Arthur Rimbaud y la fotografía

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Todos los artistas perseguimos una sola cosa: asirnos de la eternidad. Aunque lo dibujemos con palabras más o menos comprometidas con el medio, los artistas queremos saber que viviremos más que lo que la vida tiene dispuesto para nosotros.

También sabemos que eso es una mentira, pero no nos importa. Sabemos que nuestros años serán los únicos verdaderos y que, aunque dejemos obras que nos sobrevivan, no podremos percibir sus consecuencias. Pero, pese a ello, seguimos escribiendo, pintando, cantando, creando esculturas, tomando fotografías, haciendo cine con fotografías, haciendo videojuegos con fotografías e ilustraciones.

Vivimos para asirnos de la eternidad y creer que podemos tocar la inmortalidad; pero detrás de esa mentira existe una única verdad: siempre seres mortales.

Las imágenes de un niño tierno

A Arthur Rimbaud lo movía eso mismo. Puede que no haya escrito tanto como nos gustaría, pero ha quedado inmortalizado en numerosas fotografías, retratos e ilustraciones, para que lo sintamos entre nosotros.

La cartografía de los retratos que existen de Rimbaud es inmensa. A través de ellos podemos encontrarnos con diferentes niños y hombres dentro de ese poeta al que muchos admiramos. Hace un tiempo encontré un artículo que analizaba a fondo los pasos de Rimbaud a través de sus retratos. De ahí he tomado la idea del artículo y algunos detalles; no obstante les recomiendo que lean el original porque es muy interesante.

Gracias a las fotografías que se conservan de Rimbaud se pudo reconstruir gran parte de su vida; nacido en el seno de una familia francesa que vivía en las provincia, Arthur creció en una sociedad conservadora y sencilla. Existen dos fotografías que lo demuestran; una de ellas en su primera comunión, la otra en una reunión en el liceo del pueblo.

Los primeros pasos de Rimbaud también fueron inmortalizados. Su primera publicación fue en 1870 en un periódico conocido bajo el nombre de «Le progrès de les Ardennes; publicado por una editorial que además contaba con un estudio fotográfico donde Arthur se hizo una fotografía que se tituló: “Fotografía artística e industrial”. Se cree que en esa época surgió la vocación de Arthur por la fotografía; posiblemente tuvo acceso al trabajo en el cuarto oscuro y aprendió a manipular una fotografía; no obstante, no se registran documentos que puedan probarlo.

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Rimbaud, París y la fotografía

Su primera estancia en París también estuvo vinculada con la fotografía: se hospedaba en la casa de Charles Cros, un hombre que se dedicaba a este arte. En su casa se realizaban reuniones literarias y musicales y él inmortalizó esos instantes con decenas de instantáneas, en muchas de las cuales se encuentra nuestro Rimbaud. A Cros le apasionaba la fotografía y fue uno de los primeros fotógrafos que se animó a explorar el mundo de los colores, abandonando la etapa monocromática. Esta relación marcó profundamente a Arthur, y posiblemente inspiró su gran interés por los colores.

Una de las imágenes más famosas de Rimbaud es sin duda aquel retrato de Étienne Carjat en el que vemos a un Rimbaud jovencísimo y bello. En él vemos a un niño recién llegado a la capital, lleno de inocencia y de ilusión: una de las fotografías más inspiradoras de la poesía francesa ¡qué duda cabe! Si bien la mayoría está de acuerdo con que esta fotografía fue tomada por Carjat, muchos opinan que en realidad es anterior, posiblemente tomada cuando Rimbaud todavía estaba en su pueblo y que lo que Carjat hizo fue darle cierta popularidad. Incluso algunos opinan que la imagen del Rimbaud niño, tímido y vivaz, y la del joven visionario encarnando un verdadero personaje, provienen de la misma fotografía.

Los retratos de Carjat

En el siglo XIX un retrato era elaborado con minucioso detallismo. Se componía la imagen en pequeños fragmentos donde cada elemento o símbolo estaba por algo: a través del retrato de un artista se enviaba un discurso que permitía que el mismo entrara en la sociedad a través de un modelo determinado, y su imagen permitía que el mensaje pudiera ser leído y aceptado por el pueblo. Cada detalle de la pose y del escenario era estudiado cautelosamente para introducirse en el conocimiento social de una forma indeleble.

Pero Carjat era diferente; en sus fotografías vemos mucha originalidad y se dice que él intentaba mostrar al artista como él deseaba que se le viese y no como el sistema esperaba que se presentara.

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¿Qué habría pasado si Carjat no hubiera tomado ese retrato o si Rimbaud no se hubiera acercado a Verlaine? Quizás hoy no lo recordaríamos como lo hacemos, porque no formaría parte de la ilustre galería de artistas franceses de las letras. En una realidad paralela, en el año 2014 Rimbaud ya no viviría, pero tampoco tendríamos su poesía, lo que cambiaría indefectible nuestra vida.

Siguiendo con su vida y la fotografía cabe mencionar que a partir de esa imagen la vida de Rimbaud cambió. Y esa sería el primero de muchos otros retratos que le harían formar parte de miles de libros sobre poesía y objeto de decoración de millones de paredes a lo largo de todo el mundo y en diferentes momentos históricos.

Las nueve imágenes que inmortalizaron a Rimbaud

Pese a haber formado parte de una época en la que las instantáneas no estaban tan de moda, se conservan muchas fotografías de Rimbaud, para ser exactos, nueve. Tomadas en diferentes momentos de su vida y que nos permiten ponerle rostro al autor de poemas como «A la música» y «El ángel y el niño».

Tenemos varias fotografías de Arthur Rimbaud pero el genio se ha ido. Podemos revivir una a una sus poesías e intentar aferrarnos a su «recuerdo», construido por generaciones y generaciones de personas apasionadas por su poesía y temerosas de la muerte. Pero, lo único cierto de todo esto es que él se ha marchado y que no conoció la inmortalidad, no obstante a sus fotos.

¿Por qué decimos que las fotografías inmortalizan? Me quedo buscando la pócima para extender esta vida tan corta: olvidaba decirlo, también soy artista.

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