Con estas palabras comienza el libro Dictadoras, firmado por Rosa Montero y en el cual trabajaron varias personas; el mismo no debería concebirse fuera de la serie-documental producida por Eliseo Álvarez.
A lo largo de esta obra colectiva podemos acercarnos a la forma en la que cuatro de los dictares más tiranos que ha tenido la historia europea (Stalin, Hitler, Mussolini y Franco) manejaron sus relaciones sentimentales. Y, posiblemente, sirva para comprender -que no significa aceptar ni tolerar- por qué actuaron como lo hicieron y qué oscuras miserias los embargaban para convertirse en individuos crueles y despiadados.
Es una obra colectiva que les recomiendo, en la que Rosa Montero, una vez más, ha demostrado su rigurosidad periodística y su exquisito gusto al escribir.
Porque el amor de una madre…
Estamos acostumbrados a oír frases como «madre hay una sola», «nadie entiende mejor a los hijos que su madre», etc. Detrás de ellas se esconde una única verdad: que cada familia es un mundo y que las frases hechas nunca sirven para poner de manifiesto la realidad.
Si bien la relación que cada uno de nosotros tiene o no tiene con sus progenitores no determina en qué nos convertimos, la importancia de nuestros progenitores es innegable. Y, en el caso de estos cuatro dictadores, la relación que mantuvieron con sus respectivas madres podría ayudarnos a atisbar ese abismo que se abría en sus mentes y que los llevó a convertirse en personas cínicas y abominables.
Iosif Stalin había nacido en el seno de una familia feroz. Tanto su padre como su madre eran personas violentas y de fuerte carácter y en la casa de la infancia las peleas matrimoniales eran rutinarias. En este ambiente se crió y fue educándose, aprendiendo lo peor de sus progenitores que no sabían, quizás, que estaban formando a uno de los dictadores más sanguinarios que vería la historia rusa.
Adolf Hitler tuvo una obsesiva relación con su madre; lo cual podría ayudar a comprender sus complejos en torno a la sexualidad y su tendencia a gustar de la compañía de mujeres bastante más jóvenes que él. Fue el cuarto de cinco hijos, tres de los cuales murieron cuando eran pequeños: su madre, devastada por la pérdida de sus otros hijos encauzó todas sus energías en que a Adolf no le ocurriera nada y mantuvo con él una relación sobreprotectora y enfermiza.
Benito Mussolini también tuvo una estrecha relación con su madre; fue ella quien le educó, siendo maestra en el colegio al que iba su hijo. Pese a sus esfuerzos por criar a un niño educado y estudioso, Benito se convirtió en todo lo contrario; quizás por esa extraña tendencia de nuestra especie de ser todo lo contrario a lo que se espera de nosotros.
Francisco Franco nació en el seno de una familia humilde pero que venía sirviendo a la Armada desde hacía generaciones. Su padre era un mujeriego, fumador y bebedor, tres cosas que Francisco detestaba de los hombres. La relación con su progenitor estuvo regada de asperezas y maltratos; por otra parte, con su madre mantuvo una relación cercana, de sumisión y adoración por su parte. Se dice que era un niño modesto, recto, callado y hermético emocionalmente hablando.
Esposas, amantes, mujeres-objeto
Pero no más importantes que las relaciones en la infancia son aquellos lazos que uno establece en la vida adulta. Aquellos que padecieron infancias frágiles suelen tener una marcada sed de venganza; deseos de convertirse en criaturas valiosas a los ojos de los otros. Puede que en esto estos cuatro hombres se acercaran. En eso y en su lamentable gusto para entablar relaciones amorosas.
Stalin fue un hombre riguroso y sumamente cruel. A lo largo de su vida tuvo varias mujeres, algunas más cercanas que otras; aunque se cree que pocas veces en su vida amó de verdad. Descontando su inmensa adoración pro su hija Svetlana, el resto de las veces no dudó en mostrarse frío frente a sus parejas. Su esposa Nadia fue posiblemente la única dispuesta a hacerle frente y, debido a esto, tuvo una vida infeliz.
Hitler era un misógino. No obstante, o quizás precisamente por ello, hubo tres mujeres que ocuparon un lugar primordial en su vida; una de ellas fue su madre, la segunda fue su sobrina Geli Raubal (con quien mantuvo una relación que rozaba la pedofilia, si no lo era) y la tercera se llamó Eva Braun, una mujer apasionada de la fotografía a quien el dictador conoció en casa de un fotógrafo amigo. Cabe mencionar que la mayoría de las fotografías que se conservan de Adolf en su intimidad fueron tomadas por esta mujer.
Ambos disfrutaban de la música, de la lectura y del teatro y formaron una pareja que aunque despareja en diferencia de edad que se amalgamaba bastante bien. No obstante no se conservan documentos que puedan enlazarnos realmente en una relación amorosa. Aunque al principio la relación fue distante y Eva se sintió relegada, con el tiempo adquirió una relevancia que ninguna otra mujer tendría en la vida de Hitler, al punto de ser la última en verlo con vida. Eva y Adolf se suicidaron juntos y, tal como lo habían solicitado, sus amigos quemaron sus cuerpos para que una vez muerto no pudieran ensañarse con sus restos.
Mussolini era un mujeriego y un violador. Las mujeres eran una obsesión para él; al día de hoy posiblemente un psiquiatra le habría diagnosticado una patología relacionada con la adicción al sexo, dice Rosa Montero.
Según los datos que han podido recogerse de las aventuras amorosas del líder italiano, se cree que a lo largo de toda su vida se acostó con unas seiscientas mujeres, sesenta de las cuales se conocen datos biográficos. Miles de mujeres caían postradas a sus pies, deseosas de vivir una aventura con el dictador, aunque sólo fuera una vez. Muchas de ellas estaban dispuestas a llegar hasta la última instancia, pero casi ninguna pudo hacerlo. Clara Petacci fue una de ellas. muchos años más joven que el líder se obsesionó con él y comenzó a acosarlo con cartas y llamadas. Así lentamente fue acercándose y consiguió engatusarlo.
Se conservan todavía los diarios de Petacci en donde cada tarde ella escribía acerca de sus encuentros con benito. Al igual que la Eva de Hitler, Claretta (que así le llamaban) siguió a su amor hasta las últimas consecuencias y cuando Benito fue asesinado ella corrió su misma suerte. Los cuerpos de ambos fueron exhibidos cabeza abajo en una de las plazas de la ciudad de Milán (Piazzale Loreto).
La vida amorosa de Franco es seguramente la más peculiar. No era un mujeriego, no le gustaba beber ni fumar ni las grandes galas: era un hombre sobrio al que sólo se le conoció una relación, con su esposa Carmen Polo.
Según lo revelan algunos datos de la historia, era ella el gran dictador de la casa. De hecho, se cree que si Franco no hubiera tenido una esposa dura y ambiciosa como ella quizás no se hubiera convertido en el sanguinario dictador que todos conocemos. Pero la historia no se hace de supuestos así que creo que lo más riguroso es decir que ambos, detrás de su religiosidad acérrima (iban a misa cada tarde y recibían en su casa a cardenales, sacerdotes y figuras importantes de la iglesia católica) poseían corazones duros, inconmovibles y una desesperada sed de venganza.
Detrás de todo dictador…
Todos los dictadores son inadmisibles; sin embargo detrás de cada uno hay seres humanos. ¿Podríamos establecer similitudes en el comportamiento de estos cuatro líderes? Es curioso notar cómo pese a que estos hombres tuvieron actitudes diferentes frente al amor y a la sexualidad, trataron con el mismo rigor a los pueblos. Me quedo con la forma en la que Rosa Montero resume las peculiaridades de cada uno. Dice:
Es cierto que el nivel de libertad de una sociedad puede medirse por el lugar que ocupan las mujeres y, seguramente, las acciones depravadas, racistas y sexistas de los individuos pueden predecirse teniendo en cuenta la infancia que tuvieron; la exposición a la frustración, a las humillaciones, y la falta de afecto en esos cruciales primeros años de vida.
Les recomiendo este fantástico documental y el libro que lo acompaña, creo que es una magnífica forma de acercarnos a los desastres que estos líderes deplorables cometieron con la humanidad a lo largo de sus vidas.
Comentarios4
Pocos libros van a tener estos magníficos ingredientes. Por un lado, Rosa Montero, u na de mis autoras fetiche, y por otro un tema tan atractivo como el que plantea.
Estoy deseando hacerme con él.
Un millón de gracias y un fuerte abrazo por tenernos tan bien informados, amiga Tes.
Tuve el enorme privilegio de conocer a Rosa Montero en persona y es totalmente encantadora y le comenté sobre su libro Pasiones y parece que de todos los personajes de su libro, el que menos le gusta era Sissi Emperatriz. Me pareció una mujer con los pies bien puestos sobre la tierra y muy dinámica y con mucha aseretividad. Ardo con ansias leer su nuevo libro.
Detrás de todo dictador está una dictadora encantadora como Evita Perón, pero claro este asunto no interesa al público en general porque rompe todos los esquemas establecidos. Las Vacas Sagradas son intocables y hay que mantener viva la leyenda, aunque apeste a infamia. Porque de todos modos a ¿quién le importa si Evita mandó a ejecutar clandestinamente a opositores del régimen populista de su marido Juan Perón, aliado numero uno de Hitler en América Latina? A nadie le importa si Evita compró el oro Nazi a los banqueros suizos en Zurich (Agosto de 1947), oro fundido de todas las pertenencias de los varios millones de judíos asesinados en Auschwitz; y que además ella estaba al corriente de la Ruta de los Conventos que facilitó la fuga de los criminales Nazis a Buenos Aires con ocho mil pasaportes y casi cien mil cartas de identidad falsas proporcionadas por su marido. En fin la lista de actos criminales peronistas a favor de Hitler es demasiado larga para este breve comentario dirigido a un público que vive de mitos y cuentos de hadas.
Fuentes: “Le Nazisme en Amérique du Sud » Sergio Correa da Costa (Ed. Ramsay, Paris, 2008); «Perón y los Alemanes » Uki Goñi (Buenos Aires 1998)
El comportamiento del ser humano es tan impredecible y complejo, que no se puede conocer realmente lo que piensa, menos lo que motiva su conducta. Si bien es cierto cualquiera puede influenciar no determina.
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