Amos Oz es un escritor sumamente intimista y detallista. Su obra toca ese extremo delicado que hay donde termina la razón y comienzan los sentimientos y muestra la realidad de su pueblo a lo largo de las generaciones, siglos de utopías jamás alcanzadas, de discriminación y también de impotencia. Amos es un judío que vive en Israel y que pinta en cada una de sus obras lo triste que es el mundo cuando es gobernado por las ansias de poder y la indiferencia hacia las costumbres e ideologías de los que viven a nuestro alrededor.
Oz describe todo con una maestría que perturba. Se permite el lujo de detallar hasta las razones por las que funciona una estufa eléctrica, sin olvidar los modos y haciendo un uso precioso de los recursos literarios.
Una historia de amor y oscuridad
En su última obra, «Una historia de amor y oscuridad» nos cuenta su vida, sus desencuentros con los extremismos de su familia y sus propias ideas cerradas.
Es un camino fascinante en el despertar de la mente de un niño que vive recluído del mundo real, soñando lo que le aconsejan, viviendo conforme a una línea. Y en ese despertar aquel niño sufre, entiende o no el mundo, y descubre una de las mayores frustraciones que lo condenan, que la justicia no existe y que quienes odian siempre tendrán razones y explicaciones para hacerlo, sin importar qué hagan los que ellos hacen llamar sus enemigos.
En esta novela también existen conceptos literarios que podrían servir a aquellos que se sienten íntimamente apasionados por las letras, en este artículo hablaré acerca de uno de esos temas, el cual me ha resultado muy interesante, acerca del buen y el mal lector.
Lectores cotillas
Todo lo que Amos escribe asegura que es autobiográfico, porque son cosas que le han pasado o que ha pensado, o que le han ocurrido a seres cercanos o que ha imaginado que ocurrían, pero todas están relacionadas y han pasado por su persona por tanto tienen el carácter de autobiográficas.
Para él un mal lector es aquel que desea saber a toda costa cuáles de las cosas que se narran ocurrieron fehacientemente y cuales no, no soporta la incógnita de no saber si pudo o no ocurrir tal o cual cosa.
Amos define a este lector como «perezoso, cotilla y mirón» pues se pierde tanto en la veracidad de los hechos que olvida reflexionar acerca de ellos y no permite que la obra penetre en él. ¿Acaso le da más veracidad a una historia haber ocurrido realmente o no? ¿Existe alguna historia imaginaria que pueda no haber ocurrido?
Estos lectores desean saber lo que le ha ocurrido en verdad al escritor en la vida,y no aquello que ha narrado, tienden al amarillismo y se regocijan al pensar que semejante atrocidad se narra como un hecho real, las prefieren a historias imaginarias que pudieron ocurrir, se sienten más seguros con este dato.
Estos malos lectores piensan con gozo que Dostoyevski realmente contaba con una turbia tendencia de robar y asesinar ancianas, que Faulkner estuviera implicado en alguna relación incestuosa o que Nabokov mantuviera relaciones sexuales con menores. Llevan a tal punto su necesidad de realismo que objetan que si ellos no hubieran pasado por esas situaciones no podrían haber hablado tan claramente acerca de ellas en sus respectivas obras.
Saber buscar lo importante
Para Oz el verdadero corazón del relato no se encuentra entre él y su creador, sino entre lo que está escrito y el lector. No se trata de analizar al escritor a través de las historias, sino de pensar en nosotros mismos como lectores.
Amos se refiere a esa criatura que mantenemos encerrada en lo más profundo de la mazmorra, que a nadie mostramos, pero que nosotros conocemos bien y que intentamos ocultar por temor a que nuestros seres queridos se aparten de nosotros.
Todos somos una península rodeada casi por todas partes de agua negra y que se haya unida a otra península, lo cual la obliga a no mostrar lo que oculta bajo las aguas.
El buen lector no se pregunta si son hechos reales los que se narran o le han ocurrido al autor, se pregunta a sí mismo acerca de sus propias circunstancias y la respuesta que recibe puede ayudarlo a auto-conocerse más, aunque eso que descubra nunca lo muestre al exterior.
Dicho todo esto Amos recomienda a los lectores que busquemos la verdad no en los hechos reales sino dentro de nosotros mismos en lo que en nosotros genera tal o cual idea, lo que nos produce la maldad, las injusticias, el amor, la amistad y todos esos conceptos fundamentales que se trabajan en las novelas.
Sin lugar a dudas, si sabemos leer las obras de Amos podremos darnos cuenta que más allá de los hechos acaecidos en esas páginas existe una lucha fervorosa por el bien común, el deseo de que la paz sea una realidad y que los pueblos se hermanen de una vez por todas.
Comentarios1
¡Ah! ¡Genial forma de ver los textos; y tan real!
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