Muchos autores han hablado de la aniquilación que ha padecido el pueblo judío durante el nazismo, sin embargo nunca es suficiente porque este hecho es uno de los más nefastos y escalofriantes que nos hacen dudar de nuestra especie y que nos convierten a todos en responsable de semejantes atrocidades.
Existen cientos de libros que datan de la memoria, hechos reincidentes son el holocausto, las guerras mundiales, los conflictos raciales y las conquistas, y numerosos autores se han acercado al sufrimiento de los pueblos y los han expresado, para que quede constancia de lo vivido, para que las desgracias que han sacudido a las sociedades no queden en el olvido, sino que sirvan para que ciertas cosas no vuelvan a ocurrir.
Herta Müller y la utopía
Leyendo «Hambre y seda» de la escritora rumana radicada en Alemania, Herta Müller, me encontré con una teoría que me ha resultado sumamente conmovedora y que deseo compartir con ustedes. La autora hace un análisis sobre el término «utopía» del que se valen muchos para creer que otro mundo es posible. Müller asegura que le teme a esa palabra, porque al pensar en ella piensa en la dictadura, que se valió de ellas para abofetear al pueblo.
El socialismo se basaba en una utopía aplicada, sin embargo al ser aplicada tuvo como resultado una dictadura, ¿por qué entonces ella debe saborear esa palabra? Al revés, le tiene miedo, escucharla le pone la piel de gallina.
Dice Müller que quienes acusan al socialismo de no ser un «verdadero socialismo» no comprenden en verdad lo que dicen, o quizás no hayan sufrido las consecuencias de uno como el de Nicolae Ceauşescu, pero ella que lo padeció no puede estar de acuerdo con esta afirmación. Más allá de las teorías, la ideología que ella vio como humillaba, cercenaba y mataba seres inocentes fue el socialismo, o al menos ella quiso autodenominarse socialista, «no fui yo quien le puso ese nombre«. Da igual el nombre que tengan las ideologías, lo que importa es lo que hagan, después de todo para qué nos sirve una ideología política si no es para llevarla a cabo.
Müller es un ejemplo de autores que lo dejan todo por la libertad, que no se cansan de decir lo que piensan y de denunciar aquellos hechos atroces que dañan la vida de los pueblos.
Grossman y Ehrenburg, censurados
Provenientes ambos de familias soviético-judías, Grossman y Ehrenburg deseaban mostrar a través de su trabajo los terribles actos cometidos por los nazis contra el pueblo judío no sólo en Alemania, sino también en otros países del este de Europa.
Formaban parte de un equipo de trabajo de investigación que elaboraba documentos que dejaran constancia de lo acontecido en el Holocausto. Reunieron documentos oficiales con testimonios estremecedores de personas que habían estado en Auschwitz en aquel nefasto 1945, año decisivo en la historia del pueblo judío en un libro que lleva el nombre de «El libro negro» y donde figuran esos testimonios de violaciones en masa, sadismo, inanición, quema de personas, estrangulamiento, gases letales, en su momento no consiguieron publicarlo, ahora sale a la luz.
Este libro como muchos otros escritos durante la etapa soviética de Rusia, ha sufrido una historia controversial. Pese a mostrar una realidad que era necesario que fuera de conocimiento público, durante el período de Stalin no pudo publicarse, y recién llegó a las librerías rusas en 1993.
Ilyá Ehrenburg cuenta en sus memorias tituladas «Gentes, años, vida» que comenzaron con Grossman a investigar los crímenes en el año 1943, basándose en documentos oficiales donde se reunían diarios, cartas personales, relatos de víctimas supervivientes o de testigos de la aniquilación de los judíos en los territorios ocupados; participando en un equipo en el que colaboraban personalidades importantes, como el físico Albert Einstein y alrededor de cuarenta periodistas.
Pese a que el gobierno de Stalin estuvo de acuerdo y apoyó la formación de ese comité de investigación, luego de la invasión de Alemania a Rusia, pero poco después no estuvo de acuerdo con que fuera publicado el resultado de dicho trabajo e incluso muchos de sus autores fueron ejecutados. Cabe aclarar que no ayudó que muchos de ellos fueron más allá de las investigaciones sobre la situación de los judíos, y como Grossman permitieron que salieran a la luz debilidades del gobierno o cuestiones que no convenía que el pueblo supiera. En el caso de Grossman, dejó al descubierto la corrupción que había en la Rusia de Stalin y también el espíritu xenófobo que podía percibirse en las calles.
Literatura en favor de la memoria
El libro negro ve la luz recién en nuestras librerías, muchos años después, permitiendo que conozcamos esas realidades de las que tantos han hablado pero que aún hoy y siempre van a estremecernos, las violaciones en masa, el sadismo, las quema de personas vivas y toda clase de humillaciones y maltratos.
Cuando el autor Grossman se acerca a Treblinka, luego de la «visita de los nazis» y ve todo el campo desmantelado piensa:
No, no puede ser olvidado, porque los hechos son devastadores, y por eso este libro debe ser leído, porque hace referencia a ese período de la historia europea que parecemos olvidar, y que necesita volver a estar en nuestra mente. En esta publicación, llena de testimonios aterradores, podremos acercarnos a la verdadera historia del Holocausto, como nunca fue contada,
En el aporte de Grossman al libro negro puede leerse en repetidas ocasiones lo mismo, que todo lo acontecido no fue fruto de un rapto de odio o locura que fue contagiándose, sino que fue un hecho premeditado. Asegura que es erróneo tener la percepción de que fue un caos irracional el que llevó a la profanación y destrucción de tantas vidas y paisajes,
Cuando Grossman regresó a Berdíchev, su ciudad natal, considerada por los antisemitas como la capital de los judíos, ve que «Todo un pueblo ha sido brutalmente exterminado«, se encuentra con el lugar donde fue arrojada su madre y se enfrenta con una mezcla de dolor y tristeza provocada por el odio contra un grupo. A partir de ese día, comenzó a escribir acerca de lo sucedido, entrevistando a las víctimas y buscando el modo de hablar por los que reposan bajo tierra.
Volviendo a mencionar a Müller y la palabra utopía, me quedo con una frase:
Y por esos millones que tiemblan y que sufren las nefastas consecuencias de los regímenes es que no debemos olvidar, por todos esos millones de almas a las que les es amputada la libertad de crecer libres, sin estructuras opresivas, es que se necesitan autores que le den importancia a la memoria, que cuenten lo ocurrido, que no permitan que el olvido caiga sobre esas muertes inocentes, para eso sirven estas lecturas, para recuperar el recuerdo e impedir que el pasado se vuelva presente en nuevas utopías que no sabemos en qué pueden terminar. Para eso autores como Müller, Ehrenburg y Grossman son imprescindibles en nuestro mundo.
Debes estar registrad@ para poder comentar. Inicia sesión o Regístrate.