Te invito a leer «El día que dejé de comer animales» de Javier Morales (Sílex Ediciones), para poder pensar en el resto de los animales de una forma distinta.
¿Para qué sirve la literatura? Ésta parece la pregunta que pone en movimiento el trabajo de Javier Morales, un periodista comprometido que trabaja desde su profesión y desde la literatura para mostrarnos formas distintas de observar el mundo. En «El día que dejé de comer animales» (Sílex Ediciones) elabora toda una reflexión acerca de su propia transformación intelectual a partir del momento en que comprendió la retorcida relación que nuestra especie ha desarrollado con los animales a lo largo de la historia. Te dejo algunos apuntes que, espero, te animen a leerlo.
Cambiar la mirada sobre los demás animales
Cambiar la mirada que el lector tiene de los animales. Esa dice Morales que es su intención al escribir este libro. Parte de su encuentro con J.M. Coetzee en Capital Animal y toda una exploración en torno a la vida de los animales desde distintas ópticas. Un trabajo de investigación que lo lleva a entrevistar a intelectuales que han pensado nuestro lugar en la ecología y nuestra relación con los demás animales, como Jorge Riechmann y Ruth Toledano, por mencionar tan sólo dos de ellos.
Estamos ante un ensayo que nos puede servir para comprender la transición de una persona carnista al veganismo; aunque Morales termina el libro en su etapa de vegetariano, poco tiempo después abandonó también el consumo de lácteos y otros productos de origen animal. Sin duda, quienes emprendemos este camino necesitamos sentir que no estamos solos, y ante la violenta forma en la que el mundo nos mira, quizá leer y encontrarse en un libro así es una excelente alternativa.
Entre los elementos a destacar de este libro no quiero dejarme fuera ese registro a mitad de camino entre el periodismo y la ficción. Creo que Morales hace un buenísimo trabajo con ellos, al usarlos para amasar la perspectiva e invitarnos a hacernos preguntas que cuestionan algunos de los rasgos de la realidad que damos por sentados, como por ejemplo, nos invita a preguntarnos cómo es la vida de los animales antes de llegar al plato o cómo es la vida de las vacas en una lechería, entre otras preguntas importantes.
Asimismo, me resulta sumamente lúcido que el punto de partida sea la obra de Coetzee, no sólo porque creo que es uno de los escritores contemporáneos más grandes; sino porque es uno de los primeros que se ha atrevido a formular inquietudes respecto a la vida de los animales, y que viene luchando contra las ideas que el neoliberalismo quiere imponer como verdades y que no son otra cosa que esclavitud disfrazada a fuerza de eufemismos y mentiras.
Otro elemento a destacar del libro son las viñetas del grandísimo Paco Catalán Carrión, otro indudable referente del movimiento animalista en España; quien viene denunciando el maltrato en todas sus variantes, no sólo en el terreno de las fiestas taurinas sino también de la caza y de la explotación ganadera. Encontrarme con Paco en este libro ha sido una sorpresa hermosa y creo que otorga a todo lo que dice Morales una fuerza intachable.
De forma sutil, Morales nos ofrece una extensa bibliografía que incluye entre muchos otros libros esa obra maravillosa de Melanie Joy, «Por qué amamos a los perros, nos comemos a los cerdos y nos vestimos con las vacas» (Plaza y Valdés). En lo personal le debo muchísimo a Joy, cuando colaboraba hace ya varios años con la revista Ethical Magazine, me encontré con este libro y con otro fabuloso que es «Por encima de su cadáver» de Bob Torres, que me sirvieron para formar mi pensamiento animalista.
Leer a Morales me ha hecho mirar hacia atrás y observar con cierta satisfacción que la mirada hacia el resto de los animales sigue cambiando. Tan sólo hace cinco o siete años parecía utópico pensar que hubiera más de una tienda donde comprar tofu o queso vegetal en nuestra ciudad, y esto afortunadamente ha cambiado, como también se ha ido transformando la conciencia general respecto a la vida de esos otros distintos y tan parecidos a nosotros. Ojalá que este libro sirva para que más personas abran los ojos.
El presente y el futuro sobre la mesa
Escribimos para cambiar algo. Y cuando se trata de mostrar la realidad de los animales, salvo en contadas ocasiones, siempre noto una especie de temor a las críticas negativas. Sucede en los libros que se escriben para generar conciencia, sobre todo. Se quiere entrar en el otro desde la amabilidad, y eso está muy bien si queremos cambiar algo; sin embargo, creo que en ciertas cosas debemos ser firmes.
Soy abolicionista. No creo en los caminos intermedios. Cuando un amigo me dice «como poca carne» para mí no es un consuelo. Si puedes dejar de comer un poco, ¿por qué no arrancarla de cuajo de tu alimentación? Sé que es difícil –vengo del campo pampeano y siempre he sido de muy buen comer– pero si lo pensamos un poquito, es retorcido que el placer venga dado por la violencia. De todas formas, coincido con lo que expresa Morales, que la conciencia y la empatía hacia los demás animales no es algo que pueda imponerse. Aún así también creo que no se puede esclavizar a alguien a medias; no hay eufemismo que justifique el maltrato.
Mientras leía el libro he tenido la sensación de que Morales escribía atajándose, con miedo de ser tachado de soberbio y afirmando que no se siente moralmente superior, sino que simplemente viene a contarnos su versión de la historia. Técnicamente aquel que es capaz de ver mejor el sufrimiento ajeno y no quedarse de brazos cruzados es moralmente superior; creo que en el budismo a esas personas se las llama iluminadas, porque tienen un alto grado de conciencia. Esta actitud de temor la he encontrado en muchas personas a lo largo de la vida y me parece que no es buena para las ideas. Si crees en algo es porque estás convencido de que es mejor que otra cosa y, lo asumas o no, te sientes mejor a otros que no creen en eso, y por eso lo defiendes. Me habría gustado un libro más categórico, sin duda; pero también creo que es de una gran valentía haberse atrevido a escribir sobre los animales, teniendo en cuenta lo poco que le han interesado a la literatura, a menos que sea para humanizarlos o esclavizarlos.
La lectura de Jonathan Safran Foer, dice Morales, es la razón por la que muchas personas dejan de comer carne. Los humanos necesitamos racionalizarlo todo para tomar las decisiones importantes; necesitamos explicar cómo funcionan biológicamente el dolor o el deseo para aceptar que maltratar a una vaca, someterla a la explotación para sacarle su leche, asesinar a sus hijos y abusar de su confianza mamífera es injusto, moralmente deplorable. Aunque mi ruptura con la cultura carnista fue muy pulsiva y fue mucho después de hacerme vegana que comencé a buscar argumentos –para poder entender la evolución y los vínculos del movimiento con el mundo de las ideas, principalmente–, creo que libros como éste pueden sernos de gran ayuda si nos sentimos perdidos o si necesitamos palabras que expliquen nuestras decisiones y no las encontramos dentro de nosotros mismos.
Este libro puede ser una excelente lectura si te estás preguntando cómo viven los demás animales. No obstante, quiero decirte que para volverte contra el maltrato será insuficiente, porque todas las lecturas lo son. La empatía no es algo que puedan enseñarnos los libros, sino que el camino es hacia dentro de nosotros mismos. El contacto con nuestros sentimientos nos lleva indefectiblemente al encuentro con el otro, los otros, los animales, y quien quiera que desee cambiar el mundo antes debe emprender ese camino de autoconciencia y aceptación. Evidentemente, si estás en ese viaje, este libro puede servirte para conseguir buenos argumentos, y para sentirte menos sola en este camino de identidades. El futuro (que es siempre el presente donde empieza) debe ser abolicionista, y ningún camino tibio o atajo fácil va a permitirnos construirlo.
¡Que nadie se pierda este relato sobre la hermandad y la empatía con nuestros compañeros de hábitat!
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