Reseña de «Un árbol de luz íntima», de Tomás Cohen (Ediciones Bastante)
William Blake es un buen faro para quien desea escribir poesía parándose a mitad de camino entre la ternura infantil y el terror adulto. Hay mucho que aprender de este poeta, que supo ver más allá de la realidad y conjurar voces de fantasía para emprender una crítica contra el sistema y contra él mismo desde la palabra y la imagen. En su libro «Un árbol de luz íntima», Tomás Cohen (Ediciones Bastante) se apoya en la estética del poeta inglés para construir un poemario que trabaja sobre los hilos que se tensan en la vida y que conectan etapas, emociones y modos de ver la experiencia, una mirada que está siempre a mitad de camino entre la infancia y la madurez.
La infancia a golpe de pluma
«Un árbol de luz íntima» de Tomás Cohen es un poemario de indagación interior en torno a la infancia y a la huella que las experiencias del pasado inciden en el presente. Pero se halla escrito no desde la contrición o el pesar de lo perdido, sino desde la resignación de la brevedad de la vida y el deseo de ver más de allá de lo que tocamos.
En ese camino de inquietud espiritual, el poeta se va tropezando, y digo bien, porque este es un rasgo distintivo del libro, la forma en la que aparecen las cosas. A medida que leemos podemos notar que la seguridad de la voz se desvanece y parece titubear al ir de un tema al siguiente, como si estuviera frente a un camino que no ha sido medido con antelación. Como si la única convicción posible fuese la del viaje, pero se desconoce absolutamente el destino. Y por eso, digo, el poeta tropieza con las cosas, las nombra, las recuerda, y sigue su camino, sin detenerse demasiado. Porque en verdad lo que quiere, es armar una especie de álbum, como aquel de Blake tan infantil y tan tétrico, que le permita reconstruir su identidad.
Si bien hay una melancolía que se cierne sobre todo el libro, y que conduce a la idea de que cada día puede ser el último, cada visita como la última despedida, como dice en uno de los poemas, no es éste el sentimiento que prima, más bien lo es una especie de desapego, que roza la frialdad en ciertos fragmentos. Y en ese sentido he percibido esa extrañeza que aporta la extranjería y que da tanto pulso a la obra de ciertos poetas. De qué forma escribir un libro con homenajes contundentes a los miembros de la familia que se han ido quedando atrás, ya sea porque la muerte ha impuesto esta distancia, o porque lo ha hecho la propia extranjería del que escribe, sin caer en el sentimiento de melancolía que tiñe siempre este tipo de poemas. Ésta parece una de las búsquedas primarias de este libro.
La memoria, la casa, la infancia
Es éste un libro que trabaja con la memoria como una gran red, donde hay reflejos prismáticos, donde las cosas que fueron se transforman conforme a la nueva mirada, donde las casas siempre conducen a otras casas, y dentro de todas ellas cabe un mundo distinto. Esto también puede leerse como un guiño a la obra de Blake, que tanta importancia dio al universo, que tanto luchó a través de su arte por reconocer otras formas posibles de vida y de lenguaje. Y parece también estar en ese empeño la identidad de este poemario.
Llegado este punto tendríamos que señalar que la forma en la que se construyen los poemas es más eléctrica. Los poemas como chispas que explican situaciones, experiencias, emociones del pasado, pero como ya dije, sin detenerse demasiado en ellos. Imágenes que se van solapando, hasta constituir ese álbum que le permite al poeta tener ante sus ojos un registro de los vínculos subterfugios que se entretejen en las diversas etapas de la vida.
Y este poema «Un gajo de mandarina» creo que es un buen ejemplo de esto que digo.
La simetría estructural
Este libro tiene algunos aciertos que me gustaría señalar. Por un lado, me parece interesante la exploración del daño y la identidad presente desde las experiencias del pasado, a través de un mecanismo de círculos concéntricos que se apoyan en el lenguaje para avanzar y revolver los mismos temas desde diversos puntos de vista.
Otro acierto es la elección de una estética equilibrada que se mantiene durante todo el libro, salvando sólo algunos pocos poemas que no se apoyan en ella. Lo tercero es la elección de epígrafes que ayudan a entender la magnitud de cada una de las partes del libro.
Y es precisamente eso, la simetría estructural , uno de los rasgos más destacados de este libro, que podría anunciarnos la búsqueda sólida de un poeta bien formado. Esto como punto de partida, bien merece nuestra atención para ser capaces de reconocer el trabajo arduo que ha hecho posible este libro.
Por último no quiero olvidarme de un detalle sugerente que abre espacios de interpretación amplios y valiosos. Los poemas se acompañan de algunas imágenes de ese maravilloso libro «Para niños» de William Blake, donde terror e inocencia se chocan. Dichas imágenes nos sirven para seguir el hilo de los poemas y entender el sentido que el poeta quiso darle al libro entero. Y los puntos de intersección que Cohen ha establecido entre sus poemas y aquel clásico me parecen exquisitos y lúcidos.
Y como yapa, voy a mencionar un poema que me ha gustado muchísimo. Se trata del prólogo final. Y me ha interesado no sólo por lo que expresa sino también porque siendo el poema que cierra el libro, podría ser la forma de comenzarlo, una especie de bisagra entre Cohen y Blake que nos invita a dejarnos conquistar por la poesía. Es una oración que puede parecerse en algunas cosas al poema de Cernuda «A un poeta futuro», en cuanto a que va dirigida a un lector que lea esas palabras en otro tiempo y pueda entender qué pudo motivarlas y en qué tiempo. Y nos sirve a nosotros, hoy, aquí, para llegar a la semilla del libro.
Estamos, en definitiva, frente a una inteligente y sugestiva lectura en torno al paso del tiempo y las identidades que podría ser idóneo para leer en estos tiempos de recogimiento.
UN ÁRBOL DE LUZ ÍNTIMA
Tomás Cohen
Ediciones Bastante
978-956-9467-18-9
72 páginas
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