Los recuerdos muchas veces son insondables, se quedan pegados a nuestra memoria y se aparecen de maneras diversas, se vuelven sueños inalcanzables, fantasías, traumas… y en muchos casos, consiguen empujarnos a esta vocación acervada de dudas que es la escritura, para que los plasmemos.
Porque todo lo que no te mata te hace más fuerte y convertir en literatura las terribles experiencias de nuestra existencia puede ser una de las mejores formas de sobrevivir a esos pesados recuerdos y de volverlos algo necesario en nuestro paso por este mundo.
Así parece verlo Marcos Ordoñez, quien en su última obra sobrevuela esa esquina del recuerdo para acercarnos a una realidad densa, opaca y taciturna y motivarnos a mirar más allá de las lágrimas, para captar y cautivar la magia que encierra toda vida.
En este artículo hablaremos sobre su última obra «Un jardín abandonado por los pájaros» y sobre el autor.
Acerca del autor
Marcos Ordoñez nació en 1957 en Barcelona, donde todavía reside y trabaja de profesor de narrativa audiovisual y teatro. Algunas de sus publicaciones se titulan «El signo de los tiempos», «La esencia del guaguancó» y «Comedia con fantasmas». Cabe mencionar que es un aficionado al cine y que ha publicado también obras relacionados con este mundillo y el del teatro. Por otro lado, es columnista en diversos medios, entre los que se destaca la sección Babelia del diario El País.
En «Un jardín abandonado por los pájaros» Ordoñez se adentra en el rústico terreno de la adolescencia, ese período lleno de escabros y tropezones que podría definirse como uno de los más decisivos en la vida de una persona. Una historia que no sólo intenta plasmar los desajustes hormonales y psíquicos que vive un niño que va descubriéndose adulto, sino también la realidad de una familia que carga en su haber con una larga historia de tradiciones. Ordoñez explica:
El ejemplo de Nabokov
Una de las fuentes de mayor inspiración para poner en palabras esta historia fue la increíble novelaza de Nabokov «Habla, memoria«; una autobiografía de lo más particular ya que, como era de esperarse, Vladimir no podía escribir una biografía corriente, sino que armó una fantástica crítica de sí mismo y una recuperación de sus anécdotas y recuerdos a través del entrelazado de diversos relatos originales y divertidos, al mejor estilo de este escritor.
Pues bien, Ordoñez se apoya en este estilo particular para recrear una historia autobiográfica llena de detalles y curiosas alusiones a personajes de otro tiempo, tiempo por muchas personas compartido.
Muchos primeros forman parte de este libro: el primer recuerdo, el primer libro, el primer teatro que vieron sus ojos… y con esos primeros comienza a desarrollarse una historia que nos traslada a otro espacio y con la cual mucho de los lectores podrán sentirse identificados. Esta primera etapa, en la que descubrimos el mundo, en la que comprendemos que hay más cosas después de nuestro propio cuerpo.
Tradiciones familiares y relatos intimistas
Es una obra llena de experiencias intimistas pero también que permite reconstruir la historia familiar de los Ordoñez, en cuya rama también podemos reencontrarnos con las historias de diversas familias, con sus tradiciones, sus herencias, sus luchas y sus eternas peleas.
Es una obra donde se plasman las memorias familiares de Ordoñez, pero también las de decenas de lectores que se sentirán identificados y reconstruirán su propia historia, las de sus familias, las de su tribu…
Para los apasionados de las historias familiares posiblemente sea una bonita historia para reencontrarse con esa infancia perdida y sentirse cerca de los seres amados; y aquéllos que prefieren desenvolverse en un mundo menos atado al pasado y a las estructuras, seguramente les atrapará esta historia, llena de acontecimientos extraordinarios en existencias ordinarias.
Ordoñez expresa que la razón principal que lo llevó a poner en palabras esta autobiografía familiar fue la gratitud, la necesidad de agradecer por todos esos bagajes provenientes de sus ancestros y sin los cuales no sería tal cual es. Expresa:
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