Volvemos a Ilandor, ese mundo exquisitamente construido por Ernesto Domenech. Un universo donde los personajes destilan una inmensa valentía y que ofrece un elegante estilo narrativo. Encontrar el tono para una novela no sólo es darle la voz adecuada a sus personajes sino también saber ubicarse en el léxico de ese mundo, en los tiempos de la conversación y la narración.
En «El baile de los seis reinos» de Ernesto Domenech nos sumergimos en un mundo sorprendentemente amalgamado donde el lenguaje parece el único aceptable para él. Gracias a la editorial Acen hoy podemos disfrutar de esta maravillosa novela. No dejen de darle una oportunidad para disponerse a realizar un viaje inaudito.
En la primera parte de la saga titulada «Crónicas de Ilandor» conocimos al protagonista de estas historias, Gadel. Esa obra, «Los viajes de Gadel» fue una primera novela impresionante: las primeras partes no siempre son buenas, sin embargo en el caso de Ernesto Domenech nos ofreció un comienzo de saga sumamente intenso, narrado con frescura, inteligencia y sensibilidad. Cuando supe que este joven autor había vuelto a las andanzas; o mejor dicho había empujado nuevamente a Gadel a los caminos, me dio una gran alegría. Me acerqué a esta lectura llena de expectativas, y lo cierto es que no me ha defraudado ni un milímetro. Espero despertar en ustedes la curiosidad de acercarse a este universo mágico donde dolor, ternura y deseo se van abriendo paso a través de las emociones y las experiencias de Gadel.
El destino y el amor: hilos conductores de la aventura
Los conflictos de muchísimas obras monumentales se originan en la pérdida, y esta novela comienza haciéndonos tomar consciencia de todo lo andado en la primera parte; sentándonos en el foco del conflicto. Con una rotunda cita del propio autor esta historia se abre camino para dejar constancia de la importancia de escuchar nuestro corazón sin miedo porque más miedo deberían tener aquellos a quienes sus corazones no les dice nada.
Después de las numerosas pérdidas a las que debió enfrentarse Gadel se interna en un nuevo viaje, que en realidad es una extensión del mismo: un camino para descubrirse, definirse, para saber cuál es su lugar en la tierra.
Hay, tanto en la primera parte como en ésta una constante tensión que se teje entre lo que el mundo espera de Gadel y lo que él desea, y entre el amor que siente por Nessa y la necesidad de seguir fiel a su destino. Pero, y esto es algo más interesante: el objetivo del viaje nunca está del todo claro. Sí, hay estaciones, sitios a los que debe ir, gente con la que se encuentra y lo ayuda o le complica la vida, pero en realidad el objetivo magno del viaje no está del todo definido; no para él que, a cada paso, descubre cosas nuevas en su interior y en sus capacidades, y se sorprende junto con los lectores de que su historia no es una más, que ha nacido para ser un héroe. Pero su poder no va a serle rebelado hasta que esté realmente preparado para asumir su destino. Este viaje que emprende Gadel podría presentarse como una analogía de la búsqueda espiritual de cada persona; el descubrimiento de nuestras capacidades, la aceptación de nuestra identidad y la necesidad de hacer algo maravilloso en el poco tiempo que tenemos de vida.
Al comienzo de la historia hay dos certezas: la necesidad de destruir el mal que rodea Elae y emprender nuevamente el camino junto a Nessa. La búsqueda del destino y el amor son los dos elementos que mueven al héroe siempre a ponerse marcha; son como un sopapo y la forma en la que Domenech plantea este sonado engranaje y que procede en su narrativa lo ayudan a amalgamar una novela llena de aventura y peligros porque el camino nunca es fácil, pero también de amor, de amistad, de compañía.
Afrontar el dolor
Tanto en las «Crónicas de Ilandor como en esta segunda parte, el dolor es uno de los protagonistas. Domenech viene a decirnos que no es posible emprender la búsqueda dejando al margen la pérdida; es decir, que sólo asumiéndola podemos llevar a cabo nuestro objetivo. Sustituir el dolor por felicidades aparentes no cambiará las cosas, aunque pueda resultar muy vistoso el parche tarde o temprano nos veremos obligados a sacarlo y entonces puede que la verdad nos duela más.
Una de las cosas a las que se enfrenta Gadel en este libro es a la consciencia de su mortalidad. Su sufrimiento se encuentra enraizado (como el de todos los seres vivos, intuyo) en la sensación de que esto que tiene es breve. Y es éste un miedo (horror, quizá) que lo lleva a sufrir con más intensidad cada momento, cada pérdida y que le juega en contra a la hora de asumir su camino.
Pero a lo largo de la narración podemos notar sus avances, sus reincidentes intentos por asumir el dolor y en este arduo camino serán fundamentales sus compañeros de viaje; pero, sobre todo, su fuerza de voluntad y su deseo de llevar a cabo su destino.
El camino del héroe
Hace unos días hablábamos sobre «El peso del corazón» de Rosa Montero y creo que hay un punto en el que ambas historias se encuentran: en ser vías de crítica de la realidad. Sin duda la fantasía otorga una perspectiva alucinante a través de la cual se puede analizar en profundidad la existencia y dotar de sentido el sinsentido en el que vivimos o intentar corregir lo que vemos que va desviado.
Domenech se postula contra el poder en manos de unos pocos, contra las guerras, contra el egoísmo, contra el fanatismo. Hay en sus dos libros un intento rotundo de recuperar nuestra relación con la naturaleza y con las actitudes que nos vuelven seres bellos: la compasión, la humildad, la entrega. Nos ofrece para ello a un justiciero que no puede llevar a cabo solo su tarea, y que se apoya en la fortaleza de los otros para alcanzar sus metas. El sentido de unión y convivencia de ambos libros me parece una lección para todos nosotros, humanos individualistas.
De este modo, Lorion, Hilbert y Nessa serán pilares imprescindibles para ese camino de Gadel; él sólo no podría haber conseguido llegar al final de su viaje; como ninguno de nosotros puede hacerlo sin el cariño, el apoyo y el aporte de los otros. Este me parece un detalle importante, ya que dota a Gadel de realismo aunque lo ubica en un mundo de fantasía. Al igual que hiciera Tolkien con sus personajes; Domenech otorga al protagonista una compañía necesaria para llevar a cabo sus objetivos. No sólo para ayudarlo a enfrentar los peligros sino también para enfrentarse con sus propios miedos, sus dolores y sus estupideces. Sí, he escrito estupideces, porque como todo humano, también Gadel a veces es torpe, terco y algo estúpido.
Y ya termino. Lean a Ernesto Domenech porque hay en su manera de entregarse a la escritura un empeño por recuperar (o reafirmar) la importancia de las pequeñas cosas, los mínimos instantes, los ahoras; esta característica me lleva a leerlo con la misma ilusión con la que me enfrenté a mis primeras lecturas, las novelas de Salgari o de Verne. Pienso que leerlo puede ser una magnífica forma de recuperar la ilusión y el entusiasmo por el universo de las palabras; quiero decir, de vivir (con todo lo que ello implica) a través de la lectura.
El baile de los seis reinos
Ernesto Domenech
Editorial Acen, 2015
222 páginas
12,95 €
Comentarios2
Tomo nota de este joven autor que desconocía. El género que comentas me gusta mucho. Ay, qué pena tener tan poquito tiempo para leer! Gracias por tus reseñas, Tes. Un abrazo.
Sí, el tiempo es el peor enemigo para los que amamos la lectura; habrá que poner toda nuestra esperanza en la jubilación para emborracharnos de lecturas. 😉
Un abrazo grande también para ti.
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