Uno de los dramaturgos más insignes de la Literatura española de todos los tiempos, y especialmente del siglo XX, es el guadalajareño Antonio Buero Vallejo. Se trata de un escritor que nos ha legado obras de gran calidad, convertidas ya en clásicos, que aún hoy siguen representándose en todos los teatros del país.
El Premio Cervantes, obtenido en el año 1986, es uno de los muchos galardones que recibió aquel como una manera de reconocer la magnitud de obras tales como la conocidísima Historia de una escalera (1948). No obstante, dentro de su bibliografía toman especial protagonismo los dramas históricos que realizó y que giran en torno a algunos de los personajes más interesantes del pasado de España:
Las Meninas. En el año 1960 fue cuando se estrenó este trabajo de la dramaturgia que comparte nombre con uno de los cuadros más significativos del afamado Diego Velázquez. Artista este que, como no podía ser de otra manera, es el protagonista de la obra literaria citada.
En concreto, se acerca al público a la vida del pintor, y concretamente a cómo es su día a día en la corte del rey Felipe IV. Las tramas políticas que subyacen en ese ambiente, el tipo de relaciones que se establece entre todos los personajes que allí moran o cómo Velázquez acomete sus cuadros son algunos de los pilares de este trabajo.
El sueño de la razón. Otro de los dramas históricos más importantes de cuantos realizó Antonio Buero Vallejo es este, que toma como personaje central a otro de los más grandes artistas de la historia de la pintura en España: Francisco de Goya.
En el año 1823 es, en concreto, en la etapa en la que se sitúa este trabajo teatral que nos acerca a la vida de aquel en Madrid. Más exactamente tendríamos que decir que viene a abordar los últimos años de existencia del pintor, de ahí que se pueda descubrir, entre otras cosas, los problemas de sordera tan acuciantes que tenía o incluso la relación que mantenía con su amante Leocadia.
De esta manera, el dramaturgo aprovecha los problemas auditivos de Goya para, veladamente, realizar una fuerte crítica a la sociedad y en especial a todos aquellos hombres que se encuentran incapacitados mentalmente para poder hacer frente a la realidad en la que viven.
Un soñador para el pueblo. En 1958 fue, por su parte, cuando se llevó a cabo el estreno de esta otra obra que viene a convertirse en un perfecto planteamiento de uno de los acontecimientos históricos más significativos de la España del siglo XVIII: el motín de Esquilache, en el que el pueblo de Madrid se levantó contra el poder, tanto por la escasez de alimentos que existía como por determinadas prohibiciones que se habían impuesto a nivel de vestimenta.
El ministro del rey Carlos III, el marqués de Esquilache, fue en gran medida el culpable de las medidas opresoras contra los ciudadanos y el que, tras el levantamiento, tuvo que salir del país para ser desterrado.
Precisamente todas estas circunstancias se plantean en la obra a través de dos personajes fundamentales: Bernardo, que viene a ejercer como representante del pueblo, y el citado ministro real.
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