El 6 de julio de 1914 en una pensión de la calle Andres 1206 de Montevideo se oyeron un par de disparos que provenían de una de las habitaciones, la que alquilaba Enrique Job Reyes, exesposo de la poeta Delmira Agustini. Esa doble muerte fue una de las más trágicas y mediáticas de la época y su misterio continúa sin resolverle. Algunos aseguran que hubo un feminicidio, otros se decantan por la versión del pacto de suicidio colectivo. Lo que sí queda claro es que esa mañana, la levantarse, Enrique sabía que mataría a Agustini (porque así lo expresó en una carta a su madre). La pregunta que queda en el aire y que jamás podremos responder es ¿ella lo sabía?
Al cumplirse el 103 aniversario de aquel trágico día la recordamos como lo que fue: una de las poetas más interesantes de Uruguay, que inspiró la obra de muchas autoras fascinantes como Idea Vilariño e Ida Vitale.
La revolución en la poesía de Delmira Agustini
Delmira es autora de importantísimos libros que marcaron un antes y un después en la Literatura Latinoamericana; su forma de trabajar el erotismo femenino, desvinculándolo de la estética masculina y machista, abrió las puertas a un tipo de escritura que más tarde serviría para que otras escritoras exploraran la poesía desde una perspectiva nueva. Sus libros «Cantos de la mañana», «El libro blanco» y «Los cálices vacíos» son sin duda obras maestras de la poesía hispanoamericana que nadie debería perderse. No sé si existió una poeta más transgresora que Delmira Agustini, con lo que cada una de sus palabras implicaba para aquella época y para la mujer de aquella época.
En su obra el deseo y el amor se juegan una apuesta a muerte, y plantean la posibilidad de que el equilibrio sea imposible. Y en medio de toda esa pulsión, la muerte; como un pájaro de mal agüero que opaca las mejores frases y nos revela un dolor misterioso profundísimo. Todo esto cobra más sentido cuando nos acercamos a la biografía de la autora, a su atormentada existencia y a su desastroso final. Sobre esa última etapa, cuando ya era Agustini una autora reconocida por las más importantes voces de la literatura de la época (hombres todos, por supuesto), indaga Diego Fischer en su libro «Serás mía o de nadie», una novela histórica que reconstruye el antes de Delmira, sus relaciones familiares y que intenta explicar su muerte. El autor se pregunta qué hubo antes de aquellos disparos.
Y aunque no se trata de un libro que revele la verdad sobre el caso, porque es imposible dar con ella; intenta aportar elementos contundentes a favor del pacto de suicidio, alegando la nociva relación de Agustina con su madre, que puede haberla obligado a pedir el divorcio (lo cual podría explicar por otro lado que ella y Enrique continuaran viéndose a escondidas, como si fuesen amantes). Es más, todo parece indicar que quien mató a Delmira fue su extraña relación con sus padres y no con quien apretó el gatillo.
Una autopsia histórica para revelar el misterio
Desentramar los hechos acontecidos hace cien años sólo es posible a través de una investigación minuciosa que incluya la autopsia histórica (reinterpretación de los hechos, partiendo de las herramientas de la criminalística, y apoyándose en todos los documentos médicos y legales que existen). En el caso de la muerte de Delfina Agustini es todavía más complicado porque, aunque existen numerosos documentos detallados en torno a lo que pasó los días anteriores y posteriores a ella, no hay rastro de la autopsia que tratándose de una muerte como la suya es evidente que existió. Esto dice muchísimo, según Fischer, y nos indica que tal vez la historia que conocimos no estaba completaba. Esto fue lo que lo llevó a investigar y a escribir este completo documento en torno a la tragedia de Agustini.
La autopsia histórica permitió discernir que la muerte no había sido accidental, que no había signos de lucha y que ambos cuerpos se hallaron aparentemente serenos. Los cuerpos semidesnudos, Delmira vestida con una camisa de Enrique, el cuerpo de su esposo a su lado, como el de dos amantes que se despiden en paz. Las heridas revelan que el arma fue disparada apoyándola sobre la cabeza, lo cual podría haber dado lugar a la lucha, y sin embargo, no hay signos de que haya existido. Un primer disparo fallido, que podría haber hecho ella (que no sabía disparar), el segundo de Enrique que acabó con su vida. Todos datos que colaboran con la hipótesis del pacto de suicidio-homicidio.
Las dudas planean sobre aquellas muertes y las respuestas más que la pareja podrían tenerlas la familia de Delmira: una madre dictadora que deseaba que su hija fuera famosa e hiciera todo lo que ella no había podido; un padre obsesionado con la fotografía que, incluso fue capaz de retratar a la poeta en sus peores momentos, como si disfrutara de ver esos ojos tristes, esa vida cada vez más apagada.
Sin duda, esta lectura puede revelarnos mucho de Agustini y ayudarnos a reafirmar la certeza de que en la vida las cosas nunca son lo que parecen y siempre existe una nueva explicación para las viejas preguntas. ¿Habrá encontrado Delmira una respuesta a toda esa muerte que tanto se posa en su escritura, tiñendo el placer, el deseo, el amor?
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