Existe la teoría de que la noche es el mejor momento para escribir: cuando el mundo se halla en calma, cuando todos han dejado de gritar y se han decidido a apagar los ojos hasta otro día. Sí, dicho así suena a «no hay ningún otro momento del día idóneo para escribir»; sin embargo, por suerte, no todo es tan estricto. El momento del día ideal para centrarse en la escritura no es uno determinado; depende de la persona y del momento de su vida.
Hace unas semanas les traje una lista de algunos autores noctámbulos, asiduos a la noche y decididos a no escribir en ningún otro momento del día. Hoy quiero romper con esta teoría de que estamos hechos para la noche citando a varios escritores que prefirieron o prefieren el día para dedicarse a las letras.
Soler, Burgess y Asimov rutinas saludables
La organización y la disciplina es sin duda una de las mejores decisiones que puede tomar un novelista; posiblemente sea la única forma de imponerse la rutinaria tarea de leer, escribir, corregir durante meses y años una misma historia sin que los problemas personales afecten al normal desarrollo de la historia (dudo de que esto sea del todo posible, sin embargo).
Disciplinados los hubo y los hay. Anthony Burgess fue uno de ellos quien se imponía la escritura de un mínimo de 300 palabras al día y hasta que no lo conseguía tenía prohibido levantarse de la silla.
Según Antonio Soler es poco saludable levantarse y sentarse inmediatamente a escribir. Dice que él, antes de aferrarse a las palabras y el trabajo, se ducha, desayuna, sale a comprar el pan y recién entonces se dispone a encerrarse. Un mecanismo saludable ¡qué duda cabe! Que no sólo parece darle resultados a él sino que además trae cosas maravillosas para la literatura (sólo basta leer una de sus novelas para comprobarlo).
Isaac Asimov también era disciplinado. Su jornada laboral consistía en 8 horas de trabajo intenso, que no cesaba ni siquiera en los días festivos. Con ese horario tan inflexible no me extraña que haya escrito esas historias fascinantes de robots que buscan un punto de fuga ante las imposiciones sociales.
Para mantenerse saludables como King y Murakami
También Stephen King es un hombre disciplinado. Su horario de trabajo comienza a las 8 de la mañana, con una taza de café que lo ayude a aclarar las ideas. Su manía no es sólo de horarios; además debe escuchar música y es sumamente riguroso en el orden de su escritorio donde ningún papel puede tomar la decisión de desmoronarse.
Haruki Murakami pertenece a ese grupo de autores difícil de ubicar en el grupo de los diurnos o los noctámbulos, teniendo en cuenta su peculiar disciplina. ¿Se imaginan levantarse a las 4 de la mañana para ponerse a escribir? Pues así lo hace el autor nipón, que trabaja 6 horas y después reserva una hora para hacer deporte (corre 10 km) y todavía le queda tiempo para leer y escuchar música antes de volver a la cama, a las 9 de la noche. Teniendo en cuenta esta ordenada vida no me extraña que se mantenga tan fantástico a los 66 años ni que sea tan prolífico.
Escribir de día
Ernest Hemingway también tenía sus manías (no sé por qué no me extraña). Se levantaba temprano porque decía que era mejor la mañana para escribir; así el calor de la tarde no podía ser una excusa plausible para no trabajar. Además, se imponía de forma diaria la escritura de 500 palabras.
Eloy Tizón es otro escritor que prefiere escribir de día. Así nos lo contó en la entrevista que publicamos hace poco. Se levanta temprano y aprovecha las primeras luces del día para concentrarse en sus textos. Si fuera posible escribir como él, intuyo que a ninguno de nosotros le molestaría comenzar el día tempranito. Supongo que leerlo puede servirnos de evidencia para descubrir que el día también tiene mucho para ofrecernos.
Hay autores que prefieren la noche con sus luces y su oscuridad mientras que otros se decantan por la luz natural y el momento en el que la vida está ahí contándonos historias y ayudándonos a disfrutar de las letras. Sin lugar a dudas, lo mejor que puede hacer cada uno de nosotros es descubrir cuál es el momento en el que se siente más libre y más productivo, ese momento en el que descubre que puede dar lo mejor de sí mismo.
En mi caso me gusta trabajar de día porque disfruto tanto de la escritura como de las horas de sueño; lo que sí creo, es que podría aprender de muchos de estos autores la disciplina y rigurosidad a la hora de trabajar: la literatura es un arte pero también un oficio que exige concentración y voluntad de nuestra parte si queremos progresar.
¿Y ustedes, se consideran escritores diurnos o noctámbulos?
Comentarios2
Está claro que cada persona es un mundo y éste se rige por rutinas distintas. Estoy más cerca de los de hoy que de los nocturnos anteriores.
Un abrazo, Tes.
Sólo escribo cuando siento la necesidad, cuando no es así me dedico a otras tareas y, eso es en lo que estoy actualmente. Leer es distinto, casi tengo que leer a cada momento.
Saludos.
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