Si bien estamos acostumbrados a oír que escribir cuentos para niños es algo sencillo y menos relevante que hacer literatura para adultos, muchos autores dedicados a la creación de relatos e historias para el público joven se han manifestado contra este prejuicio.
La literatura infantil no es un subgénero de la literatura para adultos, es en sí misma todo un género que cobija a autores de incuestionable prestigio y que han dedicado su vida a contar historias para los más pequeños.
La literatura infantil, de hecho, podría considerarse como la verdadera literatura, dice C. Lewis, en cuanto a que escribir textos sencillos capaces de ser captados por las almas inocentes es todo un trabajo, al que hay que dedicar sí o sí una mayor precisión que al escribir para los adultos.
En su libro «Otros mundos», C.S. Lewis exponía su forma de entender la literatura infantil y argumentaba que hasta el momento había sido muy mal concebida. En esa obra, a su vez, Lewis expone dos formas de abordar la escritura infantil que podrían ser sumamente interesantes: escribir teniendo en cuenta a un niño en particular o hacerlo para contarnos a nosotros mismos la propia realidad, desde una escritura única. Al respecto de ambos expondré las ideas de Lewis con algunos apuntes.
Ana María Matute no se cansó de expresar que los niños no son tontos, por lo que hablarles como si lo fueran era una forma de faltarles el respeto. Ella que escribió incansablemente pensando en los niños lo hizo con una crudeza admirable. A Lewis le habría gustado, estoy segura.
Lewis parte de una premisa irrevocable. Escribir lo que los niños quieren oír para satisfacer a ese lector imaginario no es hacer literatura. Nos anima a alejarnos de ese espacio tan cómodo y en el que se ubican la mayoría de los escritores de literatura infantil.
Escribir en busca de la verdad
Kafka decía que la literatura es una constante expedición a la verdad y que si no teníamos algo verdadero para contar lo mejor era no escribir. Es importante no confundir verdadero con cierto: la verdad no es necesariamente la certeza de una conclusión sino la clara necesidad de nutrir una duda, de escarbar en ella de llegar todo lo hondo que se pueda. Desde ese punto de vista, escribir sería ir en busca de algo y si no tenemos algo que buscar, mejor que nos dediquemos a otra cosa.
Escribir para satisfacer los deseos de los lectores es el camino inverso hacia esa verdad que postulaba Kafka y, según Lewis desde esta perspectiva la literatura es una impostura. Escribir algo calculado que se acomode a la mentalidad del niño es hacer mala literatura; hay que conseguir que el lector se sienta atrapado e incómodo, porque es la única forma de hacer literatura sin despreciar su inteligencia.
El escribir para un niño en particular parece similar a lo expuesto en el párrafo anterior pero no lo es. Esas historias surgidas en una relación de adulto a niño pueden ser las más enriquecedoras. Un hermano mayor idea un cuento que narra al pequeño con lujo de detalle, el cual se va enriqueciendo del bagaje emocional de la relación de ambos. Y en ese texto Lewis dice algo muy interesante:
La escritura que surge de lo profundo
El otro enfoque que plantea Lewis para la escritura de literatura infantil es el que asegura que siempre utilizó: el uso de un tipo de escritura que fluye y que parece el correcto en un autor en particular. No se trata de que el autor se proponga dirigirse a una audiencia en particular, sino que la literatura le llegue y él se vaya expresando.
En este caso el discurso es el único medio artístico que es capaz de usar el autor para poner en palabras imágenes, ideas, ocurrencias. Sería algo así como abordar la realidad desde la literatura para niños sólo apta para aquellos autores que encuentran en el género su libertad (no para plagiadores de estilo). Desde este punto de vista la literatura infantil es una forma de dar luz a historias que pueden enriquecer tanto a los niños como a los adultos.
El mundo de los adultos se presenta como algo elevado e inaccesible para los niños; no obstante, autores como Lewis y Matute nos han dado sobradas muestras de que no es así. La literatura infantil puede ser un reflejo de la realidad tanto o más certero que los géneros adultos; y a través de este tipo de escritura ciertamente se puede escarbar en las cuestiones más relevantes de la historia de la humanidad y buscar la verdad.
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