«Bajo la luz, el cepo», de Olalla Castro —Poesía Hiperión— es un poemario sobre la invisibilidad de la mujer en la Historia. La expresión poética del silencio institucional y la búsqueda rabiosa de una reescritura que nos contemple como parte de la Historia, son los puntos de anclaje de un libro conmovedor.
Aunque cada año son asesinadas 87.000 mujeres en todo el mundo, todavía hay personas que consideran que las feministas exageramos cuando denunciamos la violencia machista sobre nosotras. Basta echarle un vistazo a cualquier estadística para comprobar que es una verdad. Y como tal, hay que hacerla visible. Pero esta violencia no es algo exclusivo de nuestro tiempo; se trata de un mal histórico que ha aplastado nuestra creatividad e implantado nuestra sumisión, a cambio de preservar la vida. Pero se ha acabado. El grito en el silencio. Eso es «Bajo la luz, el cepo» de Olalla castro (Hiperión), que supone un viaje a través de la Historia en el que se ponen sobre la mesa las experiencias de diversas mujeres (reales e imaginarias) en entornos fascistas (reales). Un libro doloroso, pero cierto y necesario para infundir en nosotras el valor que no va a darnos esta sociedad capitalista en la que vivimos. ¡No dejes de leerlo!
Si la historia la hubiéramos escrito nosotras
¿Y si John Franklin hubiera sido Victoria, una mujer valiente y aventurera en un mundo de hombres? ¿Y si aquellas historias de los descubrimientos hubieran sido contadas por una de nosotras? ¿Y si se les hubiera permitido a las histéricas del Hospital de La Salpêtrière narrar el origen de su daño-angustia? ¿Y si alguna de las mujeres que fueron exiliadas forzosamente en Kalaupapa escribiera sobre la experiencia, sobre la esperanza dormida en toda vida?
Estas voces silenciadas son las que recupera Olalla en «Bajo la luz, el cepo». Apoyándose en cuatro situaciones históricas que abarcan un período que va desde 1845 hasta 1869, Olalla hace hablar a un grupo de mujeres que siendo atravesadas por esas situaciones las explican. La mirada difiere de la forma en la que esos momentos han sido mirados por la Historia, siempre tan masculina y tan pedante. Olalla se pone en la piel de esas mujeres, reconstruye sus voces y sus miradas e intenta abrazar una nueva idea de lo que el descubrimiento implica para los pueblos arrasados y de lo que la reclusión puede provocar en las mentes de quienes la padecen. Es decir, se abraza a la realidad desde aquellas que han sido señaladas y enjuiciadas por la Historia e intenta sintonizar con su realidad para explicar las cosas desde otro ángulo.
Si la Historia hubiéramos podido escribirla nosotras, habría sido bien diferente. Porque a nosotras, que se nos ha negado la voz, no nos interesa arrebatarles a los otros su dignidad, sus tierras, su independencia; lo que deseamos es abrazar lo que a nosotras nos pertenece. Y en ese pertenecer, nuestro lugar en el Historia, nuestra voz y opinión en los acontecimientos que marcaron un antes y un después en la evolución de las sociedades. Ciertamente si hubiéramos podido participar de una forma más activa en todo esto, la vida y el mundo serían algo muy diferente a lo que conocemos.
De la luz que persiste
Aunque no nos miramos, estamos juntas. Porque todo silenciamiento es un asunto político que nos concierne a todas. El empeño de la educación clasista y religiosa que hemos recibido por convertirnos en mujeres sumisas y capaces de incorporarse a las necesidades institucionales del sistema puede caer en saco roto si somos capaces de levantarnos, de hacernos esas preguntas –qué, por qué, adónde, quiénes–, de entender nuestra situación y de no conformarnos. Esta es un poco la idea que propone Olalla a través de este libro. Parece una invitación para todas nosotras: «no nos conocemos, pero estamos juntas en esto». En ese sentido, me parece que este libro, al margen de su valor poético y estético, vale como un artilugio político, como una bandera de guerra a la que aferrarnos en los tiempos de oscuridad.
«Bajo la luz, el cepo». Partimos ya con un título extraordinario que nos permite hacernos a una idea de lo que encontraremos en el interior de sus páginas. Muchas historias de mujeres que han sido condenadas a vidas infelices y en cuyo interior la llama no se apaga. Porque hay luz en las sombras. Porque sin duda, si no hubieran existido esas mujeres capaces de rebelarse a su tiempo, todavía estaríamos más lejos de conseguir igualdad de condiciones en algún aspecto de nuestra vida.
«Bajo la luz, el cepo» es una revisión de la historia de numerosas mujeres que han vivido la violencia institucional; y cuando decimos institucional nos referimos a todos los entornos en los que se desarrolla nuestra vida. Desde la familia, pasando por la escuela y en un nivel más amplio, el sistema capitalista para el cual seguimos significando exactamente lo mismo que las mujeres esclavas del siglo XIX. Es, en definitiva, un libro-denuncia que ofrece una mirada crítica sobre nuestro lugar en el mundo.
De la violencia histórica al feminismo
Es éste también un homenaje al despertar del feminismo. Un libro que podría servir para contradecir las voces que aseguran que el feminismo es una moda. Las modas pasan. El feminismo tiene su genealogía, que viene de tiempos antiquísimos. Y tiene también su futuro, a diferencia de las modas –pasajeras e inútiles–. El feminismo tiene también sus objetivos de cara al porvenir, por lo que sabemos que nunca va a desaparecer. Y aunque muchas modas intentarán apropiarse de este ideal de libertad, de nosotras depende que no lo consigan.
La conciencia feminista despierta en un determinado momento. Todas y algunos hemos pasado por esto. Ese día en el que fuimos conscientes de que nuestros hermanos tenían privilegios de los que nosotras no podíamos gozar, ese día en el que entendimos que todo lo que se esperaba de nuestros cuerpos era la maternidad, ese día en el que entendimos que nuestra voz siempre se oía con menor intensidad que la de nuestros hermanos varones. El despertar tuvo un origen. Y tendrá una meta.
En este libro, Olalla nos invita a despertar en la mirada sobre la Historia. Es decir, en una revisión sobre la forma en la que se ha narrado la Historia de nuestras sociedades. En un siglo de numerosos cambios, de profecías que se convirtieron en realidad, miles de mujeres sufrieron la esclavitud de formas diferentes.
En un siglo en el que nuestra visibilidad parece estar ligada al descubrimiento de los males de las emociones, ¿qué pensábamos-vivíamos nosotras? Ésta parece la pregunta de la que devienen estos poemas. Las mujeres hemos sido miradas, observadas y contadas desde el desprecio y la incomprensión, ¿cómo se sentía ese desprecio en el cuerpo de las protagonistas? Necesitamos luz en la Historia, eso parece querer decirnos Olalla, en un poemario que surge de la inquietud que produce la contundencia de lo narrado –como esas mentiras elaboradas que deben reforzarse para parecer menos falsas– e intenta revivir un día a día cierto pero olvidado, incluso por muchas de nosotras.
La luz opaca de los hombres
Mientras los hombres aseguraban haber descubierto la luz y el futuro de la especie, nosotras (porque no nos miramos, pero somos hermanas) éramos conminadas a permanecer en las casas. Mientras ellos viajaban, las mujeres debían (debíamos-debemos; ¡qué poco ha cambiado todo!) proteger a la prole y mantenerse en las sombras. Pero algunas mujeres se saltaron las normas, y buscaron un camino distinto. Sin esas mujeres muchas no habríamos podido salir de la cueva.
Y todo esto me recuerda a un momento en mi infancia en el que mi hermano mayor me dijo «el campo no es lugar para una mujer sola». Yo me enfurecí y le dije que yo nunca iba a irme del campo y que tampoco me parecía justo que el único modo de quedarme fuera casándome. Su afirmación, sin embargo, instauró un abismo en mí, que todavía creía que casa era seguridad y espacio propio. Hoy pienso que posiblemente esa frase haya tenido algo que ver con mi decisión de huir de ese campo, pero también con la de vivir en otro campo, más lejos. Y ha vuelto a mí ese recuerdo porque también leo en este libro que la forma de contradecir lo que se dice e intenta hacerse con nosotras es apropiarnos de ese miedo, de esa inmovilidad que se nos inyecta desde crías y recomponer un mundo donde seamos centro y materia viva. Ellos creen saber lo que es bueno para nosotras, creen entendernos y ni siquiera han tenido el decoro de preguntarnos ¿quién eres y qué deseas?; nosotras tardamos en preguntarnos qué queríamos, pero aquí estamos.
No quiero olvidarme de un último apunte que me parece importante. En lo estético, Olalla explora una poesía con la que me siento muy identificada, que me interesa como poeta y como lectora. La poesía como un espacio donde narrar historias, sin renunciar al lenguaje de las imágenes y de las formas desvinculadas estrictamente de la narración. En su caso, sin embargo, el lenguaje no se desprende del discurso directo y, si bien esto ofrece una lectura fluida, no posee el brillo del vuelo de lo abstracto que tanto apreciamos de la poesía. Es sin embargo, un apunte absolutamente subjetivo, e intuyo que la decisión de tomar este camino posiblemente responda al fin primordial de esta obra: visibilizar, alumbrar la sombra de historias silenciadas, y hacerlo de forma contundente, sin ambages.
Hay que leer este libro para acercarse a un compromiso con nuestra identidad y una búsqueda sin miramientos sobre nuestra genealogía. Para reconstruir de forma imaginaria (pero certera) aquello que el ideal del patriarcado ha censurado y aplastado con su violencia.
BAJO LA LUZ, EL CEPO
Olalla Castro
Premio A. Machado 2018
Poesía Hiperión
978-849-002127-9
78 páginas
9,62 €
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