¿Qué características nos interesan de las personas para que deseemos escribir sobre ellas? Esta pregunta ha rondado mi cabeza durante toda la lectura de «Crema paraíso» de Camilo Pino (Alianza de Novelas), una novela que narra la relación de un padre y un hijo atravesada por la literatura. Me habían recomendado mucho al autor pero es un libro que me resultó difícil de terminar, al no conseguir empatizar con ninguno de sus personajes. ¿Qué vio en ellos Camilo Pino para querer inmortalizarlos? Supongo que estamos ante una novela que debe leerse desde una perspectiva masculina, para poder disfrutarse. Para poder captar el sentido del humor y comprender el fondo de los personajes. Al igual que suele decirse sobre algunas novelas escritas por mujeres, que resultan más comprensibles desde el alma femenina, me atrevo a decir que «Crema paraíso» es una novela para hombres. Y lo explicaré mejor a continuación.
Los personajes y la masculinidad
«Crema paraíso» comienza cuando Emiliano recibe una invitación para asistir a un programa de televisión en Berlín. La noticia le sorprende, sobre todo porque le comunican que desean conversar sobre unas cartas que aparentemente escribió de adolescente, y que él ha olvidado completamente. Sin embargo, cuando conoce el monto que cobrará por participar, decide hacer lo imposible por asistir. Aunque ese imposible sea ir con su padre: la condición para aparecer en el programa es que estén los dos.
A partir de ese momento la narración se abre y nos metemos en la piel del padre de Emiliano, un escritor fracasado que dedica poco tiempo a la escritura, aunque no hace otra cosa que pensar en ella. Con un discurso que está a mitad de camino entre la ironía y la melancolía Dubuc nos va narrando sus decepciones vitales.
En esta parte, Pino aprovecha para mostrarnos un poco cómo era la literatura latinoamericana en los años ochenta. Lo que vemos no es tan agradable: reina el machismo y todo gira en torno a la virilidad de los escritores y sus chistes machistas. Y aquí puede haber un punto de alejamiento, según qué lector seamos.
Como punto interesante podríamos rescatar el realismo de la mirada. No hay intento alguno de edulcorar el comportamiento de un escritor como Dubuc; se lo muestra con todas sus miserias y sus fracasos a flor de piel. Esto me devuelve, sin embargo, a la pregunta del comienzo. ¿Realmente quiere el autor que empaticemos con él? Lo cierto es que he sentido todo el tiempo lo contrario. Como si Pino quisiera que nos mantuviéramos alejados. Y aunque el humor y cierta agilidad narrativa que caracteriza a la historia por momentos podrían ayudarnos a disfrutar de ella, en mi caso no ha sido suficiente.
Pensaba que al comenzar la segunda parte las cosas se pondrían mejor, que conocería al hijo y me haría sentir por su padre lo que él no había sabido mostrarme. Pero no. Emiliano tampoco es un personaje atractivo: un joven que no llegamos a conocer mucho, cuya única preocupación parece ser pasar sus días convirtiéndose en el campeón de Candy Crush.
Fue al llegar a la mitad que entendí algo. No es ésta una novela que trate acerca de las emociones universales, sino de la masculinidad, de la forma en que los hombres se relacionan, sienten y viven. Y quizá hay todo un manejo del contexto que a mí me resulta chocante porque no hay abstracción posible. Porque emocionalmente no consigo conectar con los personajes.
Y es que «Crema paraíso» pertenece a un tipo de narrativa obsesionada con la materialidad del cuerpo masculino y su relación con el mundo; pero no desde la duda (como podría suceder en «Hombres de verdad» de Alberto Marcos) sino desde una perspectiva de sutil sentimiento de superioridad. Cada vez me resulta más cansina esa mirada tan masculina, tan vista, tan frecuente; porque casi podría adelantarme a ciertos comentarios que nunca fallan. Y sin embargo, muchos de los mejores escritores latinoamericanos se encuentran en este grupo.
Escritores entre escritores
No soy muy fan de las historias de escritores. Menos de las que se narran desde una autocomplacencia y cierto aire bohemio, que destila burguesía y una especie de distanciamiento con la realidad, que me impide disfrutarlas. En el caso de «Crema paraíso» la perspectiva es otra: un escritor que cree haber tenido más éxito del que tuvo y que vive en una especie de fantasía neroniana que de a ratos da un poco de pena y por momentos te causa gracia. En ese sentido, es una de esas historias de escritores que podría encajar con mi perfil lector. Pero aquí tengo que señalar dos fallos técnicos que sumaron considerablemente en mi frustración como lectora.
En primer lugar tengo un problema con el tono. Porque aunque se nos presenta la historia desde dos perspectivas (la del padre y la del hijo), no se nota una gran diferencia entre los narradores. De hecho, casi podría tratarse de un narrador omnisciente u observador y no notaríamos mucho la diferencia. Eso me ha sorprendido porque justamente había leído en otras reseñas, que se encontraban perfectamente diferenciados ambos tonos.
El segundo fallo tiene que ver con el ritmo. Tiene un buen comienzo, que te engancha porque quieres conocer el origen de esas misteriosas cartas; pero a medida que avanzas en la lectura, el ritmo se afloja y ralentiza, para dar paso a una narración que se apoya en detalles que no parecen revitalizarla, y llega a resultar bastante denso.
Me gustan las novelas que trabajan con la literatura desde la humanidad, que no se ven tan atravesadas por los roles sociales; esos libros en los que no puedes precisar el sexo de quien los ha escrito. Por eso «Crema paraíso» no es una novela que pueda recomendar con entusiasmo. No obstante, creo que esta peculiaridad está muy presente en la literatura latinoamericana, así que no resulta una rareza o algo especialmente negativo. Es indudable que hay todo un grupo de lectores que van tras este tipo de novelas, y estoy segura de que cualquiera de ellos sabrá disfrutarla.
Por último quiero señalar que se trata de una novela que nos permite muchas lecturas. Y una de ellas, aunque pudiera ser algo retorcida, podría ser una burla a toda esa literatura de la que hablo, y una de las posibilidades es que yo no la haya entendido. Si fuese así, entonces tendría que señalar que no me identifico con las historias que no establecen una relación clara con aquello que defienden.
He tenido problemas para terminar la lectura, dadas las cosas que he señalado. Pero no puedo negar que Pino es un escritor alabado por la crítica, por lo que quizá el problema aquí sea que no soy la persona adecuada para recomendarlo. No dejes de buscar una segunda opinión antes de descartarlo.
CREMA PARAÍSO. CAMILO PINO. ALIANZA DE NOVELAS.
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