Hace unos días hablaba sobre 3 temas que los autores evitan mencionar. Hoy profundizamos sobre lo que no se dice en un texto pero se deja en él: los miedos y obsesiones que cada autor vuelca en sus textos.
La mayor valentía de la escritura reside en ese atrevimiento al desnudo inevitable que nos provoca el arte. No podemos controlar los hilos invisibles que atan nuestra psique a la escritura, por eso resulta inevitable dejar una huella indeleble de nuestros secretos más profundos en nuestros textos. Incluso aquellos escritores (conozco varios) que aseguran ser de roca y que se vanaglorian de controlar milimétricamente sus emociones al escribir, dejan su huella profunda al escribir.
Escribir para bajar
Escribir debe ser una búsqueda interior que nos lleve a establecer y mejorar nuestros lazos con nuestro entorno; una mirada bifocal hacia nuestra historia y la de nuestros ancestros; desde nuestra rutina hacia la del mundo que nos rodea. Escribir, si no nos sirve para vivir otras vidas y convertirnos en otras personas, no tiene sentido.
Mirar la escritura como utilidad, para conseguir repercusión, sólo puede traernos oportunidades superficiales que puedan colaborar con nuestra notoriedad, pero ¿y de ahí a dónde vamos? Cuando escribir nos asciende hay algo que no estamos haciendo del todo bien. La escritura debería llevarnos al subsuelo, a contemplar con asombro aquello que parece evidente y comprender por primera vez lo que dice Cortázar:
Escribir al borde del precipicio, como hicieron tantos y tantas y descubrir que la escritura no sirve para nada, que nosotros no servimos para nada. Y, pese a ello, en medio de esa inexplicable certeza sentir, como quien se aferra a una visión, que sin la escritura no somos nada y que, necesitamos ser y sentirnos: he aquí el verdadero regalo de la escritura.
La búsqueda interior que nos permite la escritura es algo tan personal y a la vez tan inevitable que nos convierte, a algunos más que otros, en criaturas a la intemperie que lo dan todo de sí, que se vuelcan en cada palabra y que demuestran sus miedos, sus fragilidades. Julio sería un buen ejemplo: ese niño sin padre, sin patria, tan asiduo a la soledad y tan necesitado de afecto. Y pienso también en Plath, en Dostoyevski, en Hemingway, en Woolf, en Montgomery, por nombrar algunas criaturas medio extintas. Al leerlos te acercas a sus obsesiones como si esa energía, esa vitalidad y esa tristeza se hubieran colado en sus escritos y estuvieran aguardando cualquier mentalidad sensible para asaltarla y llevarla ante sus propios abismos. Si la escritura no sirve para encontrarnos con los problemas y los dolores de toda una vida, de otras vidas, ¿cuál sería nuestra necesidad-deseo de ella?
Lectores responsables
«Yo leo para entretenerme» es una frase que suelo escuchar mucho y con la que cada vez estoy más en desacuerdo. Si estamos frente a un libro al que alguien ha dedicado tiempo y en el que lo ha puesto todo de sí, entretenernos sería algo así como faltarle el respeto. En cada libro hay un alma encerrada, y al leer, es nuestra responsabilidad liberarla o mínimamente entenderla. Por otra parte, leer como un mero acto de divertimento me parece una actividad incompleta y lo cierto es que no me llevo nada bien con los grises, y creo que ninguno de los lectores debería tolerarlos.
La lectura nos permite tocar otras vidas y vivirlas, pero sólo podremos ser capaces de hacerlo si realmente empatizamos con la voz de quien escribe, si no nos sentamos a vivir en carne propia lo que las palabras pronuncian.Y al hacerlo nos aferramos a las obsesiones del autor que se esconde detrás de las palabras.
Todas las personas tenemos obsesiones, algunas pueden disimularlas mejor de lo que podemos hacerlo otras, pero eso no las deja al margen de ellas.
Escribir debe ser un acto de búsqueda interior y como tal nos expone ante los lectores. Todo lo que escribimos, en ocasiones más que en otras, lleva un poco de nuestras obsesiones y nuestros miedos. Personalmente, me interesa la obsesión como motor de escritura y suelo indagar en ella a la hora de leer y de escribir. Pienso que las grandes cosas que nos suceden vienen motivadas por un sentimiento muy profundo, a veces convulso, que nos lleva a creer en algo casi a ciegas y trabajar por conseguirlo-entenderlo.
Así que, ya lo sabes. Si no quieres que el mundo se entere de cuáles son tus obsesiones, mejor, dedícate a otra cosa.
Comentarios3
Realmente, antes escribía y en el relato o texto, hallaba respuestas.
Hoy escribo, aveces, me digo ¿Esto
escribí?, le falta una mejora o marco teórico..., lo que se vea de mi, no es lo que me importe, o quizás lo que las personas interpreten, mi alma es así, y en definitiva si algo surge, esa soy yo,
Me gustó la lectura y comentarla
Gracias
Nélida
¡Muchas gracias por compartir tu experiencia con la escritura, Nélida! Un abrazo gigante.
Por fin un desacuerdo, jijjiji. Estoy de acuerdo en todo lo que comentas sobre lo que conlleva escribir. También creo que es muy difícil no dejar tus huellas más íntimas en lo que escribes, pero tal vez tendremos que hablar sobre la responsabilidad del lector y lo que significa entretenerse ;). Como siempre, un disfrute tu lectura, Tes.
¡¡Qué bien!! Me gusta cuando hay desacuerdo, jiji. Tendremos que discutir sobre este tema, quizás hasta sería interesante escribir un texto a cuatro manos sobre la resposabilidad y no de la lectura, ¿qué me dices, Rapsódico? Un abrazo y gracias por leerme y comentar. Muak!
Escribir es desnudar el alma ante quien nos lee.
bambam
¡Claro que sí!¡Muchas gracias por tu aporte, Bambam! Un abrazo.
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