Hoy vuelvo a nuestras «Entrevistas para el Recuerdo», un ciclo en el que rescato conversaciones de autoras y autores interesantes, a través de las cuales podemos conocer mejor su horizonte literario. En esta oportunidad le toca el turno a Doris Lessing.
Entre las entrevistas en las que hace pie este texto y que quiero recomendarles se encuentra la que hizo Rosa Montero para El País en 1997.
A Doris Lessing la conocemos todos; sobre todo después de que le dieran el Nobel. Sin embargo, muchos la asocian con la autora del «Cuaderno dorado» y olvidan las muchas otras facetas literarias de Lessing, que se paseó por todos los espacios posibles: realismo, modernismo e incluso se animó con la ciencia ficción en aquella saga maravillosa (que es la que menos se le valora) titulada «Canopus in Argos: Archives». Su obra completa aún no ha sido tenida del todo en cuenta, sin embargo, ante esta necedad, Lessing no se asombra, ya está curada de espanto. Dice que la apreciación de las obras lleva mucho tiempo porque cada libro tiene vida propia.
El motor de la escritura de Lessing era el divertimento. Encontraba en el oficio de la escritura un espacio para explorar su mundo interior y también para reírse y pensar la vida. Por eso, ni siquiera las bruscas críticas que recibieron algunas de sus obras ni las duras circunstancias que debió enfrentar en su vida personal, pudieron privarla de esto. Dice que no le importa si lo que escribe a la gente le gusta o no, porque nada es comparable al disfrute de la escritura.
Uno de los temas reincidentes en la obra de Lessing es la maternidad y la imposición de los roles, y a lo largo de su obra podemos encontrar cómo fue trabajando estas ideas, cómo la fueron cambiando y fue arribando a diferentes puntos de vista, a veces contradictorios (saber asumir lo contradictorio considero que es una de las mejores actitudes de un pensador-escritor).
Y en ese camino de búsqueda fue necesario poner en palabras la vida de su madre, la opresión que vivía y de la que Doris quería huir. Sin duda, la relación con su madre fue un condicionante rotundo para la vida y el desarrollo emocional de Lessing, y es un tema que aparece constantemente en su obra. No hubo entre ellas lugar para la comunicación.
Una de las consecuencias a las que puede llegar el extrañamiento con el entorno es la locura. Doris fue una niña extremadamente sensible y convencida de que no quería una vida como la de su madre; y fue gracias a la escritura que consiguió no volverse loca y hacer posible dentro de lo que estaba a su alcance, ese deseo:
A Lessing le gustaba escribir por las mañanas y no escribir la sumía en una sensación de angustia. Dice que considera que hay en ella una actitud ciertamente neurótica porque apenas termina un libro siente una gran paz. Pero enseguida comienza a moverse dentro de ella algo que la lleva a pensar que está desperdiciando su vida, y entonces tiene que ponerse en marcha otra vez. Esto explica que haya sido una escritora tan próspera y a la vez tan versátil. ¡Bendita locura!
El final de la entrevista de Rosa Montero es realmente maravilloso: conversan sobre la depresión, el abandono de Lessing a sus hijos…, con su espíritu optimista Rosa le pide unas palabras positivas en torno a la vida, pese a todos los problemas que ha afrontado y tiene que afrontar. Pero Lessing jamás ha visto a la vida como algo hermoso, y no va a cambiar de idea a las 78 años. Insiste Rosa, pidiéndole que al menos le diga que conserva la curiosidad y el placer de la escritura. Y felizmente concluye Doris:
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