Lo gótica en la novela «Cumbres borrascosas», de Emily Brontë
Cuando Emily Brontë publicó Cumbres borrascosas en 1847 lo hizo bajo el seudónimo de Ellis Bell, con el objetivo de tener alguna posibilidad en la literatura del momento, donde sólo los textos firmados por escritores masculinos tenían visibilidad. La crítica literaria de la época recibió con calidez esta obra, reconociendo en ella su capacidad para romper con las convenciones y ofrecer una narración totalmente novedosa. Hubo quienes se mostraron algo escépticos y la calificaron de romántica y demasiado oscura; no obstante, la autora consiguió hacerse un lugar indiscutible en la literatura a través de una serie de personajes complejos y una mirada auténtica que entraba para quedarse en la literatura occidental.
La ruptura del romance
Desde su lanzamiento Cumbres borrascosas dividió en dos grandes grupos a los lectores; hay quienes la ven como una novela romántica, y otros que, centrándose en su intensidad, en la oscuridad temática y en el tratamiento moral de los personajes la entienden como una tragedia sombría. Este segundo grupo ha sabido encontrar en esta novela una obra adelantada a su tiempo, una de las novelas fundacionales de la literatura gótica anglosajona.
En el centro de la historia de Cumbres borrascosas está la relación entre Heathcliff y Catherine Earnshaw. Y aquí tenemos una de los primeras peculiaridades de esta magnífica historia: el vínculo entre estos personajes se encuentra atravesado por lo tenebroso y la tragedia, es decir, se trata de una conexión que trasciende lo convencional. Su amor, más que un sentimiento puro y elevador, se presenta como algo visceral y oscuro que puede destruirlos. Catherine describe a Heathcliff como «su alma», pero también reconoce que unirse completamente a él significaría su propia ruina. Esta dicotomía está impregnada en el espíritu de esta historia.
Esta gran cualidad de la novela es sumamente importante porque se opone a la mirada que tenían entonces las historias de amor, donde la idealización y la belleza eran elementos preponderantes. El amor en Cumbres borrascosas, a diferencia del que se propone en las historias románticas donde el amor es un fin a perseguir que puede elevar la experiencia vital, no trae redención ni felicidad. En cambio, se convierte en una fuerza caótica que arrastra a todos los personajes a un torbellino de sufrimiento y destrucción. Brontë va un paso más allá ampliando el arco de destrucción que provoca ese vínculo: la relación entre Heathcliff y Catherine no sólo destruye sus vidas sino también la de aquéllos que los rodean, dibujando una gruesa estela de dolor y oscuridad a su alrededor, que repercute en la genealogía de la familia durante generaciones.
¿Por qué decimos que es una novela gótica?
Quienes dicen que Cumbres borrascosas es una novela romántica no han sabido leerla con total apertura. Y es que, desde la primera escena lo que la narración nos presenta es un páramo helado y gris, donde los elementos que rodean las experiencias de los personajes acentúan la sensación de desolación. Esa familia que habita una casa familiar aislada, las pasiones intensas que despierta aquel entorno en los personajes, los silencios y secretos familiares que se extienden como una gran herida difícil de cubrir… Todo en esta novela nos remite a lo gótico: elementos más o menos intensos, más o menos oscuros, que nos sirven para pensar en la cara oscura de todas las experiencias de la vida.
Por otro lado, el ambiente opresivo que suponen los páramos de Yorkshire perpetúan esa sensación de aislamiento y perdición, porque los personajes se ven influidos por esa atmósfera y ven reflejados en ella la convulsión interna que les produce la vida. Todo esto impone sobre la novela un ambiente tenebroso, donde la luz parece haberse alejado para siempre y, como lectores y lectoras, imprime en nosotros un velo de melancolía del que no podremos desprendernos nunca en la vida. Y ésa es la única belleza que nos ofrece la novela, que es también la belleza que le pedimos a la literatura.
Hay, finalmente, otro elemento que determina lo gótico de Cumbres borrascosas: el perfil de Heathcliff. Podríamos pensarlo como el gran héroe gótico: una persona con una vida llena de traumas y de frustraciones que le ha llevado a desarrollar una personalidad vengativa y misteriosa, de la que no puede escaparse, y de la que tampoco podrán escapar quienes lo rodeen. El gran acierto de Brontë con este personaje es haber trabajado de forma brillante su ambivalencia; de este modo, Heathcliff no es ni una víctima ni un villano, representa la doble cara que encarna toda humanidad, con su poco de intriga, sus ratos de lucidez y su profunda necesidad de amor y contención. Sin duda, es un personaje inolvidable que, a lo largo de la lectura, despierta en nosotros ternura, compasión, rencor y odio, según vamos avanzando en la historia. Esto lo vuelve uno de los mejores personajes de la literatura, porque en él todos podemos ver reflejado algún aspecto de nuestra sensibilidad. Asimismo, si tenemos que pensar en el sentimiento gótico, sin duda ningún personaje como él sabrá representarlo mejor.
Actualmente, más de 175 años después de su publicación, Cumbres borrascosas continúa suponiendo una de las lecturas indispensables para cualquier apasionado de la buena narrativa. Una obra que sigue desafiando las categorías literarias tradicionales y acentúa la pregunta sobre su naturaleza: ¿es realmente una novela romántica o se trata en realidad de una tragedia oscura? ¿Tú, qué opinas?
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