Pueden leer la primera parte de la entrevista a Andrés Neuman en este enlace. También pueden conocer más sobre barbarismos, libro en el que leemos:
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—Siguiendo con el tema de la escritura y pensando en aquello que decía Bretón de que la única forma auténtica de escribir es a través de la meditación o de alcanzar un recogimiento especial. ¿Qué pensás al respecto?
—Pienso que Bretón es una figura tan conflictiva como la teoría del surrealismo. Porque Bretón desde mi punto de vista era un positivista disfrazado de vanguardista; en la medida en que Bretón terminó hablando del azar objetivo, que era una forma de convertir al caos en destino, y terminó convirtiendo a las fuerzas oscuras del inconsciente como motor creativo en una agrupación escolástica que decidía a quien expulsar en función de su práctica de la escritura. Es decir que Bretón es una figura interesantísima en la historia de la literatura, que escribió y, sobre todo, dijo cosas magníficas (creo que el surrealismo sigue siendo uno de los grandes momentos en la historia de las inflexiones, de los quiebres, en la manera de pensar el lenguaje); pero, por otra parte, que lo que Bretón hizo con la teoría del surrealismo nos muestra qué peligroso es tocar el misterio y tratar de ordenarlo.
»Creo que hay dos habitaciones, una es la de la sistematización teórica y la otra la del instinto lingüístico; yo necesito las dos, pero más que propiciar que los huéspedes de una habitación entren y desvalijen la otra, que es lo que creo que pasó en un momento dado con la interpretación más escolástica del surrealismo, creo más en alguien que entra y sale todo el tiempo de una habitación y no se queda demasiado en ninguna. Si uno no entra en la habitación de la teoría y de la formulación estética probablemente se convierta en un escritor cándido que no se dé cuenta que está inventando cosas que fueron inventadas hace mucho tiempo; pero si uno abusa de la habitación de lo conceptual, probablemente dé a luz personajes muertos y produzca una belleza envasada. Me parece que es un equilibrio muy delicado, muy fácil que se rompa pero que conviene intentar mantener. Y me refiero a conocer los dos extremos, a oscilar entre los dos extremos; no al equilibrio comprendido bajo la teoría del justo medio sino al equilibrio desde un punto de vista dialéctico, que consistiría en vivir la experiencia de dejarse llevar por las emociones y caer muy bajo, ensuciarse y luego ser capaz de conceptualizarlo con total frialdad.
—A nivel literario hay algo muy particular en vos. Desde mi punto de vista, en vos hay una apertura a tu feminidad, y eso marca una diferencia muy grande entre otros escritores de tu edad, incluso que hayan vivido experiencias similares de extranjería. ¿Cómo lo ves?
—Fijate que eso es algo que he procurado trabajar por razones tanto intelectuales como emocionales. Por un lado la teoría de género siempre me ha interesado desde un punto de vista estrictamente intelectual, como única revolución que no se ha intentado seriamente. Una revolución que nunca ha fracasado porque nunca un colectivo lo suficientemente poderoso se ha puesto de acuerdo para implementarla; por lo tanto, puede que sea una utopía más de las que fracasará pero como mínimo hemos de reconocer que es un objetivo que nadie ha ensuciado todavía, más allá de las universidades y los ministerios de igualdad. Hablo de puertas para adentro, en la intimidad de las personas, en los modelos de familia, en los modelos de pareja…
—Y también en las instituciones y universidades… ¿O crees que hay una apertura sincera a lo femenino?
—Sobre todo una apertura a lo que yo considero que es todavía más rico y que proviene del romanticismo alemán. El romanticismo alemán produjo lo más atroz y lo más maravilloso: el nacionalismo, que llevó a las guerras mundiales, y lo más fascinante que ha sucedido en occidente respecto al género hasta si quieres los años 60 que fue la convicción de la total diferencia entre el rol y el género sexual. O sea que en todo individuo anida lo masculino y lo femenino y que los roles son ideológica, emocional y narrativamente intercambiables, o, mejor dicho, que la literatura y la narrativa son como ejercicios de demostración de hasta qué punto se puede ser el otro; no hablar en nombre del otro sino convertirse en el otro, como un ejercicio de metamorfosis.
»Y el feminismo no me ha interesado menos como pareja; creo que en el terreno personal se es más feliz, o por lo menos menos infeliz, si uno admite que los roles son permanentemente intercambiables. Y eso tiene una aplicación desde lo más general y estructural en lo que es una pareja o una familia, hasta la aplicación más divertida y más traviesa de lo sexual y lo físico.
»Pero también hay un tercer orden y es el literario. Creo sinceramente que desde la obsesión monogénero se escribe peor. Y tengo la impresión de que el interés por lo otro y las otras puede compensar un poco los daños y las restricciones tan lamentables que el patriarcado ha causado en la educación de las mujeres y los hombres.
»Porque el machismo no solamente es cosa de los hombres; ha sido reproducido literal y fisiológicamente por las mujeres también. Pero si aceptamos que puede haber mujeres machistas que reproducen la ideología patriarcal no debería ser tan raro que pensemos que puede haber hombres feministas. Exactamente por el mismo motivo; porque el feminismo o el machismo no tienen que ver con nuestro género sexual sino con nuestra educación de género que es un rol social, ideológico, aprendido, y por lo tanto, reaprendible.
»Pero no se trata solamente de hacer concesiones a la parte femenina de la población, que es por cierto un poquito más del 50%, por no hablar de la literatura y el arte que entonces es como 70 %; que eso es asombroso también, lo que sigue habiendo patriarcado en el arte cuando la mayoría de artistas y de público es femenino. No, no se trata solamente de eso, sino de entender que el patriarcado ha limitado la perspectiva masculina y ha dañado las posibilidades sociales y políticas de las mujeres, y también las ha torturado familiarmente. Pero, por otra parte, desde el punto de vista literario ser hombre es una desventaja, porque una mujer se ha educado obligatoriamente en la lógica masculina y por tanto ha desarrollado un doble horizonte. Hay un discurso masculino que se impone y luego una especie de identidad femenina que se va haciendo camino más o menos a trompicones haciendo un surco en el patriarcado. En cambio, nacer hombre en este mundo puede ser una ventaja civil en ciertas cosas pero te confirma reductoramente en tu propio género, no te saca de ti, y eso narrativamente es un problema.
»Entonces no encuentro más que motivos egoístas para ser feminista. Me conviene para pensar, me beneficia conyugalmente y creo que, sobre todo, me permite escribir mejor. Yo creo que a los hombres nos conviene interpretar el pensamiento de género como un instrumento de disección de nuestras propias limitaciones.
Hasta aquí la charla; pero la tarde sigue. Nos dirigimos a la Librería Luces, donde nos espera una presentación preciosa a cargo de Cristina Consuegra. Y más tarde, ¡blum!, el día se desploma. Y queda en la historia ese tiempo maravilloso en compañía de Juan y Andrés. En el hotel Silken Puerta Málaga también se ha puesto el sol.
FOTOGRAFÍAS: ISABEL MERINO – CHAWTON STREET
Comentarios4
Esta segunda parte es el epílogo maravilloso de una gran entrevista a un fantástico escritor, intelectual... y todo lo que queramos adjetivarlo.
Tuve la suerte de asistir a la presentación de "Barbarismos" en la librería Luces de Malaga y pude comprobar in situ su talento.
Muy buen trabajo, Tes. Felicidades. Un abrazo.
¡Muchas gracias, Antonio! Sí, Andrés es alguien de quien se aprende cada día un poquito más. Gracias por tomarte el tiempo de leer esta extensa charla. Besitos.
Gracias Tes.
Mucho, me ha gustado esta parte de la entrevista a Neuman.
Por el magnífico trabajo relizado. Aplausos y ¡Felicitaciones!
🙂
Gracias Tes por compartir esta segunda entrevista con el famoso escritor Neuman! Se aprende... Y mucho! Un abrazo
Gracias Tes por compartir.
Somos muy afortunados. Felicitaciones!
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