Escrivisiones IX

ESCRIVISIONES. Por Maria Eugenia Caseiro. [Entrega 9]
Continuación:

V. Los Acordes del Espíritu.

«Piensa con el espíritu antes de obrar para que te permita proceder según tus deseos. » Tratado de las Influencias Errantes de Quangdzu.

El oído es el sentido por el cual se perciben los sonidos a través de sus órganos, los oídos, y cuya percepción puede llevarnos a repetir por medio tanto de la voz como valiéndonos de instrumentos los sonidos escuchados. Gracias a este sentido podemos escuchar los sonidos del mundo, disfrutar las prodigiosas manifestaciones del espíritu de aquellos grandes músicos de la humanidad. Como el resto de los sentidos, el oído está vinculado a la memoria y la información recibida por su cauce; nos conduce por ende a viajar atrás en el tiempo, por eso hay que poner especial interés en este nuestro tiempo, porque es el fruto que estamos cosechando.

Wolfgang Amadeus Mozart, músico y concertista de clavicordio que desde los cuatro años en que fue presentado por su padre, no ha dejado hasta nuestros días de asombrarnos con su excepcional precocidad que lo llevó a componer un Minué a los seis años, y diversidad de sonatas, sinfonías y música de cámara; obra producida antes de los diez años de edad, obras que se siguen ejecutando en la actualidad al tiempo que continúan revelando la gran originalidad y conocimiento musical de un maestro de todos los tiempos. Su gran talento y destreza para ejecutar la música compuesta y su fascinante sentido del oído, no es más que una fabulosa combinación de la ingeniería natural con el extraordinario espíritu de este gran artista.

Ya en 1877 cuando Thomas Alva Edison inventó y confeccionó el primer fonógrafo de rodillos, logrando reproducir por primera vez en la historia, la voz humana, utilizó un sistema cuyas vibraciones en repetición, lo vamos a ver a continuación, son semejantes a las que recorren el aparato auditivo hasta llegar al cerebro. La bocina de esta máquina, de gran semejanza con el pabellón de la oreja, tiene la finalidad de recoger las vibraciones sonoras para propagar la voz que sale del rodillo o disco.

El órgano para el sentido del oído está integrado por el oído externo, compuesto por el pabellón auricular y el conducto auditivo externo, que termina en el tímpano, membrana que lo separa del oído medio, el cual está formado por la caja del tímpano en la que se haya dispuesta una cadena de huesesillos (martillo, yunque y estribo) encargados de transmitir los sonidos del tímpano al oído interno y comunica con el conducto nasofaríngeo a través de la trompa de Eustaquio. El oído interno está integrado por el laberinto óseo, que posee tres cavidades (vestíbulo, canales semicirculares y caracol), y el laberinto membranoso contenido en el anterior. En el caracol está el órgano de Corti (órgano de la audición).

Cuando el oído medio comienza a vibrar, origina vibraciones subsecuentes, primero en un huesesillo con forma de concha llamado caracol que está en el oído interno, enseguida ocurre la vibración del líquido que hay dentro de este último, que finalmente causa la vibración de unos pelillos minúsculos que cubren el caracol, luego estos transmiten una impresión auditiva a través del nervio auditivo el cual funciona como un cable eléctrico, transmitiendo esta impresión auditiva al cerebro quien finalmente se encarga de determinar el sonido; qué lo ocasiona, y la manera en que debemos reaccionar. ¿No le parece un conjunto verdaderamente mágico, perfecto, este que acabamos de ilustrar? Los diferentes tipos de micrófonos con que contamos hoy día cuyo precursor fue el micrófono de carbón de Edison, utilizan estos mecanismos vibratorios (como el oído), que por medio de cables eléctricos, recogen y transportan las ondas sonoras.

No es escuchar la única función del oído. En nuestro cuerpo se distribuyen las funciones en una compleja y entrañable armonía y el oído además de cumplir con su parte específica de recoger el sonido, cumple además con la sinergia del gran total al que pertenece y desempeña una importante función en el equilibrio físico. El sentido del oído nos permite percibir los sonidos, volumen, tono, timbre y la dirección de donde provienen. Las vibraciones sonoras son recibidas por el oído y transmitidas al cerebro y no conforme con abastecer la memoria en cuanto a sonidos de toda índole, en el oído se encuentran terminales nerviosas que reciben información acerca de los movimientos del cuerpo, contribuyendo a mantener el equilibrio del mismo, equilibrio que a su vez se mantiene por medio de engramas nmésicos específicos para cada uno de los disímiles e innumerables movimientos.

Pascal dijo: “El corazón tiene razones que la mente no puede entender. ” También el espíritu, esa parte nuestra que tantas veces relegamos a un plano netamente hipotético, contribuye al equilibrio, al buen funcionamiento del equipo. Ese equilibrio que anhela todo ser humano; aprendamos a buscarlo a escuchar su voz. Escuchar siempre que se oye, es verdaderamente oír, aprendamos a escuchar, a interpretar lo que escuchamos, pongamos atención a toda voz, externa e interna, valoremos el mensaje justo y armónico que llega de cada una de ellas, porque para valerse de toda la eficacia del oído, se hace necesario emplear el cerebro, la memoria, la inteligencia, y ese espíritu al que muchos suelen llamar “corazón”. Por algo lo colocamos en lugar tan principal, ¿no le parece?

VI. Tocar el Mundo.

Pocos son entre los hombres los que llegan a la otra orilla: la mayor parte corre de arriba abajo en estas playas. ” Siddharta Gautama (Buda)

Toda la naturaleza es una provocación a los sentidos, además de los objetos que suelen llamarnos la atención por su textura, color, belleza u originalidad. Y el tacto, no está excluido de exaltación ante estos desafíos. A veces tenemos que hacer un esfuerzo para reprimir el deseo, la curiosidad de palpar la belleza. Seguramente ha escuchado decir a alguien que se le iban las manos y tuvo que controlar el impulso ante el deseo de tocar algo bello, exótico o llamativo.

Cuando vemos una espada hermosa, sentimos curiosidad por tocarla pero cuando la tocamos, lo hacemos con extremo cuidado porque puede herirnos y causarnos dolor, lo mismo ocurre con las espinas de una rosa y muchos otros ejemplos. El dolor, los cambios de una temperatura a otra, la textura, son sensaciones que podemos experimentar en la piel. El tacto es el menos especializado de los sentidos aunque puede aumentar su agudeza a fuerza de usarlo como en el caso de los ciegos cuyo delicado sentido del tacto les permite leer las letras del sistema Braille, reconocer los objetos por su forma o textura y hasta dar una descripción exacta de las facciones de un ser humano.

El sentido corporal del tacto, por cuyo medio se percibe la presión de los objetos y las cualidades de éstos, a diferencia de los restantes está distribuido por todo el cuerpo. A través del tacto, el cuerpo percibe el contacto con las diferentes sustancias, objetos, otros seres vivos y todo cuanto se pueda tocar. Las terminaciones nerviosas especializadas que pueden ser de diferentes tipos y están localizadas en la piel, son los receptores del tacto. Ante una deformación mecánica de la piel estos receptores se estimulan transportando cada sensación al cerebro por medio de las fibras nerviosas. Dichos receptores que se encuentran en la epidermis (capa más externa de la piel) están distribuidos por todo el cuerpo auque de forma en que varían los distintos grados de sensibilidad táctil. Existe una forma compleja de receptores llamados corpúsculos de Paccini susceptibles a la presión, que se encuentran concentrados en las áreas (muy sensibles) de las yemas de los dedos. Otros corpúsculos como los de Rufino o los de Krause nos sirven para percibir los aumentos o bajadas de temperatura.

Una de las cosas más extraordinarias del sentido del tacto es precisamente que tiende un puente de energía directa entre los seres humanos. ¿Por qué cree usted que existe la costumbre del abrazo, del beso, del apretón de manos?, ¿por qué piensa que los enamorados practican juegos de caricias antes, durante y luego de consagrarse en el acto del amor?, precisamente porque los seres humanos necesitan recibir el calor y el afecto de otras personas a través de las sensaciones táctiles. Claro ese puente de energía hay quienes pueden emplearlo de manera muy desfavorable, pero afortunadamente eso no es lo que sucede en la mayoría de los casos.

Nadie puede negar la maravillosa sensación que produce sentir en nuestra piel el contacto físico del afecto de las personas que nos aman y a quienes amamos. No existe para una madre momento más hermoso de su vida que aquel en que siente por primera vez entre sus brazos el calor del cuerpecito de su recién nacido, ni todos aquellos momentos que pasa acunando en sus brazos y acariciando su bebé. No hay dicha mayor para dos personas que se amen, que aquellos instantes en que sus cuerpos se unen para fundirse en un momento sublime.

En momentos felices, en momentos desafortunados, extienda sus manos y sus brazos para sentir el contacto humano de quienes lo aman, para que los que le aman sientan su afecto. En todo momento, use su sentido del tacto para tocar el amor, para tocar el mundo. Un abrazo, un beso, un simple apretón de manos de aquellos que nos aprecian, sobre todo en los momentos difíciles, esos momentos de angustia, de dolor o preocupación en que no hay como sostener la mano familiar o amiga y sentir el tibio afecto del apoyo físico y moral de aquel que nos lo brinda. Pero esa mano sin nombre que se tiende para salvarnos la vida, es incalculable. Nada hay más salvador para un ser humano en peligro de muerte que esa sensación de amparo de la mano que se tiende para socorrerle, esa mano sin nombre que deja de ser suya para ser la nuestra y pasará al futuro siendo de un calor y una textura inolvidable, esa mano que recorre nuestros momentos de soledad y desamparo como la esperanza indefectible de la vida misma, ese contacto físico con la persona que está del lado de la vida y que se inclina con todo el calor de su cuerpo para rescatarnos de los fríos brazos de la muerte. Esto solo pueden saberlo aquellos cuya proximidad con la muerte ha sido extrema, pero basta con experimentarlo para darse cuenta que la mano que se tiende en momentos de agudo peligro, encierra la magia potencial que nos cambia la vida para siempre.

Si nuestras manos pueden tocar el mundo para crear, para sentir sus maravillas, aprendamos a devolver el calor de la vida a aquellos que podemos rescatar de la muerte, aprendamos verdaderamente a sentir nuestro mundo para conservar mejor su caudal. Sintamos con el cuerpo y con el corazón para que experimentemos la luz del sentimiento mismo: el tocar con las alas del alma, algo sublime que cualquiera que se halle preparado puede alcanzar.

Continuará…
Adelanto para la próxima entrega:
LA PALABRA.
I. Semántica.

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Comentarios1

  • Ana Lucía

    Demostrado está el efecto terapéutico del tacto..



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