Buena junta

Hay gente que te contagia, ¡ay!, felicidad de felicidades, su amor apasionado por la vida, por el trabajo, pues su manera de ser es el reflejo más patente de la salud anímica. Busquemos la sombra de esa persona para darnos un refrigerio de sabiduría, y entender finalmente que la existencia tiene un sentido supremo y valioso para cada cual cuando se hace la tarea diaria con genuina entrega.

En tantas oportunidades llenamos nuestra pobre cabeza con las malas ideas que nosotros mismas inventamos. Y bien pronto, la maquinaria de los pensamientos empieza a descomponerse, pues muy mal uso le damos, y es entonces cuando nos descontrolamos y encontramos obstáculos para relacionarnos no solamente con los compañeros de trabajo sino también con nuestra propia familia.

Hay personas que tienen una notable visión del mundo y su incesante fluir, y se fijan una meta, y van hacia ella con el paso firme de su empeño sin considerar cuánto de sí dejan por la vía.

Tantos son los seres que perdida la brújula, desprovistos de viático, aún de amor propio, se encaminan a menudo hacia un punto muerto.

Pero yo hablaba de esos seres lumínicos, que no tejen problemas, sino descosen males propios e infortunios ajenos, y van clareando las mañanas pues sus buenas vibraciones se envuelven con el éter.

Ojalá nos pareciéramos a ellos.

Las personas tranquilas, risueñas, de buena voluntad y de corazón –permanentemente– abierto, aún en las más difíciles instancias, forman el resto de la humanidad que hace del Planeta un lugar donde aún se puede vivir y soplar algunas esperanzas.

¿Qué sería de nosotros si nuestro espacio vital fuera absorbido por las gentes que solo quieren echar una cortina oscura sobre nuestros emprendimientos, y desean tenernos al maltraer con sus quejas, sus palabras desabridas, su mala onda, su sentimiento despojado de sanas intenciones, su mal querer y su egoísmo?

Hagamos junta, pues, con las gentes que dan ejemplo de conducta rectilínea.

Después de tanto vivir, he llegado a la conclusión de que una acción inteligente que podríamos llevar a cabo todos los días es nutrir nuestro espíritu con el cariño de los calmos, de los serenos de corazón.

Necesariamente debemos ser selectivos.

Cuántas malas amistades han echado a fundir el ánimo de los hombres y de las mujeres.

Habla con un derrotista consumado más de una hora y el aire se te volverá irrespirable, y verás solo restos de oscuros nubarrones de lo que fue tu cielo.

Escucha razonar al pesimista, y al necio insistir en su necedad, y entenderás por qué es tan valioso buscar la buena compañía, y aferrarse a la familia aún con el viento en dirección contraria dentro de sus integrantes. La familia es siempre la familia. Esta verdad la escuché durante toda mi niñez. Lleva conversación con el optimista, con el triunfador, el luchador por excelencia, y habrás aprendido muchas lecciones que te servirán para seguir remando contra la corriente, si fuera necesario.

De niña, me juntaba con los niños, obviamente. Ahora que ya soy mayor, muy mayor, busco de nuevo la compañía de los niños, quienes con sus revelaciones ingenuas me hacen pensar que la existencia tiene su lado saludable. Hágase siempre la voluntad de los optimistas y alegres.

Comentarios3

  • Pruden

    Llevas mucha razón, Delfina. Las personas negativas, las del "mal-meter" (no está en el diccionario, léase chismosas), las iracundas; son como atmósferas irrespirables que intoxican el alma.
    Sería ideal rodearse siempre de personas animosas, portadoras de paz y tan candorosas como los niños. Ellos son la mejor medicina para el espíritu. Gracias por compartir tan bellas reflexiones.
    Pruden

  • Delfina Acosta

    Olvidasta mencionar a tu preciosa mascota, a la que mando un beso lleno de cariño. Yo tengo dos perras que tienen buena onda, como la tuya, seguramente.
    Un abrazo, Pruden.

  • maria clementina

    hola Elvina, me encantó leerte,excelente artículo ,pienso como tú.
    te escribí un mensaje hace tiempo tú lo recebiste?me encantaria saber como estás y mis poemas, tú los has leído?.me gustaria de saber tu comentario,un fuerte abrazo,maria clementina



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