Hace unos días hablábamos sobre la noción que Aristóteles tenía sobre las características que debía reunir el héroe trágico: debía proceder de cuna noble y, a lo largo de la obra, experimentar una caída descomunal la cual debía deberse a ciertas circunstancias externas y a una serie de malas decisiones influenciadas por un carácter débil y propenso a los equívocos. Por eso al enfrentarnos a la lectura de una tragedia podemos presenciar cómo el protagonista sufre una importante transformación psicológica que lo obliga a ser consciente de su imperfección.
Las tragedias son seguramente uno de los géneros más importantes dentro de la literatura, por eso si vamos a hablar de ellas, mejor hacerlo a fondo, partiendo desde el principio. Les había prometido escribir sobre Esquilo, Eurípides y Sófocles, pero he pensado que sería mejor comenzar unos años antes, desde el mismísimos Tespis: ya saben, los orígenes son importantes.
La importancia de la representación
Las tragedias no eran sólo importantes por cómo se escribían, sino más bien por cómo eran representadas. Dentro de estas representaciones había actores protagonistas que interpretaban el papel de los personajes importantes y, un grupo amplio de actores que se ponían en la piel del coro. Estos debían comentar las decisiones de los personajes y llegar a empatizar con el público para hacerles entender y compenetrarse más con la historia.
Además, una de las principales funciones del coro era recordarle al público que los personajes eran mortales y que no podían tener control absoluto sobre su libertad; debían demostrar que los dioses eran los que determinaban el desarrollo de los sucesos de la vida pero que la actitud humilde frente a las circunstancias era fundamental para que el héroe pudiera enfrentar correctamente las dificultades de la vida.
Las tragedias griegas presentan historias que se ambientan en la sociedad griega de aquel entonces y que tienen el objetivo de transmitir una enseñanza moral. En estas leyendas aparece un protagonista que procede de una cuna noble y que debe enfrentarse a toda serie de pruebas para moldear su carácter que intenta conducirlo por el mal camino. A través de un conflicto importante y generalmente crucial en la vida de este protagonista, el autor nos enfrenta a sus actitudes e intenta razonar en torno a los valores importantes. Cabe señalar que estas historias no fueron creadas por estos autores al cien por ciento; podríamos decir que se trata de la interpretación que cada uno de ellos hizo sobre historias pertenecientes a la mitología griega.
Tespis el primer trágico
El fundador de este género, fue Tespis, un dramaturgo que vivió en el siglo VI a. C, en torno al 500 a.C. Se dio a conocer al resultar ganador del primer concurso de tragedias. Se conocen cuatro piezas de su autoría fundadas en la mitología; estas son: Sacerdotes, Muchachos, Forbante y Penteo. De todas formas, ninguna de sus obras se ha conservado impresa, solamente se conocen versiones que se han transmitido de forma oral. No obstante, Tespis es considerado el inventor de la tragedia como género teatral y a él nombra Aristóteles en aquel libro que ya he mencionado, Poética, al referirse a los autores dramáticos.
Fue Tespis, según Aristóteles, el primero en introducir un personaje, lo que permitía incluir en la historia el diálogo con el corifeo. A su vez, esto abrió las alas a la representación del coro, que dejó un lado su carácter recitativo para volverse más dialogal y fragmentario. A Tespis se le atribuye también la implementación de la máscara en la representación y la invención del prólogo.
De las tragedias de Tespis se sabe poco, casi podríamos decir que su existencia se basa en escritos de otros y creencias populares que en pruebas fehacientes de sus capacidades creativas. Entre las características que se conocen de su composición destaca que el coro estaba conformado por sátiros, lo cual la pone en una etapa de transición entre la comedia y la tragedia.
Sin duda, Tespis fue el impulsor de una serie de creaciones que verían la luz en el siglo VI a.C en una Grecia donde la cultura gozaba de prestigio y que podría considerarse como la fundadora del arte escénico. Entre los autores que se inspiraron en Tespis y que proyectaron sus propias visiones de las mitologías griegas se encuentran Frínico, Quérilo y Prátinas; todos ellos ofrecieron obras híbridas entre cómicas y dramáticas y fueron fundamentales para que posteriormente la tragedia cobrara una fuerza única en la literatura.
Los cambios de Frínico en la tragedia
Frínico es posiblemente el que más ha destacado de esta hornada de autores clásicos; quizás porque fue el que introdujo el verso yámbico en los diálogos; además presentó obras divididas en dos partes, encaminando la tragedia hacia la trilogía. Posteriormente, Esquilo tomaría esta idea y la implementaría en sus obras, fundado la trilogía.
Las tragedias de Esquilo, Eurípides y Sófocles se acercaban en su estructura. No obstante, cada uno supo darle a sus historias un tinte propio que lo volvió inconfundible respecto a los otros. A lo largo de tres artículos iremos desmenuzando lo que cada uno ha hecho por la tragedia y resaltando algunos elementos de su escritura, que todavía pueden ser útiles y llamativos. En el próximo artículo nuestro protagonista será Esquilo.
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