Hoy se cumplen los 200 años del nacimiento de Charlotte Brontë, una de las voces anglosajones más interesantes de la literatura del siglo XIX, y pienso que es una buena oportunidad para profundizar en su obra y su pensamiento.
Una infancia de ficción
Charlotte Brontë nació en una familia de clase media alta alta en la que libros y cultura ocupaban un lugar privilegiado. Fue la mayor de seis hermanos, todos apasionados por los libros: Emily, Anne, María, Elizabeth y Branwell. Durante la infancia a los juegos típicos de niños se sumaron eternas tardes de lectura. Y en ese tiempo comenzó a gestarse su fascinación por los libros.
De aquella época datan los primeros escritos de Charlotte. Angria se llamó el mundo que creó junto a sus hermanos. Un universo épico en el que todos fueron poniendo a prueba su pasión por la palabra escrita. El primer texto centrado en ese universo lo escribió Charlotte, tenía entonces 12 años y todavía no sabía que se convertiría en una de las escritoras más relevantes de su época.
La madre de Charlotte falleció cuando ella era pequeña, lo que la llevó a responsabilizarse de la vida de sus hermanos. Del padre de los Brontë poco se sabe; aunque algunos textos de la época lo señalan como un hombre excéntrico (hoy en día lo sería sólo por ser clérigo, sin lugar a dudas) al que parecía preocuparle muchísimo el porvenir de sus hijos y se esmeraba en proveerles de una educación en la que austeridad y devoción fueran de la mano. Cabe mencionar que también escribía y fue quien inculcó en sus hijas la pasión por la literatura.
Primera edición de «Jane Eyre»
En la obra de Charlotte podemos encontrar los vestigios de la educación en un colegio religioso donde imperaban las metodologías violentas y los malos tratos, que la convertirían en una niña temerosa por un lado pero por otro, la ayudaría a forjarse un interior férreo que le serviría para convertirse en una de las mejores escritoras de su época. Del paso por este colegio una de las experiencias más difíciles de sobrellevar fue el ver cómo otras alumnas contraían tuberculosis: entre ellas sus dos hermanas Elizabeth y Maria, quienes murieron poco tiempo después.
Los primeros pasos en el mundo de la literatura no fueron sencillos para Charlotte. Como ocurría con la mayoría de las escritoras en aquella época, sus textos eran rechazados casi automáticamente, posiblemente sin ser leídos por parte de los editores. Este constante rechazo compartido también con sus hermanas, la llevó a inventarse un seudónimo masculino, gracias al cual consiguió hacerse un lugar en la literatura anglosajona.
Así, bajo el nombre de Currer Bell vio la luz la primera edición de «Jane Eyre» y una serie de relatos que se publicaron en medios de la época.
Entre las críticas que recibió este libro se destacaron aquéllas que explicaban que aunque el sexo del autor parecía dudoso, era imposible que una mujer hubiera podido escribir de manera tan franca acerca de la pasión amorosa. Cuando finalmente se dio a conocer el nombre de la autora, hubo una fuerte conmoción entre los especialistas de la época, lo cual colaboró muchísimo con la fama que adquirió la autora en poco tiempo.
Ni esposa abnegada ni madre amantísima
La vida amorosa de Charlotte no fue ni cerca tan apasionante como la de sus personajes. Lo que sí la acercó a esas criaturas fue su espíritu indómito, su afán de independencia y su capacidad para tomar decisiones que la llevaran lejos. Podría decirse que fue una feminista, con los matices propios de la época, claro. Una mujer que creía en la independencia y la capacidad de todo individuo por forjarse su futuro. De hecho tuvo varias propuestas de matrimonio que rechazó porque quienes se las hicieron fueron hombres que no la veían como una semejante y que buscaban en ella una esposa, con todo lo que ello significaba en aquel momento.
Jane Eyre es una buena obra que podría servir para interiorizar el pensamiento de Charlotte Brontë. Es un texto que repudia al sistema patriarcal, aunque a veces cuesta discernir esto en medio de un lenguaje que resulta algo anticuado y enjaulado en la estructura gótica. Pero bien mirado-leído, este libro es revolucionario, o al menos tiene el potencial para serlo. Hay en él un manifiesto repudio a la subordinación femenina hacia los hombres y ofrece numerosos fragmentos contra la hipocresía eclesiástica y las flaquezas del sistema educativo.
Además hay una crítica al sistema laboral, tanto desde el tipo de profesión en el que son aceptadas las mujeres (sólo pueden hacerlo en la enseñanza y el cuidado de niños), como en el trato que reciben (son humilladas con sueldos miserables). Ambos hitos en el sistema laboral impiden que las mujeres consigan emanciparse de sus patrones, y terminen subordinadas a los hombres.
Cierto es que el final de Jane Eyre no escapa del que caracteriza a cualquier novela romántica gótica; sin embargo, aún así creo que es un texto para releer y estudiar. Y podría ser este un buen día para hacerlo, al conmemorar los 200 años del nacimiento de la inmensa Charlotte Brontë.
Comentarios1
Una mujer, una escritora y una vida apasionante. Afortunadamente, tuvo la habilidad para abrirse paso en esa sociedad patriarcal y hoy podemos disfrutar de sus textos. Merecidísimo artículo, Tes. Un abrazo.
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