Una mujer que no puede tirar los zapatos de su marido porque está convencida de que si los conserva él volverá a buscarlos. Pero él ha muerto, no va a volver. Se lo repite en voz alta. Sin embargo, no puede evitar la chispa de esperanza. Este simple hecho podría servir para explicar cómo sucede en nosotros el pensamiento mágico: la sensación de que podemos controlar el devenir de los acontecimientos, que sólo debemos intentarlo mejor. Sobre él escribe Joan Didion en «El año del pensamiento mágico», que es seguramente su libro más brutal. Me apoyo en esta nota de Eduardo Lago y en otras lecturas para reconstruir una semblanza de Didion en esta entrega de Entrevistas para el Recuerdo.
Joan Didion nació en Sacramento (California) en 1934 y es una de las voces más distinguidas de su generación. Su pasión por el lenguaje data de muy temprana edad. A los cinco años ya escribía relatos, pero aunque muchos de ellos fueron entonces publicados en revistas de su distrito, ella no se sintió escritora hasta que vio la luz su primer libro. Eso fue en 1963, cuando su novela «Run, River» fue publicada.
A lo largo de su vida ejerció como periodista en revistas de cierto renombre como Vogue y desarrolló guiones para televisión; a su vez, compaginó con estas actividades la escritura de novelas y relatos. Su paso por los diversos géneros le sirvió para enriquecer su obra, dotándola de lo mejor del periodismo y la narrativa, y convirtiéndola en una autora ineludible de la Literatura Estadounidense.
Su obra, sin embargo, fue violentamente marcada por el dolor provocado por las violentas muertes de su marido y de su hija. En un período de dos años, Didion vio cómo su vida se desmoronaba y todo lo que hasta entonces había creído sólido y lleno de sentido, frente a la pérdida era vacuo e innecesario. Ese dolor la transformó e hizo que su literatura diera un giro rotundo. «El año del pensamiento mágico» fue el resultado de ese período de tristeza y oscuridad.
En la obra de Didion el dolor ocupa un lugar central. En este libro en particular el interés se convierte en obsesión, porque la muerte fue devastadora (en menos de dos años la autora perdió a su marido y a su hija) y exigió de ella una fuerza de voluntad imposible de entender, que se ve reflejado en cada párrafo de este libro y se manifiesta no sólo en el lenguaje sino también en la estructura (obsesiva y reiterativa).
Concisión y claridad son dos elementos que encontramos en las letras de la Didion. La suya es una escritura que fluye como un río y que viene a recordarnos por qué es tan importante trabajar y trabajar sobre una misma idea. Cuando se le pregunta acerca de este tema, es rotunda:
De toda su obra, y en particular de «El año del pensamiento mágico» y lo que vino después entendemos que la gran espina de Didion no es que se hayan muerto sus seres queridos, sino que no se la hayan llevado con ellos. La muerte de los otros no nos mata. Y esa es la verdadera angustia en torno a la muerte.
Sin embargo, detrás de todo ese dolor y de esa imagen misteriosa que se nos ha inculcado de Joan Didion, en ella hay muchísimo humor, incluso una extraña esperanza. Es como si la melancolía no hubiera conseguido arrebatárselo todo. No obstante, su forma de entender la escritura la ha llevado a construir una personalidad que está entre lo huraño y lo misterioso y que para muchos parece despertar cierta decepción. ¿Se puede escribir sobre la muerte y el dolor sin sentir una especie de decepción en torno a esto que nos ha tocado? Ella lo sabe. Ella responde siempre con las palabras adecuadas.
¡No dejen de leerla! De hecho, aprovecho para recomendarles «Río revuelto» que acaba de salir en Gatopardo Ediciones.
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