Zalacaín el aventurero (1908) o El árbol de la ciencia (1911) son dos de las novelas en castellano más importantes del siglo XX y ambas pertenecen al escritor vasco Pío Baroja, figura clave de la llamada Generación del 98 y un referente dentro de la literatura de todos los tiempos.
Mucho se ha escrito sobre él y sobre sus obras, pero eso no significa que la mayoría de la población lo conozca a la perfección, todo lo contrario. En concreto, podemos exponer que en torno a su figura aún existen muchas singularidades que no han llegado al gran público, por eso ahora queremos contribuir a exponer algunas que nos resultan interesantes:
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Su madre, Andrea Carmen, tenía ascendencia italiana, concretamente de la zona de Como. De ahí que el segundo apellido del autor fuera Nessi.
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Se puede decir que pertenece a una familia de artistas. Y es que su hermano Ricardo fue pintor y escritor, su hermana Carmen hizo sus pinitos como novelista y, además, uno de sus sobrinos es director de cine y guionista, Pío Caro Baroja.
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Tenía un carácter bastante complicado, en tanto en cuanto se consideraba que era muy excéntrico y huraño al tiempo que también se identificaba por ser muy directo y sincero, no le gustaban ni la falsedad ni las medias verdades.
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Fue un gran apasionado de la literatura y dejó como legado una biblioteca realmente inmensa. En la misma se encontraban algunas de las obras que había leído, que le habían marcado y que le habían hecho sentir fascinación por sus autores. Nos estamos refiriendo a figuras tales como Kant, Stendhal o Dostoievski.
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Una de las singularidades respecto al conjunto de libros que fue adquiriendo a lo largo de su vida es que llegó a coleccionar una amplia variedad de obras que estaban especializadas tanto en ocultismo como en brujería.
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Hubo quienes manifestaron su misoginia, entre otras cosas, porque nunca se casó. Sin embargo, su rechazo a las mujeres no es real, si se tiene en cuenta que de su mente y de su pluma surgieron algunos de los personajes más hermosos e impactantes de la literatura hasta el momento.
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Muchos de los personajes que aparecen en sus obras están inspirados en vecinos de carne y hueso que vivían en las poblaciones donde residió y con los que tenía intensas charlas para así poder coger ideas e inspirarse. Una circunstancia esta que le granjeó alguna que otra enemistad cuando ciertas personas se descubrieron en sus libros.
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Su obra más emblemática, El árbol de la ciencia, en cierta medida bebe de la propia experiencia que Pío Baroja tuvo como estudiante de medicina y posteriormente ejerciendo como médico rural.
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Una de las grandes polémicas de su vida llegó, de manera paradójica, con su muerte ya que, como fue su voluntad, fue enterrado como ateo en el Cementerio de Madrid. Una situación que generó en una gran polémica, pues corría el año 1956. A su entierro acudieron figuras literarias tan importantes como Ernest Hemingway y Camilo José Cela.
Comentarios1
muy interesante!!
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