«Elegías» de Antonio Rodríguez Almodóvar nos invita a pensarnos como una unidad múltiple, donde la verdad se construye a mitad de camino entre razón y emoción, y nuestra responsabilidad es acceder a ese punto de encuentro con la mayor entereza posible. ¡Que nadie se lo pierda!
Que toda la vida es una carrera larga desde y hacia la infancia. Que toda ausencia es aprendizaje pero también herida. Por estas ramas crece la poesía de «Elegías» de Antonio Rodríguez Almodóvar (Libros de la Herida), un poemario exquisito sobre la experiencia vital que escarba en las historias que nos contamos y nos invita a profundizar en las cosas que nos atan a la vida. Un libro de resistencia iluminado por una poética sensible y el oficio de uno de los escritores más interesantes de la literatura andaluza.
La poesía en la raíz
«Elegías» es un libro que se construye en torno a las preguntas más significativas de la existencia. Qué es amor, qué nos destruye cuando amamos, qué nos permite volver a empezar. Qué es morir. Qué es perder. El nombre de las cosas adquiere un nuevo significado en la voz de Almodóvar.
El libro comienza con unas palabras introductorias del poeta Francisco Díaz Velázquez, que son en sí mismas una elegía. Él explica, y mucho mejor de lo que podré hacerlo yo, el contenido del libro con una mirada pasional, poniendo por encima del oficio la luz del lenguaje. Son las palabras que se quedaron cuando Paco se marchó e intuyo que al leerlas también en quienes lo conocieron se despertará una elegía. Lo que nos queda de los que amamos son las palabras. Quizá esto nos permita entender mejor el sentido y la profundidad de esta obra.
En su libro «Sobre la naturaleza de las cosas», el filósofo presocrático Parménides construye una larga pregunta en torno a la esencia del individuo, que tiene como objetivo responder a la inquietud: ¿somos criaturas divididas en dos partes (razón y emoción) o todo forma parte de una naturaleza plural indivisible? El enfoque de esta obra contiene una mirada absolutamente filosófica y la constante lucha entre los dos polos que nos forman: la necesidad de aferrarnos a una mirada racional de la vida y el deseo de ser carne y huesos en movimiento, sentimientos capaces de conducirnos por la vida. En una primera lectura no supe verlo, pero al releer «Elegías» de Almodóvar encontré algunos puntos interesantes en común con la búsqueda de Parménides; me ayudó esa cita de Paul Valery en el epígrafe, que sin duda ha sido uno de los grandes aciertos de la obra. Almodóvar también construye el discurso desde esa inquietud existencial.
Tenemos aquí diez «Elegías» que respetan la estructura del género elegíaco pero que aportan visiones nuevas en diversos aspectos, y se destaca el innegable oficio que hizo posible este trabajo exquisito del léxico y la forma. Encontramos una métrica que varía ligeramente de la clásica y que se apoya en una construcción orgánica. Cada poema tiene una raíz y una copa y se presenta como una unidad conexa. Tenemos aquí diez poemas que repasan lo perdido y construyen un lamento con un final luminoso. El verdadero objetivo de la poesía no es nombrar la ausencia sino encontrar luz cuando todas las luces se han apagado. Y aquí reside la mayor maravilla del libro. En este camino de búsqueda encontramos poemas que apuestan por la identidad individual del dolor y la pérdida, y otros que van más allá, a las preguntas colectivas, en torno a la historia, en torno a la ciencia, en torno a las historias que nos contamos para sobrevivir. Si hay tradición, allí estará Almodóvar para construir un cuento que la explique. Y este poemario sin duda puede leerse a la par de toda su obra: donde la reconstrucción de la identidad social es fundamental para entender el futuro de los individuos.
Y en este camino de identificación social, magia y mito ocupan un lugar importante. Al leer «Elegias» podemos apreciar la sabiduría de un escritor que ha dedicado su vida a recuperar las viejas historias y a ponerles nombre y apellido a los símbolos de una cultura que otros han escogido olvidar. Aquí podríamos decir que ese punto desde el cual parte la poesía de Almodóvar: donde se nota una dicotomía entre pensamiento y emoción, es iluminado por la literatura y sus historias, y otorga un color nuevo a las elegías. Toda esta búsqueda deviene constitución plural de la identidad, donde el Ser es un todo amplio que se arma de preguntas y afirmaciones, y ambas fluyen desde el encuentro inevitable entre razón y sentimientos. Quizá esa búsqueda anide en la certeza de que solamente desde esa pluralidad podremos ser capaces de contarnos, y que, a falta de poder explicarnos, necesitamos contarnos, es decir, poner en palabras la extrañeza vital.
En el origen, buscar las respuestas
Hay un vídeo de un encuentro hermoso entre Antonio Almodóvar y Ana María Matute en el que profundizan mucho no sólo en torno al nacimiento de los mitos sino también a la importancia y al peso de la infancia. Seguramente entre la obra de ambos autores hay un lazo estrecho con este primer momento de la vida. La infancia, que tanto ha defendido Almodóvar en sus cuentos, en su empeño por recoger las historias tradicionales y quitarles el edulcorado que el sistema capitalista ha intentado esparcir sobre él. Esa infancia también ocupa un lugar importante en este libro. La infancia como momento en el que se siembran los fundamentos. Y aquí parece que el poeta se propone buscar allí, la razón de un camino que más tarde será escogido, aunque no cambien las condiciones del terreno.
Esa infancia atraviesa algunos de los razonamientos más interesantes del libro. Esa infancia en la que algunos escogimos creer cueste lo que cueste. No obstante, no hay ese romanticismo que podría esperarse de un texto elegíaco, más bien nos topamos con la dureza que nos impone la madurez; la certeza de que las cosas van a quedarse así, latiendo, rompiendo, pero que debemos protegernos. Y encontramos varias elegías aquí que hacen alusión a ese paraíso perdido; pero como decía, no desde la tristeza de la pérdida sino asumiendo cierta luz que otorga el poder observar la vida en perspectiva. Y esa mirada lúcida de Almodóvar sobre la maduración, sobre los sueños y su transformación a lo largo del tiempo también es algo para apreciar en esta lectura.
El Ser y el No-Ser
El amor, esa grieta incurable que atraviesa todo lo que sabemos de la vida. Seguramente no hay mejor forma de avanzar sobre este libro que a través del amor y sus consecuencias. Porque Almodóvar se aferra a una búsqueda que, como Parménides, intenta atrapar desde la razón los hilos que nos unen al Todo, al Universo, a lo que son los otros y a lo que somos nosotros en esa existencia colectiva que trazamos. Y como Parménides, también se choca contra la incertidumbre de la forma: lo que somos, que no sabemos bien, que no podemos explicar del todo. Y sin embargo…
Hay que leer «Elegías» de Antonio Rodríguez Almodóvar (Libros de la Herida) para hacerse las preguntas filosóficas fundamentales, que nos permitirán entender qué somos, no ya desde la razón sino desde un sentimiento más profundo, sólo accesible para nosotros. Hay heridas que están aseguradas, amar tiene sus consecuencias, vivir tiene sus consecuencias pero aferrarnos a una esencia plural donde somos razón y espíritu capaces de cambiar y transformarse con el tiempo puede sernos de gran ayuda para atravesar este andar que no comprendemos del todo, estrechando lazos entre la experiencia y la luz del futuro.
ELEGÍAS
Antonio Rodríguez Almodóvar
Libros de la Herida
978-84-948028-4-3
72 páginas
13,30 €
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