Hay que leer «Cuadernos de guerra» de Louis Barthas

En esta época me resulta difícil escaparme de la imagen de un joven que en un verano común de pronto oye el redoble de tambores y se pone en marcha para alistarse en el ejército. La Primera Guerra Mundial ha estallado y este joven, hijo de toneleros, llamado Louis Barthas no imagina las experiencias que le aguardan. Pero se pone en camino. Y escribe. Y así nos permite revivir cada instante de aquella contienda desastrosa, inhumana y cruel.
Pienso en Barthas y viajo a un agosto que ya no no seguirá siendo el mismo después de la guerra (y él tampoco). Y con esta melancolía y este sabor contradictorio que siempre me dejan los buenos libros yo también escribo. Hoy, en el ciclo de Las Repeticiones, hablo sobre «Cuadernos de guerra» de Louis Barthas, una de las memorias más impresionantes que he leído jamás sobre la guerra, a la que vuelvo con menos asiduidad de la que me gustaría, y que siempre termina atrapándome nuevamente y obligándome a postergar nuevas lecturas. ¡No te lo pierdas!

Un pacifista en la contienda

Este libro, compuesto por 19 cuadernos, abarca los sucesos que tuvieron lugar en Francia desde el estallido de la guerra en 1914 hasta la firma del armisticio, el 11 de noviembre de 1918. Pero no es una lectura típica del conflicto bélico sino una mirada hacia las profundidades de nuestra miseria y nuestra esperanza. Es un testamento sobre las peculiares formas que adquiere la cotidianeidad y la pulsión humana por abrazarse a la vida, a cualquier cosa que pueda iluminarnos.

Así, lejos de estar frente a una lectura épica donde moran los superhéroes y los hombres valientes, es un libro lleno de realismo, de miedo, de suciedad y de violencia. Un conjunto de diarios y memorias que se centran en adivinar la verdadera naturaleza de las cosas, es decir, la experiencia cruda que supone la guerra (la soledad, el dolor físico, el hambre, la desesperación), y, por supuesto, el abuso de los más fuertes por sobre los débiles.

Nos encontramos con numerosos y variopintos personajes que se encuentran en un momento específico de sus vidas y de la historia de la humanidad. Los vemos interactuar, sentimos su miedo y sus carencias (que durante esta contienda fueron extremas). Y podemos, gracias a la lucidez del autor, enfrentarnos con una visión distinta a las mismas cosas, con una perspectiva abrazada a lo que de verdad es la vida.

La voz de la razón

Barthas es pacifista, y en gran parte al observar lo que la guerra es, en lugar de hacer una revisión de sus ideas y cambiar de parecer, las reafirma. Su paso por el barro (las batallas en medio de la lluvia, el dolor en los pies, el entumecimiento del cuerpo, ¡esas son las imágenes más desoladoras de toda la obra!) le sirve para demostrar que la guerra es un sinsentido que sólo sirve a unos pocos para reafirmarse en sus poltronas pero que hiere de muerte a los verdaderos implicados en ella.

El hombre convertido en un ser anónimo al ponerse el uniforme es capaz de destruirlo todo. Esa es una de las ideas fundamentales de «Cuadernos de guerra»; idea sobre la que reflexiona con cierta reincidencia el tonelero, incapaz de aceptar que las cosas no tengan solución. Escribe con tristeza sobre cómo algunos de sus compañeros, debido a las miserias que deben afrontar, van perdiendo contacto con su sensibilidad, y se desdibuja la compasión en ellos. En ese sentido es una lectura llena de dolor. Sin embargo, cabe en ella también espacio para el compañerismo que germina cuando se entiende que las dificultades si se afrontan en equipo son más posibles de soportar, y para la alegría, necesaria para mantenerse con vida.

De este modo, Barthas nos invita a lo largo de la lectura a acercarnos a vidas individuales modificadas por las decisiones de los poderosos y a enfrentarnos a la idea de que todo lo que vemos, y aquello en lo que creemos, puede desaparecer de un instante al siguiente, en un texto escrito con una gran sensibilidad y un compromiso humano avasallante.

Vivir esperando la muerte

Es un libro largo pero que se lee de forma rápida, porque en lugar de tratarse de una novela llena de nombres y fechas, se encuentra más bien lleno de anécdotas, de personas, de vida, y aunque nos da elementos para contextualizar cada situación, no se centra en ellos sino en cómo los soldados viven la guerra y cómo el propio autor va viviendo y pensando cada cosa que le ocurre.

Del mismo modo, su empeño por escribir durante cuatro años un parte de guerra más limpio, sin las mentiras de los superiores, un testamento realista y crudo de la guerra, ha hecho posible que entendamos el día a día de la guerra, y sobre todo, de aquella guerra, que es posible que haya sido la más sangrienta entre las últimas libradas por nuestra especie.

Uno de los elementos que me ha impactado profundamente y que me lleva a revisar numerosos párrafos del libro, es esa actitud de los soldados cuyo día a día consiste en esperar la muerte. La certeza de que llegará en algún momento y que no se puede hacer nada por evitarla me deja unas sensaciones tan desoladoras, porque además creo que esta idea se encuentra desarrollada de una forma fascinante, llevándote a pensar en aspectos que nos pasan desapercibidos de nuestra propia vida, posibilidades que damos por sentado pero que de desaparecer podrían dejarnos a la intemperie. Es crudo imaginarse cómo toda esperanza en aquellos hombres se reducía a sobrevivir un día más o, al menos, anhelar que la forma en la que les tocase morir fuese instantánea, que no doliera, que no se extendiera por mucho tiempo.

Necesitamos revisar la historia para reescribir lo que pensamos, por eso creo que leer «Cuadernos de guerra» de Louis Barthas puede sernos de gran ayuda. Porque somos débiles, y tendemos al olvido de lo que importa.

Cabe destacar el precioso trabajo de edición que ha hecho Páginas de Espuma, con la impecable traducción de Eduardo Berti y el asombroso (y asombrante) prefacio de Rémy Cazals. Y si quieres saber más sobre el libro, puedes leer aquí la reseña completa de «Cuadernos de guerra» de Louis Barthas.



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