Reseña de «El jardín de Epicuro», de Francisco Aranda Cadenas (ExLibric)
Si algo le pedimos a la poesía es que nos guie hacia un entendimiento del mundo y de nuestra experiencia que nos otorgue cierta cuota de trascendencia. La posibilidad de ver más allá de lo cotidiano, pero por saber mirar mejor lo minúsculo que nos rodea. Ésta parece la propuesta subyacente en El jardín de Epicuro de Francisco Aranda Cadenas (ExLibric). Un poemario que atraviesa algunas de las experiencias más significativas de la vida –el amor, el duelo, la desesperación, la amistad, la ternura, la naturaleza– iluminándose con pinturas de Luis Ontoso Bermejo. El color del jardín en las palabras y en las imágenes nos pueden servir para alcanzar ese entendimiento.
Del amor y la tradición poética
En la poesía de Francisco Aranda Cadenas encontramos un interés especial por dotar a lo cotidiano de cierto matiz sublime: a través de metáforas ingeniosas y de una intención concreta entre lo poético y lo real, consigue trabajar sobre temas metafóricos desde una poesía material. Ya en su libro Hoy ya no llueve de memoria encontrábamos esa intención de trabajar lo abstracto desde un lenguaje directo, por eso no nos sorprende encontrarnos con una vuelta a esa intención estética en El jardín de Epicuro. En este nuevo poemario, sin embargo, se nota una profundización mayor de estilo, lo que denota la trayectoria poética de Aranda.
Entre los rasgos distintivos de este libro podríamos señalar cierto interés por hablar del amor absoluto, de las posibilidades siempre escondidas de la experiencia, del imaginario poético y, asimismo, del idealismo que se adhiere a prácticamente todas nuestras experiencias. En este poemario encontramos en ese sentido muchos poemas que trabajan sobre temas íntimos (amor, desamor, amistad) y otros más generales (la cultura, la poesía, el lenguaje).
Entonces, podría leerse como un diario de las experiencias íntimas pero también como una puesta en palabras de una época. Se nota un interés por ensalzar la cultura y las posibilidades del conocimiento para llegar a construir un paraíso. El guiño a la escuela de Epicuro, quien deseó reconstruir o recuperar un estado de brillo y belleza intelectual, resulta muy apropiado. En este libro Francisco Aranda trabaja con una crítica sobre la realidad cultural y poética, pone en evidencia la decadencia de nuestro tiempo y trata de reconstruir una posibilidad: la palabra como hermana de la belleza, como camino imprescindible para la trascendencia.
Este guiño también se ve reflejado en el lenguaje, que se adentra en el corazón de la tradición y tira de las formas de la poesía clásica para construir un poemario donde lo que se dice importa sobre todo por cómo se dice: recuperar la poesía desde sus propios simientes, reconstruyendo el decir desde la palabra clásica.
Palabra e imagen
La poesía de Francisco Aranda es clara y se articula desde un decir narrativo, por lo que no hay hermetismo o dificultad de entendimiento al acercarnos a ella. Sin embargo, la idea de acompañar este libro con las pinturas de Luis Ontoso Bermejo parece un verdadero acierto, porque hay un hilo común y a la vez cierta contradicción entre las formas de uno y otro. Me explico.
Mientras la poesía de Aranda fluye en la dirección de lo clásico, los trazos de Ontoso apelan por la defragmentación, con cierto hilo vanguardista posmoderno que, de alguna forma, ofrece un contrapunto a la lectura, rompiendo con su fluidez. Esto, que en una primera lectura puede resultarnos un tanto extraño, cuando nos hemos impregnado del sentido del libro se convierte en un feliz acierto. Todo poema es singular en su sentido y la posibilidad de romper con su forma le otorga un vuelo insospechado, nos lleva como lectores hacia su deriva. Leer poesía es aceptar la ambigüedad del sentido de las cosas que es lo mismo que decir las múltiples realidades que contiene una sola vida.
La poesía de Francisco Aranda nos invita a pensar en las pequeñas cosas de la vida desde un lirismo donde el paisaje, la tierra y la naturaleza sirven de conectores entre el pensamiento y la palabra. Este libro es un florido jardín que alude a la importancia de la cultura y también, a la belleza inaudito que habita lo pequeño. Rescatar las cualidades del bien perdido a través de la poesía, de la lectura de este libro, puede ser una maravillosa forma de hacerle frente a la decadencia que nos rodea.
EL JARDÍN DE EPICURO
Francisco Aranda Cadenas
ExLibric
978-84-17334-05-5
103 páginas
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