Melma, un oso polar atrapado en un estanque. Un tigre blanco esperando que se abran los barrotes para saltar al afuera y saborear la libertad. Bruna Husky, una replicante llena de oscuridad que corre hacia un destino que no desea: la muerte. Melma, el tigre, Bruna, tan opuestos y tan parecidos. Internarte en el universo de Bruna Husky, meter el hocico en los tejemanejes que se ciñen en la burocracia de los Estados Unidos de la Tierra, es un viaje que te obliga a la introspección y a la vez que te permite huir por un instante de la realidad. En «El peso del corazón», Rosa Montero vuelve a ese universo y nos ofrece una historia llena de ternura, drama y sobre todo, de realismo.
Gracias a Seix Barral hoy contamos con esta maravillosa novela que se encuentra a medio camino entre la ciencia ficción y el realismo sin abrazarse del todo a ninguno. Una vez más nos encontramos con la inteligencia y la ironía que se desprenden de todas las creaciones de la Montero que tiene una forma delicada y minuciosa de trabajar con el lenguaje.
Un universo distópico que cabe en nuestro tiempo
Estoy convencida de que no buscamos a los autores sino que son ellos los que se aparecen en nuestra vida, en el momento adecuado. De pronto se abre un libro y nos ilumina esa parte de nuestra vida que teníamos cegada y nos permite volver a respirar. ¿Cómo no quedar ligados a individuos que sin saberlo nos han dado tanto? Me ocurrió con Dostoyevski cuando era una adolescente y volvió a pasarme hace unos años con Rosa Montero. «El corazón del tártaro» llegó a mí como ese primer trago de agua que tomamos después de varias horas de sed. Fue una obra que me acompañó en un momento difícil y una Zarza a la que amé tanto que quise llevármela conmigo: mi pequeña hijita perruna lleva su nombre en homenaje a esta maravillosa criatura de Montero. Desde entonces leo con fascinación cada nueva obra de esta autora y, debo decir que nunca me ha decepcionado.
En «Lágrimas en la lluvia» Rosa Montero nos ofreció un universo distópico alucinante donde robots y humanos conviven (o malviven) en un mundo contaminado y ultratecnológico. En «El peso del corazón» vuelve a esa realidad para contarnos una historia donde hay misterio, drama y acción y, a la vez, invitarnos a reflexionar sobre diferentes aspectos de nuestras sociedades.
Bruna Husky es una androide que desconfía de todos y a quien le repugna especialmente esa autocomplacencia victimista, esa mitificación histérica de la identidad rep. Diferente al resto de los replicantes y extraña para los humanos, es una criatura huraña que se refugia en su soledad para no enfrentarse a sus propias emociones. Así, profundamente herida, deambula por la vida como un felino, evitando cualquier roce entre realidad y emociones para mantenerse a salvo, dice; aunque en el fondo sabe que es imposible mantenerse a salvo alejándose de los propios sentimientos. Porque, por mucho que quiera esconder lo que le sucede allá adentro en la cavidad de los deseos, las experiencias y la vida la van empujando a sentir y ella no puede resistirse. Bruna palpa la vida, la siente en todas sus venas y puja por alargarla todo lo que pueda, del mismo modo que un tigre tantea los barrotes que lo alejan de su libertad aguardando el instante en que esta línea que lo mantiene atrapado, desaparezca.
Recapitulemos un poco para situar a aquellos lectores que se hayan perdido la primera parte de esta preciosa historia. En el año 2053 la empresa brasileña VITAE desarrolló un organismo a partir de células madre prácticamente igual al ser humano y le puso el nombre de Homolab, que con el correr del tiempo fue llamado, simplemente, replicante. Existían cuatro líneas, cada una desarrollada con las características óptimas para llevar a cabo una determinada tarea. Había así androides de minería, de cálculo, de combate y de placer (estos últimos fueron prohibidos años mas tarde por contradecir las reglas de la moral y la ética de un mundo tan recto). Los replicantes (rep) eran trabajadores esclavos carentes de derechos y aunque su resistencia, fuerza e inteligencia eran superiores a los de la media humana, cumplían con silenciosa aceptación las tareas que se les habían encomendado.
Pero algo no iba bien: los replicantes eran criaturas sintientes y tarde o temprano exigieron un trato más justo. En 2061 Gabriel Morlay un rep filósofo y activista después de mucho luchar consiguió que se firmara el Pacto de la luna, un acuerdo de paz entre humanos y androides que daría como resultado la concesión de una serie de derechos para los androides. Años más tarde, en 2098, se firmó la primera carta magna de los Estados Unidos de la Tierra en la que se otorgaba a los tecnohumanos los mismos derechos que a los humanos.
En ese marco conocimos a Bruna en «Lágrimas en la lluvia», y la amamos. Husky es una rep de combate que se siente rara entre los reps y extranjera en medio de los humanos. Una joven que sabe exactamente cuántos días de vida le quedan y a quien la idea de la muerte le desespera. Como todo rep, Bruna es como una isla habitada por un sólo náufrago: la soledad la carcome tanto como la muerte pero se siente inevitablemente atraída por ella.
Crear un universo consistente y alcanzar una escritura coherente debe ser sin duda una de las cosas más difíciles de los autores de fantasía; algo que le hemos aplaudido a Tolkien y que nos ha enamorado de Asimov y que Rosa Montero parece comprender igual de bien que estos dos grandes. Cuando llegó a mis manos «El peso del corazón» me pregunté ¿cómo hará Rosa para escribir una segunda parte que atrape a los amantes de Lágrimas en la lluvia y, a la vez, que pueda leerse como una primera novela? No sé cómo lo hace, pero lo consigue. Va mechando datos imprescindibles para conocer ese mundo futurista y para sumergirse en él. A quienes ya conocemos a Bruna nos vienen bien esos datos para refrescar nuestra memoria y situarnos completamente; los nuevos, estoy segura de que no se extraviarán en ningún momento, y que se sentirán tocados por la magia de la Montero de forma irrevocable.
«El peso del corazón» es una novela entretenida y que, al mismo tiempo, nos obliga a reflexionar sobre nuestro paso en este mundo; a replantearnos nuestras convicciones y, sobre todo, a meditar acerca de las consecuencias que nuestros actos pueden tener en la vida de los que amamos y en el futuro que no veremos.
La muerte, esa constante y aterradora idea
De esta novela se pueden hacer muchas y exquisitas lecturas. Una de las más interesantes nos lleva a reflexionar sobre el peso de los prejuicios y la forma en la que éstos nos condicionan para relacionarnos y a la hora de tomar decisiones. Ya en «Lágrimas en la lluvia» Bruna se vio enfrentada a este tipo de dilemas cuando era consciente de que en una guardia médica se salvaba primero a los humanos argumentando que tenían una esperanza de vida más larga que los androides.
El especismo es un prejuicio que aparece una y otra vez y desde distintas perspectivas. Y pienso que es uno de los temas más urgentes y actuales que trata Rosa en este libro. No hace falta llegar al extremo de pensar en una androide creada con células madre y con memoria humana, basta mirar a nuestro alrededor y observar el trato que reciben los animales hoy. Basta mirar las fiestas taurinas, los criaderos de cerdos, los tambos, y todos los diversos espacios donde se explota a los animales para provecho del ser humano. Basta mirar las calles atiborradas de cachorros de perros y gatos sin hogar siendo ninguneados por nuestra especie. El especismo es un problema actual que Rosa Montero arrastra hasta ese mundo planteando preguntas contundentes y valientes.
Otra lectura nos permite pensar en la violencia a la que los humanos nos hemos acostumbrado tanto y que hace mella en nuestra vida. Hay un fragmento en el que Bruna dice que los que portan banderas distintas se matan entre ellos pero después se amigan para matarte. Y he ido directamente al mundo en el que hoy vivimos, donde el término enemigo parece ser moneda corriente y donde no existe una conciencia real del dolor ajeno, de sus necesidades y de sus pérdidas. Y he pensado en el terror infundido por los grupos dominantes, en las guerras que hostigan Oriente y en el resurgimiento de la violencia extremista en distintos espacios de nuestra sociedad.
Bruna es un personaje alucinante: guerrera, fuerte y temerosa pero sobre todo, una mujer comprometida con la justicia y la igualdad. Se agradece tanto encontrarse con una mujer héroe (coincido con Pablo Aranda cuando dice que odia la palabra heroína) tan intensa y dedicada; sentarte a leer y no tener que ponerte en la piel de un hombre o en la de una mujer ansiosa de ser rescatada. Feministas o no, todas las mujeres tendremos que agradecerle a Rosa esta presencia femenina tan escasa en la literatura española, y tan necesaria.
La muerte es la obsesión más presente en Bruna. La atormenta pensar en que se le van los años y la idea de dejar de ser ocupa casi todo su tiempo (sus nervios, debería decir). En una conversación con su amigo Yiannis, el archivero, ella le dice que si los humanos supieran qué día van a morir también llevarían la cuenta de esa forma obsesiva con que ella lo hace. Lo que su amigo le responde me parece una declaración de principios. Dice que en realidad el problema es saber que vamos a morir no importa el cuándo; y el dolor de que esta vida se nos acabe es tan grande que para poder vivir debemos olvidar esa mortalidad. Pero «vivimos muertos de miedo» y es esta la única experiencia común a todos los seres vivos.
«El peso del corazón» es una obra que intenta rozar nuestra fibra empática para descubrir que más allá de las banderas, de los colores, del lenguaje, de la sexualidad, de la especie, somos todos seres deseosos de vivir y con una necesidad rotunda de amar y ser amados; como esa Bruna tan peleada con hombres y replicantes y, a la vez, tan necesitada de ser mirada y mimada por algunos ejemplares de ambas especies. Esa Bruna que lo único que sabe hacer es pelear, dejarse la vida en un combate que permita la libertad y la justicia para los otros, y que sin embargo se da cuenta de que:
Onkalo, una bestia dormida
Rosa Montero no se anda con chicas. Reflexiona en torno a las preguntas filosóficas de todos los tiempos ¿por qué la muerte? ¿por qué el amor?, a la vez que se interna en un debate antropológico sobre la eterna discusión en torno a la materia de la que estamos hechos. Y se pregunta ¿qué pesa más la herencia o la cultura?; y si ambas influyen ¿podría decirse que una misma criatura educada en un ambiente o en otro podría desarrollar personalidades y conductas diferentes? Y para plantear este tema se vale de inteligentes y curiosos elementos narrativos que no deseo desvelar.
Pero va todavía más lejos en su mirada crítica de nuestro tiempo y utiliza su novela para denunciar o hacer visible Onkalo, , un lugar terrorífico del que ya nos había hablado hace unos años en su columna.
Onkalo, un pozo profundo en las entrañas de la tierra que alberga kilos y kilos de sustancias radiactivas que, de salir a la superficie, podrían provocar un desastre nuclear nunca imaginado. Una solución ecológica llevada a cabo por el gobierno de Finlandia para uno de los temas más preocupantes para la ecología, ¿dónde guardar los restos de la explotación nuclear? Aunque a simple vista pueda resultar una pregunta más de muchas, cuando caemos en la cuenta de que la nocividad de esas sustancias puede perdurar durante 100.000 años el corazón se nos sube al cuello. Si tenemos en cuenta que las obras de arte (pinturas rupestres) más antiguas que se han hallado datan de unos 40.000 años atrás, y que ya de por sí nos resultan antiquísimas, ¿se imaginan todo lo que podría cambiar/abarcar esos 60.000 años restantes?
Y aquí quiero hacer un inciso porque de una forma brillante Montero se vale de esta cueva aterradora para plantear una imagen clara y poética: la vida y la muerte en la balanza. Es una idea subversiva y contundente la que plasma al argumentar que después de toda la oscuridad y la tristeza hay una luz. Sabemos que moriremos pero tenemos ante nuestros ojos unos pocos años (que para nosotros lo son todo) de existencia, de colores, de imágenes, por lo que disfrutar de ellos no resultaría una mala idea.
Rosa establece en un lienzo la oscuridad y la luz, la tenebrosidad del accionar humano y el deseo de vivir de una replicante, producto también de esa especie tenebrosa, y amalgama con esa idea una novela que podría funcionar como una caja de pandora para muchos de nosotros. Porque toda la vida nos es corta y porque no hay horizonte más allá del que rozaremos con nuestros ojos, con nuestras manos, en estos pocos años que nos ofrece la vida: esa es la idea que se desprende de estas páginas. Es posible que sea la propia existencia la mejor forma de dar fe de aquel dicho popular que dice «Lo bueno, si breve, doblemente bueno«.
Lean «El peso del corazón» y anímense a acercarse a ese universo oscuro pero lleno de agujeritos por donde se cuela la luz, la energía y una exquisita narrativa, que serán una buena forma de disfrutar de este tiempo corto. Y termino con un extracto de «Una vida» otro potentísimo texto de Rosa Montero, a quien le debo más que a mis padres porque supo acunarme como ninguna mano ha sabido hacerlo, en uno de los momentos más difíciles y fríos de mi vida, y sin saberlo, y sin quererlo.
El peso del corazón
Rosa Montero
Editorial Seix Barral, 2015
Colección: Biblioteca furtiva
ISBN: 978-84-322-2419-5
400 páginas
20 €
Comentarios1
Nada puedo añadir que no hayas comentado en este fantástico artículo sobre una de mis autoras fetiche.
He crecido con Rosa Montero. Sin duda, gran parte de mi afición por la lectura y la escritura se lo debo a ella.
Estoy a la espera de terminar la novela que leo en estos momentos para zambullirme de nuevo en el mundo fascinante de Bruna Husky.
Un abrazo, Tes.
¡Qué linda coincidencia, Rapsódico! Seguro que te encantará. Para mí es todavía mejor que "Lágrimas..."; ya me contarás.
Un abrazo grandote y gracias por leerme y comentar.
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