Es tarea imposible traer a una página los nombres de los poetas más calificados de la poesía paraguaya, sin recordar a Josefina Plá. Aunque nació en España, en 1903, puede decirse que casi toda su actividad literaria fue realizada en el Paraguay. Es, por ende, referente por excelencia de la poesía paraguaya.
Vivía en una casa de muralla alta, en la esquina de las calles Estados Unidos y República de Colombia. En algunas ocasiones solía visitarla. Los gatos formaban parte de un escenario donde la poetisa iba y venía, con algunos papeles en las manos, y la idea encendida.
Sabía de política, de religión, de literatura, de leyendas. Era un placer mayúsculo charlar con ella, sobre todo si había un cigarrillo compartido de por medio.
Contemporánea de Dulce María Loinaz, la poetisa cubana, su poesía tenía el sello de lo femenino, de lo triste, de lo intemporal, de la sabiduría. Gustaba escribir sobre el mundo y el hombre. Claro, escritora respetuosa de las formas poéticas, cultivaba los sonetos, haciendo un uso perfecto de los endecasílabos y de los alejandrinos.
El poeta y crítico Hugo Rodríguez Alcalá sentía una admiración extraordinaria hacia su persona. Y hacia su formación literaria. “He insinuado ya que en su primera juventud Josefina estaba totalmente formada. Un ejemplo este de extraordinaria precocidad. Cabe insistir que esto es absolutamente cierto. ¿Dónde, en qué universidades, en qué ateneos y academias había aprendido tanto, incluso las lenguas de sus copiosas lecturas juveniles? Su formación literaria y artística en su iniciación veintenaria era equivalente o superior a la que ofrecen las mayores casas de estudios del mundo. Ella, en efecto, venía de la provincia española, no de La Sorbona, ni de Barnard College, ni de William and Mary College. Prodigioso autodidactismo”, escribe Hugo Rodríguez-Alcalá en su libro Poetas y prosistas paraguayos.
“¿Incentivos?- se ha preguntado un día Josefina Plá- ¿Qué incentivos necesita el auténtico poeta para crear? Si el incentivo de crear -la angustiosa ansiedad de expresarse- no basta, ningún otro puede serle útil…” puede leerse en el mismo libro de Hugo Rodríguez -Alcalá.
Josefina Plá tenía una contextura humana digna del mayor respeto.
Los poemas de la autora de “La nave del olvido” son de máxima elevación. Y de plena madurez. Un dolor solitario aparece en sus líneas; me refiero al dolor de existir, de intentar remontar inútilmente la materia.
Vamos a una poesía de la autora:
MI BESO ES MUCHEDUMBRE
Mi beso es muchedumbre.
Con él te sellan siglos y estaciones,
te condecoran légamos y nubes.
Se reencuentran en él
los valles con la cumbre:
el ojo del pavón con la amapola.
Mi beso es una escala por donde un mundo sube.
En él se juntan
rugidos y laúdes.
Cigarras y serpientes,
abejas y escorpiones se confunden.
En él están Lázaro y Judas,
mártires y asesinos su médula resumen.
Arden en él los que vivir esperan:
los que esperan matar, en él se encubren.
Mi beso es horca, es látigo, es cadena.
Mi beso es muchedumbre.
El puñal del rufián, la espada del valiente,
en él se juntan relámpagos y herrumbres.
Cuando digo besar, digo legiones.
Y el nombre de mi beso es muchedumbre.
Josefina Plá. 1935
ELVIO ROMERO, ENAMORADO Y REVOLUCIONARIO
Elvio Romero es el poeta de la revolución, de las ideas marxistas. Nació en Yegros en 1926. Enviado tempranamente al exilio, tuvo que hacer tareas varias para sobrevivir. Acaso la poesía de Elvio tiene la talla de aquellos contemporáneos suyos como Pablo Neruda, Jorge Guillén, Gerardo Diego, César Vallejo. Su poesía corre por las aguas del amor y también por las aguas de la revolución, de la indignación ante el autoritarismo que sofocó, durante la Revolución del ‘47, a tantas vidas humanas. Si hay una voz social de elevación torrencial en el Paraguay, es la voz de Elvio.
Él es el poeta de la técnica, de la sonoridad, de la palabra amorosa que llega como fuego a los lectores. Es el poeta de la palabra siempre combativa.
Entre sus numerosos libros pueden citarse: Días roturados, El sol bajo las raíces, Resoles áridos, Un relámpago herido, Esta guitarra dura, Destierro y atardecer, Los innombrables, Libro de migración, y otros.
Comentarios3
Me gusta la poesía romántica, mi papá es paraguayo de SAN LORENZO. Le avisaré para que comparta un momento tan emotivo. Muchas gracias Ale
GRACIAS POR TUS PALABRAS SINCERAS !!!
Sin duda Paraguay tiene Poetas extraordinarios ellos han marcado con la poesía un camino CLARO A RRECORRER CON EL COMPROMISO DE CONTAR LA REALIDAD POÍLTICA Y SOCIAL DE CADASER HUMANO.
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