Hoy retomamos nuestro ciclo sobre el doble fantasmagórico. Ya hemos hecho una Introducción al concepto y hemos hablado del doppelgänger en las leyendas nórdicas y alemanas, hoy toca reflexionar sobre la idea de doppelgänger en la literatura clásica. Encontrarán en este texto a algunos de los autores que mejor han sabido explorar este recurso literario.
El doppelgänger a lo largo de la historia
Son muchos los autores que a lo largo de la historia le han prestado atención al doble fantasmagórico. Desde las leyendas antiguas y las fábulas hasta las narraciones contemporáneas, y es que se trata de un recurso sumamente fértil para la literatura, que abre muchos caminos y permite una exploración en lo más profundo de la identidad humana.
Antes del romanticismo la figura del doble fantasmagórico se veía representando en el concepto de sosias o de los gemelos malvados; entonces, su lugar era más bien generar un quiebre en el hilo de la narración que dotara a la historia de una cierta comicidad. Así lo demuestran obras como «Anfitrión» de Plauto o «La comedia de las equivocaciones» de Shakespeare.
En el siglo XIX hubo muchísimos autores que continuaron buscándole nuevos matices al concepto de doble fantasmagórico. Entre ellos es ineludible citar a Allan Poe que lo hizo parte protagónica de muchos de sus relatos pero que, sin lugar a dudas, lo llevó a su expresión máxima en el cuento «William Wilson». Lo curioso es que, a diferencia de otros relatos de la época, aquí el doppelgänger no es un gemelo malvado sino un doble que aparece cuando el protagonista realiza una acción poco ética; una especie de voz avisora.
Autores que exploraron el doble fantasmagórico en su escritura
Guy de Maupassant se inclinó por utilizar este recurso en sus obras; así lo demostró con uno de sus cuentos más populares y escalofriantes: «El horla», del que hemos hablado ya en Poemas del Alma. Según contó en varias ocasiones, este relato se encontraba inspirado en su propia experiencia con su doppelgänger.
Dostoyevski fue otro autor interesado por el doble fantasmagórico. En su obra «El doble» nos encontramos con un hombre un tanto extravagante y algo patético que se topa con su gemelo. En este caso las características del doble son todavía más exasperantes: mismo nombre, misma dirección, exacto aspecto que el original. Sólo una cosa los diferencia; el doble puede conseguir con facilidad todo aquello que el protagonista no con consigue. Partiendo de esa base Fiódor construye una historia absolutamente enrevesada que roza el delirio. ¡Muy recomendada, por cierto!
Otro ejemplo innegable del doppelgänger en la literatura es «Frankestein«, la novela de la escritora inglesa Mary Shelley. En ella un médico obsesionado con descubrir a fondo los misterios que habitaban en el alma del ser humano, crea un cuerpo tomando diversas partes de cadáveres disecados y le infunde una chispa eléctrica. Así nace un monstruo gigantesco que aterra a su propio creador, que huye despavorido. A partir de allí se darán una serie de circunstancias aterradoras que además servirán para reflexionar no sólo sobre el concepto de doppelgänger (aquel mostruo parece ser el doble fantasmagórico de su creador) sino también sobre el mito de Prometeo, otro interesante concepto que se ha explorado muchísimo en la literatura.
Similar a Shelley es el caso de Robert Louis Stevenson autor de «El Dr. Jekyll y Mr. Hyde», donde se da un encuentro alegórico entre el gemelo malvado y esa expresión recta del doble que también le interesó a Allan Poe.
Por su parte, Hans Christian Andersen también analiza el concepto en su relato «La sombra» en la que un hombre sabio cansado de sus responsabilidades delega en su sombra algunos compromisos sin prever que su sombra intentaría hacerse con la realidad: tal es así que le roba la identidad y comienza a ser la protagonista de su propia vida.
La lista es larguísima. Autores de todos los géneros se han interesado por el doppelgänger: Italo Calvino, Mario Benedetti, José Saramago, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar… y la lista sigue.
Antes de finalizar este artículo cabe la pregunta ¿por qué la posibilidad de encontrarnos con nuestro doble fantasmagórico nos produce pavor? Sin duda los caminos que se abren entre realidad y ficción son muchísimos, pero al aparecer en el mundo ficticio una réplica de nosotros mismos, la propia realidad parece perder nitidez. Y entonces aparece la eterna sospecha: ¿si lo que veo es lo que existe, entonces el doppelgänger puede ser parte de la realidad? Y, por otro lado ¿qué nos dice que no seamos nosotros la réplica?
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