Mis últimas lecturas están siendo realmente fructíferas. Y esto, además de enriquecerme mucho, me está permitiendo hacer crecer esta sección que he llamado «Las repeticiones», con recomendaciones de libros que hay leer y releer por placer.
En publicaciones anteriores las lecturas recomendadas han sido «Diario de un mal año» de J.M.Coetzee, «Cuentos reunidos» de Cristina Peri Rossi y «El giro» de Stephen Greenblatt.
En esta oportunidad el libro escogido es «Escenas de la vida rural» de Amos Oz. A través de él nos acercamos a una realidad habitada por diversas criaturas, donde los conflictos de clase, los roces del conflicto entre Israelíes y Palestinos y la dificultad para sostener la vida de un pueblo que año a año se ve más deshabitado, son los elementos que mueven la acción y dan cuerpo a la trama. Un libro maravilloso y colorido en el que podemos encontrar la concisión, la profundidad y el buen gusto de Amos Oz.
La vida rural en Tel Ilán
Tel Ilán, un pueblo israelí lleno de verde, de vegetación y de posibilidades, que a causa del éxodo rural se ha ido quedando en el tiempo y poco a poco ha ido perdiendo importancia. La llegada del turismo, sin embargo, ha invadido sus calles y parece otorgarle un nuevo sentido para existir. Sin embargo, en el fondo, los moradores continúan solos, asumiendo las mismas tareas que sus ancestros, en vidas rutinarias y en cierto sentido, algo deprimentes.
Como su nombre lo indica, más que historias, lo que este libro nos ofrece son instantáneas, imágenes, capturas de la vida cotidiana, de gente más o menos normal, con los problemas que la vida y las relaciones sociales traen consigo.
Una mujer que espera la llegada de su sobrino que viene de visita en autobús, pero que nunca llegue. Un hombre, con una vida organizada que de pronto recibe una nota en la que su mujer le dice simplemente que no se preocupe por ella y al regresar a casa no la encuentra. Una joven que vive con su padre anciano en una finca en la que ya no se cultiva nada y piensa en todo lo que se está perdiendo por quedarse allí. Vidas invisibles en las que de pronto ocurre algo que cambia el normal curso de las cosas y obliga a los personajes a pensar en el paso del tiempo, en los deseos, en el futuro y en la relevancia de los conflictos históricos. Vidas insignificantes que de pronto emergen y pujan por ganarse el protagonismo del libro.
Una de las cosas que me fascina de la narrativa de Oz es la forma en la que maneja el tiempo y lo combina con los ritmos. Al meterte en una historia nunca sientes esa incomodidad de no saber si te va a enganchar o si se pondrá mejor más adelante; desde el punto de partida las escenas de Oz te ofrecen algo difícil de encontrar en otros libros: la sensación de estar viviendo en ellas y la necesidad de continuar para vivir el día a día, el minuto a minuto, la palabra a palabra, la letra a letra.
La magia de los comienzos contundentes
Así comienza el primero de los relatos. Un hombre sentado en el porche de su casa observa a otro que se dirige a ella mientras intenta comprender si reconoce o no esa figura. En Amos Oz los comienzos son una maravilla; es mi autor favorito en lo que respecta a principios rotundos y atrapantes. En este libro en particular, todos los cuentos empiezan con las palabras precisas y nos zambullen en escenarios determinados. Sin embargo, y pese a que todas las historias transcurren en el mismo pueblo, el color, los ambientes y las situaciones de cada escena son bien distintas.
Sus comienzos son, decía, contundentes, sin embargo, a medida que avanzamos en la lectura las cosas se tuercen y una atmósfera grisácea nos rodea. Esta es otra de las virtudes de Amos Oz, consigue llevarte de la mano y sin que te lo esperes, zambullirte en un territorio minado que te va seduciendo y te obliga a extrapolar lo que lees a escenas de tu propia vida. Y todo eso se da de forma natural, sin grandes giros, como la vida misma.
Otra cualidad de la narrativa de Amos Oz es que su ficción no es sobreactuada. No construye pirámides doradas sobre el realismo, sino que intenta plasmar los colores de la vida a través de un lenguaje luminoso y atractivo y de historias que se caracterizan por plantear inquietudes que a todos nos preocupan. Por eso, al leerlo, no nos resulta difícil dejarnos conducir hasta sentir las emociones de los personajes en carne propia, como si ya no hubiera nada que nos separara de las historias.
Aprovecho para recomendarles la lectura de «La historia comienza», otra maravilla de Oz en la que reflexiona en torno a la importancia de los buenos comienzos. Considero que es un muy buen libro para entender cómo encarar esta etapa decisiva de la escritura; además, nos ofrece una interesante lectura en torno a obras como «En la flor de la vida» de S.Y Agnón, «El violín de Rothschild» de Anton Chéjov y «La historia: una novela» de Elsa Morante, entre otras. ¡No se lo pierdan!
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