Hace un tiempo Pablo d»Ors estuvo en el Centro Cultural La Malagueta compartiendo con un amplio público algunas de las ideas centrales de su pensamiento, que es también la huella en su escritura. En el marco de una serie de encuentros sobre el origen del mal, d»Ors ofreció un discurso en torno a la presencia del mal en la literatura y las formas de encontrar luz y paz en esta vida. Una ponencia que puede disfrutarse aún en el canal de YouTube del CCLM.
Quién es Pablo d»Ors
Pablo d»Ors nació en Madrid en 1963 en el seno de una familia de artistas. Su vocación sacerdotal lo llevó a compaginar su trabajo pastoral y la escritura.
En 2000 publicó su primera novela, Las ideas puras, a la que le seguirían libros como El estupor y la maravilla, Contra la juventud y Entusiasmo. De su obra se ha dicho que trabaja con buen equilibrio un estilo donde lo cómico y lo lírico están al servicio de lo espiritual.
Su gran propuesta es ser un sacerdote en diálogo con el mundo. Le interesa ahondar en aquellos principios religiosos que se apoyan en la materia espiritual para alcanzar la plenitud y construir un camino de luz. A lo largo de su vida y de su obra ha ofrecido algunas píldoras de lucidez que pueden ayudarnos a entender mejor nuestra propia experiencia.
Sin lugar a dudas, independientemente de nuestra afinidad o no con su camino espiritual, las preguntas que se hace y que nos invita a hacernos son necesarias y escucharlo o leerlo puede servirnos para descubrir nuestro propio camino. Es por eso que he decidido escribir este pequeño artículo en el que me centro en su idea de la seducción del mal en la cultura, que me parece interesante y que me ha despertado preguntas nuevas.
El pensamiento de Pablo d»Ors se apoya en la idea metafísica de que no somos más que partículas invisibles y que esta vida no tiene la importancia que le damos. A partir de ahí hay una propuesta de indagar en nuestro interior para encontrar paz, para ser capaces de acercarnos a los otros desde un lugar distinto. El budismo y las ideas de los primeros cristianos avanzan a través de sus palabras: es difícil no encontrar una visión semejante al escucharlo.
La seducción de la oscuridad
La cultura es algo necesario, pero hemos construido una cultura que se apuntala en el mal. Nos hemos dejado seducir por la oscuridad y parece como si necesitáramos de ella para vivir. Dice también que la plenitud no puede hallarse desde un lugar de sombras; reconciliarnos con nuestro pasado y con los demás es posible desde otro lugar, uno en el que sólo nos interese que se filtre la luz, para encontrar en ella la paz.
No hay narrativa de la luz, dice d»Ors. Apunta que la literatura ha basado su tradición en la comprobación del daño, de la oscuridad. Menciona los libros El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, y Una temporada en el infierno, de Arthur Rimbaud. Las mejores obras de la literatura nos ofrecen a personajes confundidos que hacen las cosas movidos por una pulsión salvaje y llenan el mundo de sombras. Otras historias nos presentan a criaturas honestas pero que deben afrontar una serie de situaciones desagradables que las convierte en criaturas desafortunadas y maltrechas, incapaces de encontrar sosiego. Sobre la maldad y la tristeza van prácticamente todas las obras de la literatura, sobre todo las que tienen mayor prestigio.
La luz está dentro nuestro, no necesitamos salir a buscarla. Esta idea que podría llevarnos a una visión narcisista de la vida se aleja de ella; porque propone que todos, de alguna manera estamos conectados, que somos parte de una misma cosa, mucho más grande que nosotros mismos. Suena interesante y si fuese practicable, maravilloso; no obstante, me obliga a hacerme ciertas preguntas. ¿Y si no todos guardamos luz en nuestro interior? ¿Y si resulta que al final no se equivocaba Hobbes cuando se refería a la naturaleza humana? O a lo mejor somos una mezcla de teorías, entre Platón y Rosseau, en eterno conflicto entre nuestra dualidad cuerpo-espíritu y la mejor forma de atravesar ese abismo es haciéndonos conscientes de nosotros mismos, de nuestra luz y también de nuestra oscuridad.
En definitiva, las ideas que plantea Pablo d»Ors son sumamente interesantes y sus preguntas urgentes. Ese interés por hurgar en el propio mundo para ir de una forma distinta al encuentro con los demás es seguramente una brillante propuesta; sin embargo, negarle a la oscuridad su grado de posibilidad, para el arte, para la literatura, para la madurez, ¿no nos convertiría en criaturas desprendidas de su verdadera identidad?; negar que somos una combinación de despeñadero y vuelo ¿no sería renunciar a nuestra verdadera fuerza, que está en la feliz combinación de todo lo que nos forma? Las preguntas quedan en el aire, y ahí está la magia de la literatura. Ahora sólo queda seguir leyéndole para que su mirada nos sirva para imaginar una vida mejor. Y termino con una idea que me sacude: libros como El corazón de las tinieblas y Una temporada en el infierno ¿no son precisamente hermosos porque en su tremenda oscuridad nos ofrecen una llama a la que aferrarnos, nos invitan a celebrar la luz?
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