En un artículo anterior hemos abordado el género dramático desarrollado en la literatura universal del siglo XIX. Así, dimos a conocer grandes obras de la historia que nos hicieron vivir, casi como si fuera en primera persona, un conjunto de situaciones de sufrimiento, de presiones sociales, de incomprensión y de injusticia. Libros que nos removieron interiormente y que, como decíamos en este texto previo, nos hicieron sentir vivos al leerlos.
Ahora vamos a abordar una serie de trabajos que hicieron lo propio pero, en este caso, fueron publicados ya en el siglo XX.
Una de las novelas que consiguió mantenernos en vilo en todo momento, con el corazón encogido, es Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez. En 1981 fue cuando vio la luz esta narración que se basa en un caso real que tuvo lugar en la tierra del autor, el asesinato de Santiago Nasar.
Ángela Vicario es la que genera la trama, pues tras casarse y descubrir su marido que ella no es virgen, esta culpa de lo sucedido a Santiago. Él desde ese momento se convierte en el objetivo de los hermanos de la esposa rechazada que anuncian que van a matar a aquel para recuperar así el honor ahora perdido por los acontecimientos.
El principio de la novela ya nos deja asustados pues sabemos lo que va a suceder, Nasar va a ser asesinado ante la atónita mirada de muchos de sus vecinos que se quedan impávidos sin saber o sin querer hacer nada.
Si sobrecogedor es este relato no lo es menos el que en el año 1910 publicó William Golding: El señor de las moscas.
Al igual que sucediera con el trabajo citado de Márquez, el inicio de esta narración ya nos consigue presionar el corazón y es que el punto de partida es un episodio crudo: un naufragio en el que sólo consiguen sobrevivir treinta muchachos.
A partir de ese momento, ellos se dividen en dos grupos, a los que podríamos llamar los constructores y los cazadores. Juntos deben trabajar para lograr vivir en un entorno hostil pero pronto harán acto de aparición los conflictos que finalmente acabarán con la muerte de algunos de esos jóvenes.
Holding, a través de un caso extremo como este, consiguió así representar y criticar alguno de los síntomas latentes degenerativos en la sociedad actual como la barbarie, la ambición y la deshumanización.
Teatro dramático
El gran dramaturgo español Alejandro Casona nos legó un amplio conjunto de obras de gran belleza y calidad. Entre ellas se encuentra La dama de alba que vio la luz en 1944.
En ella la muerte, personificada en una mujer, es la protagonista y la clave de este relato donde se exponen los dolores más profundos del ser humano cuando sufrimos la pérdida de un ser querido, ya sea hijo, hermano, padre,…pero es más, ¿qué sucedería si intentamos recuperar nuestra vida tras cometer un error y arrepentirnos? A veces, la muerte es el menor de los daños posibles, según se refleja en la situación planteada por Casona.
Indiferente no dejará a nadie esta obra teatral pero tampoco ninguna de las otras dos narraciones expuestas. Los sentimientos más profundos, nuestros miedos, nuestras dudas o nuestros temores aflorarán mientras leemos estas páginas cargadas de drama y de sufrimiento, pero también de aprendizaje.
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