ESCRIVISIONES. María Eugenia Caseiro[8]
Continuación:
LA COSECHA DE LOS SUEŃOS.
«Siempre se debe avanzar, siempre se debe sembrar y dejar a los demás que recojan la cosecha.» Cagliostro
Cuando hemos rebasado la etapa de la juventud y nos vamos adentrando en las profundidades de la convivencia y la incompatibilidad, cuando comenzamos a buscar una especie de avenencia con nuestras propias ideas, comienzan a aparecer en nuestras vidas inclinaciones que sin darnos cuenta, nos abren las puertas a una nueva imagen del concepto de eternidad.
Nunca hemos dejado de pensar en ese futuro de las horas siguientes, de los días que están por venir, de los años venideros incluso; sin siquiera proponérnoslo, no podemos dejar de vivir para ese futuro que está más allá de nuestra propia existencia. A tal altura de nuestras vidas, buscamos la forma de tender un nuevo puente hacia el futuro, ese futuro para el cual no podemos dejar de vivir. ¿Por qué nos afecta, y es motivo evidente de preocupación, el dejar un legado que trascienda después de la muerte? Probablemente la respuesta a esta interrogante, se halle explícita en el argumento propio y racional de la vida, en una aptitud natural e innata del hombre para pensar y obrar que nos lleva por la senda del instinto, en base de una convicción espontánea de la continuidad de la existencia. Comprendido que el plazo personal esté tocando a fin, muchas veces recurrimos al sentido de la responsabilidad para seguir adelante con miras a un futuro en el que ya no tendremos cabida.
“Cuando podemos ya esperar, habiendo visto correr tanto tiempo lo ciframos en la obra cumplida. « Azorín
El hombre aunque puede que se apoye frecuentemente en las experiencias del pasado, pocas veces se detiene para vivir el presente y vive únicamente esperando el futuro. Esta última, aunque es una manifestación constante que parece tener sus motivos en el cumplimiento de un deber responsable, no rehúsa la idea de ser original e inconsciente porque es a su vez un principio que se justifica ante la expectativa de perpetuidad. Vivimos buscando trascender de una u otra forma, eternizarnos de alguna manera, ya sea en el plano personal-social que abarca al individuo, su familia y amigos; como en el plano general-social que abarca la colectividad, y en muchos casos trasciende esas barreras y concierne a la sociedad en el plano de humanidad, dejando huellas trascendentales en la historia del hombre.
“El molino ya no está. Pero el viento persiste.” Vincent Van Gogh
Un hombre que abandona su corteza terrenal y no deja señales categóricas de su existencia, nos parece que nunca existió. Como si con tales huellas mantuviéramos el contacto con aquellos que nos abandonan en la materia. Simultáneamente existe la tendencia de engraparse al concepto de inmortalidad como consecuencia directa de aferrarse al ser, y también como producto de la vanidad humana que tiende a reflejar cierto estado común de la conciencia en que se rechaza la idea de la muerte. En consecuencia el espíritu de ese ser animado que afanosamente busca la promesa de vida eterna, demanda, exige por medio de reiteradas posturas el ejercicio de esa búsqueda que pasa de un período de posteridad a otro, en una especie de dinámica que nos implica de forma ya sea involuntaria o no, en ofrecer automáticamente, lo que al mismo tiempo estamos demandando de nuestros antecesores: una dádiva de vida, parte del proceso de prolongación de la existencia que sin ser tan observado como el otro (reproducción de la especie) se desarrolla paralelamente a éste, y por ambos medios, restituir al futuro lo que hemos recibido del pasado para ese desempeño de perpetuidad, ese pronóstico de vida eterna que no es más que esta vida que ya tenemos y que estamos en la obligación de continuar a partir del día en que nacimos, y de prolongar con nuestra estirpe y nuestro legado a los que nos van reemplazando en el complejo proceso en que, todavía no nos damos cuenta, conformamos un conjunto vital.
Cuando alguien se da cuenta de lo importante que es para otro, automáticamente deja de pensar en sí mismo, y ese solo cambio le beneficiará tanto que a partir de ese momento empieza a cosechar para el futuro; ésta es la parábola del sembrador. Cuando se deja de pensar en sí mismo para pensar en la cosecha, se recogen frutos envidiables sin siquiera esperarlos.
A partir de la restauración del proceso y engranaje de este ingenio inmortal al que todos y cada uno de nosotros pertenecemos, queramos o no, a partir de esa aparentemente compleja pero muy sencilla percepción, tenemos en nuestro poder la fórmula mágica para perfeccionar la verdadera existencia, la que no se interrumpe con el deceso físico de cada uno de los que van finalizando su etapa de aportes a la permanencia de la vida.
“Y en el rincón aquel de mi huerto, florido y encalado / Mi espíritu errará, nostálgico…”
El viaje definitivo, Juan Ramón Jiménez.
Para el hombre que deja en heredad valores morales, costumbres, trabajos, historia en general, incluso el legado de sus sueños, quizás heredados también de sus antepasados, a los continuadores de la familia para plantar en ellos, como una semilla que debe germinar en un futuro, el deseo de lograr esos sueños, hay una recompensa. Y porque hay quienes se preocupan por el futuro, la moraleja debería ser irrefutablemente un futuro mejor.
Si piensa en el bienestar de sus seres queridos tratando de acumular bienes materiales, para dejarles en heredad; si piensa en conducirlos por lo que usted considera un camino correcto apoyado en su ejemplo de vida; de una u otra forma, la gran mayoría de nosotros estamos viviendo para el futuro considerando por una parte, el caso de todos aquellos que a lo largo de la historia de la humanidad han dedicado su vida a descubrir e inventar todo aquello de lo cual nos hemos servido y beneficiado hoy día para tener un mundo mejor, y a los que quiero rendir mi modesto homenaje con estas palabras de agradecimiento. Por otra parte yacen muestras, que por suerte no conforman la mayoría de los casos, en que esa condición del ser humano unida a inclinaciones irresponsables y negativas como la ambición y el deseo de poder, ha servido en favor de empeorar la calidad de la existencia y el futuro de la humanidad.
Definitivamente, tanto en el ámbito individual como en el colectivo, el deseo de perdurar es una condición genuina del ser humano, y no es que no lo debamos hacer, pero hay que hacerlo bien, y aprender a usar esa fuerza legítima, la responsabilidad, que puede ser muy eficaz si hacemos de ella, de manera reflexiva, un instrumento para reavivar esa condición eterna del alma inmortal. No podemos descuidar lo que verdaderamente es importante, esa impresión tan perdurable en nuestras vidas como los buenos ejemplos, sumado a ello las expresiones de amor y comprensión, de piedad, de respeto, de condescendencia que podemos dar siempre a todos aquellos que tratamos en ese transcurso. Esta, mi amigo, es mi proposición para pensar en el futuro, lo más valioso que usted puede dejar es el ejemplo.
“En lo que nos toque ser en la vida hay que tratar de ser el mejor, pero nunca creerse el mejor.” Juan Manuel Fangio.
Las riquezas materiales aunque muy útiles, no lo podemos negar, no son eternas, y las que duran no perduran salvo muy raras excepciones. No podemos cargar con la casa, un piano, un trofeo, una alhaja valiosa, para cualquier parte; en miles de oportunidades nos servirían de estorbo. Hay casos en que ni siquiera el dinero nos sirve, sin embargo la cabeza siempre debe estar encima de los hombros; el cerebro y la memoria, junto con ella.
Nuestro contacto con aquel que nos abandona físicamente se va modificando con el tiempo para aprender a convivir solo con la presencia de cada una de las sabias, prudentes o didácticas actitudes que demostró y que a cada instante nos lo recuerdan y nos sirven de ejemplo, entonces nos damos cuenta que esa persona no se ha marchado del todo y que nos acompaña en cada paso de nuestro camino, tanto en los momentos difíciles como en todos los demás, siempre y cuando le abramos las puertas del reconocimiento y el recuerdo, que son las entradas indiscutibles que nos muestran el camino hacia el secreto de la inmortalidad. Cuando honremos su valioso legado imitando, incluso tratando de mejorar su conducta, estaremos moviendo la rueda de la existencia, rueda que si todos, o por lo menos la gran mayoría aporta su esfuerzo cotidiano para que no se detenga, podría ser la moción real del equilibrio universal.
I. El Mejor Legado.
“…no poseyendo más / entre cielo y tierra que / mi memoria, que este tiempo; / decido hacer mi testamento. / Es este: / les dejo / el tiempo, todo el tiempo.” Eliseo Diego.
Si somos células que conformamos todos y cada uno de los componentes estructurales de un gran total que en esencia, renuncia a la materia, al tiempo y al espacio (como conceptos mundanos) para tener un reino interminable, dejemos nuestro legado con el mejor ejemplo. No estamos programados ni destinados para la singularidad específica aunque seamos seres autónomos, porque si formamos parte de un gran total al que pertenece cada ser pensante y cada criatura, cada objeto; no importa en qué tiempo nació o murió; no importa cuando le toque nacer o morir; no importa en qué lugar del planeta; en que época, y si es o no parte de los vivos o de los muertos; todos, absolutamente todos, somos la esencia fundamental del universo. Entendiendo esto podemos comprendernos mejor a nosotros mismos y a los demás, podemos aprender a no dañar a nadie porque todos somos una misma cosa, y aquellos propósitos que tanto nos han costado en la vida como el intento aparentemente inalcanzable de felicidad; las molestas preocupaciones que nos ofrecen tantas interrogantes; la variedad de plataformas de convivencia y supervivencia además de las innumerables tendencias y corrientes que han invadido nuestras sociedades de todos los tiempos, todo ello tiene fundamento en el ajuste del individuo como parte de una infraestructura que lo lleve definitivamente a vivir y convivir felizmente con todo lo que lo rodea, sea cual sea su enfoque personal. Claro las cosas han llegado muy lejos y cada día nos es más difícil consolidar la tan presumida coexistencia pacífica en el mundo y por ende, bien puede hacerse cada vez más difícil preservar la existencia cuya carencia en elementos claves que coadyuven a compartir la mejor comprensión del mundo de hoy, puede excusarse dejando caer la responsabilidad sobre quienes verdaderamente la tenemos. Si no estamos haciendo bien nuestro papel en ese plano global es porque no estamos haciendo bien en el plano individual. Hay que empezar a restaurar las células.
Desde tiempos muy remotos el hombre ha buscado la llamada “fuente de la juventud”, entonces no debe sorprendernos que en nuestros días se dedique tanto esfuerzo y recursos para implementar técnicas cada vez más innovadoras en lo que se refiere al campo de la belleza y la estética, además de la salud. Sabemos que en nuestro tiempo ha llegado ha recomendarse de manera primordial, un estilo de vida en que se combinan el ejercicio físico con una dieta balanceada, con lo que se supone estamos sentando bases de manera responsable en nuestra proyección hacia un nuevo ideal de vida y salud, un paso en el que vamos dando importancia a la colectividad que somos y con lo cual deberíamos asegurarnos de que vamos bien encaminados, ya que tenemos a nuestro alcance los medios para hacerlo. Si se supone que estamos diseñando un estilo de vida saludable para que el futuro sea mejor, para que todos aprendan y desempeñen mejor su función y se vayan estableciendo antecedentes y nuevos diseños para una mejor sociedad, debemos protegernos en contra de todo aquello que aunque parece ser lo correcto, no lo es, o al menos no completamente. Una vida saludable que abarca todas las funciones de nuestro cuerpo, el que a su vez nos va a servir para tener mejor calidad de vida a nosotros y contribuir a la todavía mejor calidad de vida a las generaciones futuras, y que finalmente nos permita prolongar el tiempo de servicio que podemos brindar a la permanencia indefinida del hombre en el cosmos, salud que muchas veces se ve seriamente comprometida por el concepto erróneo de la belleza estética al que estamos expuestos en la actualidad. Una vida saludable, aunque debe contener el cuerpo y la mente de manera racional y consciente debe extenderse además a la restauración del alma, del arte natural y la magia de la vida, para rescatar esa eternidad que tanto anhelamos y que no nos hemos dado cuenta que nos pertenece por entero y a la cual podemos contribuir absoluta y categóricamente.
«El hombre que ha empezado a vivir seriamente por dentro, empieza a vivir más sencillamente por fuera» Ernest Hemingway
Existe, para todo propósito, una fórmula que debe ser objetiva. Transitando nuestra senda hemos de aprender a aprovechar al máximo el tiempo que tenemos en nuestro paso por ella, para observarnos y observarlo todo con el fin de identificarnos con claridad con el contexto, con todo lo que nos rodea a cada paso porque del buen cumplimiento depende el éxito individual y se mejora extraordinariamente la función colectiva. Aquí entra el ejemplo a desempeñar su papel cuando comienza a hacerse visible un nuevo y óptimo modelo de vida.
“Procuremos más ser padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado.” Miguel de Unamuno.
Se aprende de cada ser humano, de cada acontecimiento, de cada comportamiento. Cada uno de nosotros, además de dejar huellas genéticas perdurables, lega en fundamento su conducta y su proceder a la familia, y el ejemplo que dejamos a ésta, trasciende a la sociedad y finalmente a las diferentes comunidades que conforman las civilizaciones a lo largo de la historia. Si cada cual asume su papel y lo desempeña lo mejor posible se intensificará la búsqueda de valores en la colectividad, con ello no digo nada nuevo, tampoco nada que discrepe con los cánones mágicos de la existencia, ni con el principio de coexistencia, incluidos todos los preceptos en que se fundamente cualquiera de las estructuras religiosas o científicas que componen los diferentes sistemas de cimentación social. Demos el buen ejemplo, un legado extraordinario que perdurará para siempre.
Continuará……….
Adelanto para la próxima entrega:
TERRITORIO SUEŃO.
Comentarios11
MARIA EUGENIA CASEIRO.
Nuevamente te escribo, me encanta tu literatura, creo que cada dia estoy entrandome cada vez más en tus temas, tengo tu pagina y leo y leo y analizo sin cansarme. No te imaginas lo lejos que estoy de ti, pero me parece conocerte. quisiera tener más contacto contigo.l
LA COSECHA DE LOS SUEÑOS exelente. Un abrazo
MARIA DEL CARMEN
Cool!
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Cool...
Nice!
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Sorry 🙁
interesting
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