ESCRIVISIONES. Por María Eugenia Caseiro. [entrega 7]
Continuación:
V. Gusto por la Vida.
Sabiendo al alcance de la mano el alimento que nos es agradable al paladar, es improbable que desperdiciemos el deseo de comerlo, ¿no es cierto?, entonces puede explicarse que lo que es desagradable al gusto, tenga que comerse solo cuando el hambre lo disponga o la intervención de la inteligencia sea necesaria.
El responsable de que identifiquemos los sabores es el sentido del gusto. Está ubicado en la parte superior de la lengua y posee cuerpos ovoides llamados corpúsculos gustativos que detectan el sabor. Dichos corpúsculos poseen pequeños poros que permiten la entrada de las sustancias disueltas que estimulan químicamente a los receptores por los que están constituidos.
En el ser humano esos corpúsculos son las papilas gustativas de la lengua con las que el hombre puede distinguir cuatro sabores; salado, dulce, amargo y ácido. Además, y al igual que por el resto del cuerpo, en toda la cavidad bucal hay otros corpúsculos que asociados con el sentido del tacto, nos facilitan la tarea de reconocer las diferentes temperaturas y texturas de los alimentos. Unidos a la memoria, cuya eficaz colaboración es indispensable, y a las fibras nerviosas que conducen estas sensaciones al cerebro, nos permiten reaccionar ante cada estímulo.
La lengua ocupa la parte media del piso de la boca, compuesta por una cara bucal y otra faríngea donde se encuentra el surco terminal en el que se hallan las papilas de la V lingual y el remanente del conducto Tirogloso. En el tercio posterior: las amígdalas linguales. Los diferentes tipos de papilas linguales se distribuyen en la superficie de la lengua. Las papilas fungiformes contienen receptores para el gusto en los llamados calículos gestatorios.
Los nervios Hipogloso y Glosofaríngeo componen la inervación motora de la lengua, y la sensación del gusto de los dos tercios anteriores de la lengua es conducida por la cuerda del tímpano (rama del nervio facial); la del tercio posterior, por los nervios Glosofaríngeo y Vago. La función conjunta de la rama lingual de la división mandibular del Trigémino y los nervios Glosofaríngeo y Laríngeo nos proporciona la sensibilidad lingual.
Las múltiples sensaciones gustativas que disfrutamos no corresponden solamente al sentido del gusto; el trabajo complementario del olfato hace posible que percibamos la mayoría de ellas. Cuando estamos resfriados, los alimentos parecen insípidos producto del aislamiento en que quedan los receptores olfativos debido a la mucosidad nasal.
Hablemos del placer que nos producen algunas cosas, o el descontento que nos causan otras, extendiendo este concepto del gusto al espíritu mismo y aprovechando la condición polisémica del vocablo. Entonces, el sentido del gusto va más allá del paladar para ser transferido al espíritu mismo. El gusto está en ver, oler, oír o tocar aquello que agrada, como el disgusto, en todo lo que desagrada.
Nuestro viaje cósmico tiene como condición la adaptabilidad y como arma la inteligencia. Cuando algo no nos gusta y las circunstancias lo requieren, recurrimos a la inteligencia. Tanto el paladar como la apreciación por aquellas cosas que parecen complacernos, no están desligadas para nada del cerebro. Si aprendemos a pensar, podemos aprender a utilizar en nuestro beneficio, tanto aquellos alimentos que favorecen al desarrollo físico y mental y cuyo sabor no hemos establecido aún como agradable al paladar, como además a cumplir con el perfeccionamiento de aquellas tareas que a pesar de ser muy beneficiosas para nosotros y para los que nos rodean, no logramos determinar gusto por ellas. Lográndolo, estaremos trabajando para confeccionar el buen gusto del futuro. Si regresamos al tema planteado en trabajos anteriores: “fondo común para el desarrollo de la mente humana”, vamos necesitando menos esfuerzo para imaginarlo. El futuro recogerá nuestra cosecha y si esa cosecha es buena, habremos contribuido tanto al buen gusto como al buen sabor de ese futuro.
VI. Entre Aromas y Pestilencias.
“Embalsama Favonio con su aroma /el aire…” Gabriel de la Concepción Valdés, Plácido
“Al percibir un olor recibimos información en forma de emanaciones moleculares. Olemos materia, su parte volátil, que nos llega envuelta en el aire.” Freixenet.com. (Microsoft IE)
De los cinco sentidos, el olfato supera a los restantes en agudeza y antigüedad; esta última atestigua su constitución muy simple y su escaso estado evolutivo, ratificado por la peculiaridad de que las células nerviosas olfativas son capaces de reproducirse. El sentido del olfato posee gran influencia en el comportamiento, por su considerable capacidad de identificación de olores, ya que reconoce una simple molécula aromática aún dentro de un gran volumen de aire.
Vivimos entre los aromas y los hedores del mundo de hoy. La contaminación ambiental ha alcanzado el grado mayor en la historia de nuestro planeta y sus capas gaseosas. El aire se halla saturado de sustancias que comprometen seriamente la salud del ser humano y amenazan con el detrimento gradual de las especies y la vida. Parte del abuso cometido se ha debido como todos sabemos, a una gran ración de ignorancia y otra gran parte al afán desmedido del hombre por el poder y el lucro. La falta de respeto a los cánones de la naturaleza, es factor que ha jugado un papel primordial en tal sentido, no obstante hoy día se realizan esfuerzos conjuntos por parte de todos las organizaciones que existen a nivel mundial, deberíamos considerar justo el estudio de programas que, como lo son el del aprendizaje de los números y las letras en las escuelas, lo fueran además, el conocimiento y respeto de las reglas biológicas y de la naturaleza desde edades muy tempranas. Los niños son seres maravillosos, capaces de comprender y disfrutar con el aprendizaje y su práctica. Si aún no se alcanza dicho objetivo, seamos los seres de hoy, los que demos el ejemplo a nuestros hijos.
Estamos habilitados por naturaleza para responder ante la naturaleza, pero se ha puesto usted a pensar cuánto esfuerzo realiza nuestro cerebro para que nuestro cuerpo pueda seguir respondiendo favorablemente ante estímulos diseñados, que en muchos casos rompen con los principios elementales de la propia naturaleza y otros que además son impropiamente dirigidos para devastación de la naturaleza misma.
Las células olfativas poseen la propiedad de adaptarse con gran rapidez al estímulo y cuando éstas se han acostumbrado a un determinado olor, cesan de transmitirlo al cerebro. Se dice que una persona puede identificar entre unos dos mil y cuatro mil olores diferentes y que los receptores olfativos comienzan un proceso atrófico desde que nacemos; tanto es así, que a los veinte años conservamos un 82% de nuestra capacidad olfativa, mientras que a los ochenta, solo nos queda un 28%. Esto puede ir disminuyendo gradualmente no solo en lo individual cuando avanzamos en edad, sino que al avanzar en el tiempo y producto de los factores negativos contaminantes que influyen en el mundo de hoy, dicha capacidad olfativa puede cambiar de manera desfavorable a partir de edades más tempranas. No solo eso, el aire que aspiramos por la vía nasal también cumple con el objetivo de llegar a los pulmones para ser purificado por estos y repartido a través del sistema circulatorio para oxigenar la sangre y el cerebro. El solo acto de fumar, pone en peligro nuestra salud y nuestra vida y la de aquellos que nos rodean. Nos encontramos ya en presencia del crecimiento progresivo de trastornos de toda índole de las vías respiratorias; desde las cada vez más crecientes alergias, el asma, hasta el fatal cáncer del pulmón sin descartar la posibilidad de la aparición de nuevas enfermedades respiratorias.
EL olfato es el sentido que permite la percepción de los olores y de hecho es el sentido dominante en los animales. Cuando percibimos los olores, las moléculas aromáticas estimulan los terminales nerviosos encargados de detectar los olores; terminales que convierten este influjo de moléculas aromáticas en impulsos nerviosos. El sentido del olfato está estrechamente ligado al sistema límbico que como ya sabemos es la parte de nuestro cerebro que controla las emociones y toma parte en las importantes funciones relacionadas con la memoria. Cuando los terminales nerviosos convierten el influjo de moléculas aromáticas en impulsos nerviosos, los envían al sistema límbico en donde a dependencia del aroma de que se trate, serán las reacciones emotivas provocadas, capaces éstas de estimular los recuerdos. Ineludiblemente asociado a la memoria, el olfato es capaz de llevarnos atrás en el tiempo, de remontarnos en un viaje instantáneo, al momento y al lugar en donde la memoria grabó esa imborrable huella. Proust narra las reminiscencias despertadas por el aroma provocado con el simple acto de mojar una magdalena en una taza de té, y describe como el sabor inevitablemente ligado al aroma de la mezcla, lo lleva atrás en el tiempo.
En el hombre el órgano gestor del olfato es la nariz, órgano además, en que la superficie olfativa está integrada en las vías respiratorias superiores. La nariz está situada entre el seno frontal y el paladar y está compuesta por dos fosas separadas por el tabique nasal. Los cartílagos laterales del vestíbulo permiten tanto la expansión como la contracción de las fosas nasales formando una especie de válvula que determina el flujo de aire. En las paredes laterales de cada fosa nasal se encuentran tres cornetes protráctiles (que pueden estirarse) hacia la luz y que poseen glándulas mucosas que calientan y humidifican el aire inspirado. En la parte superior de las fosas nasales se encuentran los receptores olfativos, en cuya zona, la pituitaria amarilla cubre el cornete superior y se comunica con el bulbo olfativo. Una vez que los diferentes olores se disuelven en la humedad de dicha pituitaria, actúan químicamente sobre los receptores olfativos, de los cuales resultan impulsos nerviosos que son transmitidos al bulbo olfativo, entonces llegan a la corteza cerebral donde se forma la sensación olfativa que conjuntamente con la sensación del gusto son producidas por el mismo estímulo químico, de ahí que el olfato y el gusto suelen confundirse y en ocasiones los alimentos suelen apreciarse más por su olor que por su sabor.
Aunque el tiempo no puede revertirse, si podemos evitar, que se sigan cometiendo tantos errores. En individuo es una célula de un organismo colosal. Hay que tomar conciencia de lo mucho que valemos como seres humanos, que somos la obra más perfecta de ingeniería en existencia y que tenemos parte en la esencia matriz del universo cósmico, que poseemos el don de la espiritualidad y participamos de la magia de la vida. Valorémoslo y demos el ejemplo también con el espíritu. Si en presencia de un aroma agradable podemos viajar atrás en el tiempo, de igual manera con las desagradables. Concedámonos el tiempo para grabar en nuestros seres queridos el aroma del amor compartido. Eliminemos los desfavorables, limpiando el ambiente de inconformidades, intolerancia y desacuerdos. Contribuyamos de ambas formas, material y espiritualmente, a conservar la naturaleza y a no continuar contaminando nuestro planeta y la vida.
Continuará…
Adelanto para la próxima entrega:
V. Los Acordes del Espíritu.
VI. Tocar el Mundo.
Comentarios3
gracias por todos
Nunca es tarde para aprender, gracias por la información, muy interesante
estructura de los corpúsculos olfativos
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