamos una mirada global para reconocer los puntos importantes que deseó tocar el poeta, los temas que intentó abordar en el conjunto de poemas y acercarnos a la musicalidad o el estilo de su voz.

La segunda lectura es una más intensa que se realiza de un poema en otro: tomar cada poema como si fuera un todo y escudriñar en cada imagen, en cada verso. Pienso que es interesante realizar ambas lecturas; la primera de una forma completa, acercándonos a la idea del libro, la segunda estrictamente individualista, tomando a cada poema de forma unitaria.

Esto sería a grandes rasgos, aunque la comprensión de un poemario exige una dedicación más intensa y mucho más de dos lecturas. Lo conveniente es realizar una primera leída que sea superficial, para entrar en contacto con el libro. Después, una segunda lectura que nos permita entender los ritmos y rimas que ha escogido el poeta. En una tercera lectura intentaremos profundizar en las palabras, en los diferentes matices de una misma frase, en lo que nos produce y llegar a las experiencias propias que tenemos y que podríamos interpretar o poner a prueba con ese poema. Una vez que nos hemos aferrado al poema podemos volver a leerlo y disfrutar de todo lo que nos aporta, ahora no sólo comprendiéndolo sino también entendiendo su sentido más profundo. ¡Llegar a este punto es sin duda uno de los mayores goces que produce la lectura de poesía!

La vena por la que corre la poesía

Hay quienes dicen que hay poetas fáciles de comprender y otros más complicados; por mi parte creo que la comprensión de un poema no reside en su grado de complejidad sino en cuánto se acercan las imágenes y las experiencias que el autor ha plasmado en los que nosotros vivimos.

Si se plantea una duda que siempre hemos tenido, por difícil que resulte la imagen expresada por el autor, posiblemente nos llegue porque, al igual que la música, a la poesía la comprendemos antes de entenderla. ¿Nunca les ha sucedido que de pronto una frase les llega hondo y son profundamente capaces de entenderla pero cuando tienen que contarle a alguien lo que significa es como si no la hubieran entendido porque no encuentran las palabras? A mí me ocurre a menudo, por eso creo que la poesía se acerca a nosotros desde una perspectiva y un canal diferente al que se utiliza cuando leemos una narración. Por eso, para poder apreciarla es necesario estar abiertos y, sintiéndonos absolutamente libres dejarnos llevar por las palabras.

Si todavía no te has animado a leer poesía, si crees que no es un género para ti, te equivocas. La poesía es para todos y si hasta ahora lo que has leído no te ha producido nada, entonces es que no has encontrado la poesía que está buscándote a ti. Pero ¡no debes bajar los brazos! Intenta buscar autores por afinidad; algunos se han convertido en referentes de las poesías románticas como Pablo Neruda o Charles Baudelaire, otros, son los populares autores de la poesía humana entre los que no puedo dejar de mencionar a César Vallejo (uno de mis favoritos) y Bertolt Brecht. Explora en la temática que más te atrae y seguramente sabrás dar con ese poeta que te acompañará desde el momento en que lo encuentres y en adelante.

Para terminar quiero agregar que la lectura de la poesía y su comprensión se encuentran estrechamente vinculadas a la práctica: al igual que ocurre con los deportes, cuanto más leemos más hábiles nos volvemos para comprender las metáforas o imágenes y llegar antes al momento de la comprensión profunda del texto. Así que, a no dormirnos y leer, leer y leer. Una buena práctica es leer como mínimo uno o dos poemas diarios; ¿te animas a intentarlo?