Uno de los mejores dramaturgos del teatro inglés de todos los tiempos y el más destacable de la época isabelina es, sin duda alguna, Christopher Marlowe. Un autor este que a lo largo de los años ha sido eclipsado en cierta medida por su contemporáneo William Shakespeare en el que influyó artísticamente hablando.
Muchas leyendas han existido sobre la figura que nos ocupa, incluso aún hoy existe una teoría que viene a afirmar que algunas de las obras que conocemos como propiedad del autor de Romeo y Julieta en realidad son de Marlowe. Pero lo cierto es que no se ha demostrado nada al respecto.
Pero este no es el único misterio que existe entorno a este escritor inglés pues también se ha hablado de que ejerció como espía al servicio de la Reina, de que se caracterizaba por su marcado ateísmo y por su carácter violento.
Lo cierto es que hasta el final de sus días fue una figura nada típica pues incluso la muerte la encontró en 1593 en una reyerta nocturna en la que una daga atravesó su rostro y el cerebro.
Pero dejando a un lado todos estos hechos, Marlowe ha sido uno de los dramaturgos más importantes de la Literatura Inglesa de todos los tiempos, de ahí que, como ya mencionamos anteriormente, fuera tomado como referente por autores posteriores, incluido Shakespeare.
Y es que él, entre otras cosas, consiguió modernizar el teatro e introdujo el verso blanco (composición poética que se caracteriza porque no tiene rima y porque usa métrica muy regular) en el mismo.
Su primer éxito en los escenarios londinenses llegó gracias a Tamerlán, el Grande (1586) donde se narraba la historia de uno de los últimos conquistadores de Asia Central que a su vez fue uno de los más importantes representantes del poder nómada.
Al poco tiempo lanzó otra de sus obras más reconocidas y alabadas: La trágica historia del Doctor Fausto. En ella se nos acerca a la leyenda de Fausto desde otro punto de vista: este no es más que un hombre marcado por su condición carnal.
La corona en el teatro de Marlowe
En un momento donde la monarquía era uno de los ejes vertebradores de la sociedad era inevitable que el dramaturgo que nos ocupa no plasmara esta en las páginas de sus libros. Muestra de ello es El judío de Malta. Eduardo II, un trabajo donde se habla tanto de la llegada al trono como de la posterior caída de este rey. Y lo hace planteando un sinfín de conflictos religiosos, políticos y sociales a través tanto del drama como de la comedia.
El judío Barrabás es la figura que nos va guiando por ese entramado complejo de situaciones donde la tradición, la venganza y las traiciones serán las auténticas protagonistas de este relato en el que queda patente la crudeza de la condición del ser humano.
La matanza de París, que versa sobre los horribles acontecimientos del Día de San Bartolomé de 1582, o Dido, reina de Cartago, sobre la fundadora y primera reina de dicho lugar, fueron otras de las obras más significativas dentro de la bibliografía de Christopher Marlowe. Un autor al que quizás el tiempo no le haya dado el reconocimiento que se merece pero que indudablemente ha sido una pieza fundamental dentro de la maquinaría teatral inglesa.
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