A quién no le han iluminado la infancia las historias de Julio Verne. Sin duda es él uno de los grandes compañeros (e ineludibles) de los primeros años de vida y lectura.
Me atrevería a decir que nadie como Verne supo comprender lo mágico del misterio y se atrevió a llegar hasta sus contornos. Nadie supo escribir sobre la soledad en tierra de nadie y trató de comprender qué es el ser humano y qué su historia, y para qué su paso por el mundo.
En nuestra sección el Desván de los libros perdidos me parece que no puede faltar este autor imprescindible sin el cual muchos de nosotros no tendríamos ni idea de que existía algo más allá de la corteza terrestre, de que los submarinos son capaces de volar y de que la luna puede ser un territorio habitable.
Para no caer en sus «20.000 leguas de viajes submarinos», «Los hijos del Capitán Grant» o «Cinco semanas en globo», he preferido traer un título menos popular pero que en su momento me impresionó notablemente. Se trata de El país de las pieles, una historia que nos lleva a los confines del mundo y que intenta acercarse a las preguntas fundamentales de nuestra esencia: esas preguntas que, si no somos capaces de responderlas, no podremos sobrevivir.
Una expedición a los confines de la tierra
El país de las pieles fue una novela que Julio Verne publicó por entregas (a lo largo de 15 meses) en una revista literaria conocida como Magasin d’Education et de Récréation». Se publicó desde septiembre de 1872 hasta diciembre de 1873 y, posteriormente, en un libro de dos tomos. Al día de hoy existen múltiples ediciones en diversos idiomas y, aunque no es de las obras más conocidas de Verne, es uno de sus más bellos libros.
En este libro nos encontramos con una historia escalofriante de aventuras y supervivencia. La Compañía Comercial de la Bahía de Hudson organiza un viaje de investigación al norte de Canadá; más precisamente al Cabo Bathurst. Allí enviará a un grupo de viajeros experimentados con el objetivo de expandir sus dominios.
El grupo que marcha rumbo a este misterioso destino se encuentra formado por el teniente Jasper Hobson (quien ejercerá el papel de líder), la señorita Paulina Barnett (una viuda apasionada de los viajes que ha transcurrido sus últimos quince años de expedición en expedición por territorios desconocidos y misteriosos), Madge (la criada de Paulina que según dice Verne, no es más que una extensión de la rica viuda) y Tomás Black (un astrónomo que se sumará al equipo a último momento). Poco después se unirá el sargento Felton (un amplio conocedor de los viajes arriesgados, quien se pondrá al servicio de Hobson).
Si bien la mayoría de los viajeros emprenden este viaje por una ambición profunda (ansias de conocer y de vivir nuevas experiencias), el objetivo de esta travesía es crear una oficina comercial de la compañía a la que representan, que estará destinada al intercambio de pieles y la exportación de las mismas.
El viaje comienza tranquilo pero todo se viene a pique cuando detectan que ha aumentado la actividad volcánica de la región y deben enfrentarse a movimientos sísmicos y toda clase de complicaciones derivadas de este accidente. Además, se presentan un sinfín de problemas que harán tambalear las esperanzas del equipo y los pondrán al filo del abismo.
La lucha por sobrevivir
Entre los valores fundamentales que trabaja Verne en esta historia se encuentra la lucha por la supervivencia y la equivalencia de emociones y necesidades entre animales y humanos: cuanto más nos acercamos al límite de nuestra vida social, cuando nos alejamos del artificio que rodea nuestra realidad, nos asemejamos más al resto de los animales y comprendemos que, en realidad, no somos tan diferentes. Todos queremos sobrevivir y hacemos lo que creemos apropiado para conseguirlo.
El país de las pieles es mucho más que una novela de aventura; es una aclamación de la fuerza y de la tenacidad, actitudes tan humanas y a la vez tan frágiles. A través de esta historia Julio Verne nos ofrece, una vez más, un ida y vuelta desde nuestra casa hasta el límite de la razón, nos lleva a recorrer lugares desconocidos y a vernos expuestos a situaciones límite, para que volvamos a preguntarnos como cuando éramos niños, con la misma inocencia de entonces ¿para qué la vida? ¿cómo la vida? ¿hacia dónde la vida?
Pensar en los libros olvidados y no hacer un espacio a este grandioso escritor francés sería un despropósito, por eso he querido rememorar esta preciosa historia y recomendárselas. Porque creo que nunca somos lo suficientemente viejos como para releer esas novelas que leíamos con tanto fervor a los 10 años: de todas las lecturas podemos extraer nuevos y valiosos puntos de vistas. ¿No les parece?
Comentarios1
En la introducción del artículo describes perfectamente lo que supuso Julio Verne para muchos de nosotros, aunque voy a confesarme y reconocer que desconocía este título.
Es imposible que faltara este autor en desván de los libros perdidos, así que, tomo nota de esta novela.
Muchas gracias por traernos estos pequeños, grandes descubrimientos u olvidos.
Un abrazo, Tes.
¡Muchas gracias, Rapsódico! Sin duda Verne es inmenso y lo que nos quedará todavía por descubrir de él. 🙂
Un abrazo grande.
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