Como una persona polifacética es como el cordobés José Amador de los Ríos (1816 – 1878) ha pasado a la historia. Y es que él no solo fue poeta sino que ejerció como crítico literario, historiador, arqueólogo, profesor e incluso pintor, entre otras profesiones. Es decir, fue un hombre de su tiempo que recordaba, sin embargo, a esos varones del Renacimiento que cultivaban distintas disciplinas.
Hoy queremos que lo puedas conocer un poco más en profundidad y por ese motivo, te vamos a descubrir algunas curiosidades en torno a su vida y a su obra:
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Nació en Baena en una familia de clase media al frente de la cual se encontraba su padre (José de los Ríos) que era escultor.
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Desde temprana edad en casa se le inculcó la pasión por la cultura en general y, de modo especial, por el arte, la historia y la literatura. Y eso le llevó, entre otras cosas, a escribir poesía.
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Al tener que trasladarse en 1832 a Madrid junto a su familia, pues su padre comenzó a trabajar como escultor en los Reales Sitios, dio un impulso a su faceta humanista. Así, entre otras cosas, estuvo aprendiendo pintura de la mano del gran Federico Madrazo (1815 – 1894).
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A su regreso a Sevilla, tras un nuevo trabajo de su padre, empezó a ver incrementado su interés por la historia. En concreto, por la relativa a América y al papel de los españoles en ese continente.
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En 1839 publicó su primer libro: Colección de poesías escogidas.
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Además de castellano, aprendió a hablar italiano y francés.
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Como hemos mencionado, también le apasionaba la arqueología. Y esto le hizo ser una figura fundamental en las excavaciones llevadas a cabo en Itálica. Es más, gracias a su empeño y tesón logró, junto a otras personalidades, la creación en el año 1867 del Museo Arqueológico Nacional, del que luego sería director.
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El teatro también fascinaba a José Amador de los Ríos. En este caso, su primera comedia que vio la luz fue Empeños de amor y honra (1844). Es más, años después, y durante un lustro, ejerció como censor de teatros.
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Uno de los momentos más importantes de su trayectoria profesional tuvo lugar en el año 1848, que es cuando comienza a ejercer como docente al conseguir la Cátedra de Literatura de la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid. Ese hecho le llevó a ser el profesor de figuras que luego serían muy importantes en la historia de España, como sería el caso de Clarín, Emilio Castelar o Antonio Cánovas del Castillo.
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A lo largo de su vida mantuvo amistad con otros escritores muy ilustres como Alejandro Dumas o Juan Valera, entre otros. Y eso sin olvidar la estrecha relación que mantenía con la reina Isabel II o con el Duque de Rivas.
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También hizo sus «pinitos», aunque breves, en la política. Así, fue diputado a las Cortes del Partido Conservador por Almería en 1863.
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Para muchos fue un poeta «medio», pero sí un verdadero referente como historiador de la literatura hispánica. Y de esto es un buen ejemplo su obra titulada Historia crítica de la literatura española en siete volúmenes (1861 – 1865).
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No podíamos pasar por alto tampoco su labor como pintor. Precisamente hoy en el Museo del Prado de Madrid se conserva una de sus obras: San Hermenegildo, un óleo de 1840.
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